miércoles, 3 de octubre de 2012

Alas de Fuego


Arena.
Polvo.
Arena y polvo.
Es todo cuanto veo, en todas direcciones.
El aire quema.
El sol me abrasa.
Y delante, a un lado, al otro, detrás, solo se ve arena y polvo.
Sonrio.
He vuelto a casa.
Por fin...
El desierto.
Mi patria.
Mi madre.
El suelo que me cobija.
El cielo que me engendró.
Las estrellas que me dirigen.
Todo es tal como debe ser.
Todo será como debe ser.
La noche me abraza.
Mi sombra se recorta contra la luna.
Como un lobo de la salvaje estepa, aulló hacia su luz.
Desde una lejana roca, una voz gutural embiste los cielos.
Mi vista se cierne sobre un pequeño grupo de rocas que esta a mi diestra.
Sonrió.
Como una serpiente, me arrastro entre las sombras hacia las rocas.
No es que quiera cogerle por sorpera, ni atacarla por la espalda, de ninguna manera.
No sería apropiado, y tampoco es lo que busco.
Lo que te busco es a ti.
Al rey.
A su trono.
Me encaramo tras las rocas.
Espio.
Ansio.
Ahi esta, esperandome.
Sigue aullando  al unico ser que reconoce por encima de él.
Me yergo y me presento ante él.
Su melena regia se alborota un instante, su cabeza se gira y aulla cuando sus ojos penetran la noche hasta dejarla preñada.
Tu eres rey.
Yo lo quiero ser.
No hay nada más que hablar.
El lo sabe.
Y  no pretende decir nada.
Cree en los actos, no en las palabras.
De un poderoso salto se abalanza sobre mi.
Aunque no lo esperaba, nunca lo imagine tan rapido, ni tan fuerte, tan masivo y opresivo y brutal.
A mi cuello apenas le da tiempo a apartarse antes que sus dientes lo destrocen.
Mis brazos giran sobre su cuello, lo atenazan, y por un instante aprovecho que no tiene  ningun apoyo para lanzarlo al suelo.
Yo caigo sobre él.
Debo aprovechar que ahora tiene su unico punto flaco al descubierto.
Me abalanzo sobre su vientre, cablago sobre él, y mis manos se cierrran sobre su cuello. Mis dedos aprietan y desgarran, mi cabeza golpea a la suya, mis rodillas trituran sus costillas.
Pero el es demasiado fuerte.
Como una pequeña molestia, el me sacude de encima, y de un esguince felino, se levanta, y en rapida sucesión vuelve a la carga sobre mi.
Esta vez no puedo responder, su boca busca con ansia mi sangre; y sus cuartos traseros me desgarran con la premura que marca el hambre.
Pero su boca esta para apetitos mas grandes. Mis cuello es demasiado fino para él; y lo busca en vano una y otra vez. Cerrando mis brazos sobre la bestial esaplda, es mi boca la que se hinca en su cuello. Mis piernas se enroscan también,y aqun que descarga poderosos zarpazos; resisto mientras le succiono el poder poco a poco; mientras desgarro la real peil, mientras trituro el regio manjar.
El se alza, buscando caer con todo su peso sobre mi; pero cuando su cuerpo levanta el mio; mis pies se dejan caer hasta tocar suelo, y poniendome de puntillas, cierro mis brazos alrededor de su cabeza y busco su preciado aire.
Los gritos se me han agotado cuando una de sus zarpas se me hinca como una cimitarra en el pecho.
La nausea se dispàra cuando comprendo el hedor de su infernal dentadura.
Pero el dolor no es motivo para rendirse.
Lucho, moviendome de un lado para otro para que sus garras no me encuentren. Forcejeo para que sus dientes no me hallen. Tensó mis brazos para que hagan crujir su cuello. Descargo las rodillas sobre sus flancos. Pero sobre todo, resisto. Lucho. Peleo. Desgarro. Machaco. Rompo. Rasgo.
El no cede. Disputa su reino con cada centimetro de su cuerpo, con cada gota de sangre. Hasta el último grano de arena le pertenece, y no es casualidad.
Con un esfuerzo supremo, alzo toda su mole del suelo; y gritando hasta la ultima silaba de mi ser, lo alzo al y a su cuello todo lo que un ser humano puede dar.
Ataco con todo lo que soy.
El resiste con todo lo que es.
Pero ay, desgraciadamente para él.
Su cuello no es tan resistente como su espiritu.
Esa es la leccion de hoy, pienso mientras el crujido se desvanece en la noche bajo las estrellas.
Su melena se ensucia en el polvo.
Su mandibula se abre por última vez, y ruge su agonía.
Su grito se ahoga sobre mismo, y cede, y ya no hace ni dice más.
Alzo su cuerpo exanime sobre mi cabeza mientras grito a los vientos, a los hados y a los dioses mi triunfo.
Mis uñas lo desollan.
Mis dientes rasgan.
Mi garganta se sacia.
Coloco su inmortal pìel sobre mis hombros, su lujuriosa melena sobre mi testa, sus poderosos dientes sobre mis sienes.
De pie, bajo la solitaria reina Madre de la Noche, proclamó a la tierra bajo ella:
- !Esoy preparado!
Doy un salto.
Y cuando mis pies hollan otra vez el suelo; puedo sentir como toda la tierra tiembla bajo mí.

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