domingo, 2 de septiembre de 2012

En Las Montañas del Altai, diez mil soldados hay.


La nieve caia espesa como harina de cedazo. Toda la llanura estaba cubierta, hasta por lo menos, la altura de la rodilla; y nada en ella se escuchaba, salvo el silbido del viento, el leve aullido de lobos lejanos y el crujido de la nieve pisada. Hasta donde alcanzaba la vista solo se vei nieve, granizo, hielo y viento en todas direcciones.
Por la suave pendiente arrastraba los casdcos un pequeño y peludo cabalo a cuyos lomos cabalgaba un extraño jinete, que aterido, se arrebujaba como podia entre sus ropas. Con un grueso monton de telas hechas harapos retrorcidas para combatir el frio que se filtraba por doquier y mordia como un afilado cuchillo.
Bajo por la loma a ritmo pesado y por fin, cuando llego a la latura de una hilera de acantilados grises  cortados a pico; descnedio, y tomando el caballo por la brida recorrio a pie una veintena de pasos hasta alcanzar una de las multiples cavidades que se abrian en la aspera roca.
Dejo el caballo fuera, atado a una pequeña columna natural; y penetro en una bastante grande de cuyo interior  parecia nacer un riachuelo que ocupaba practicamente de margen a margen del espacio libre.
La cueva, aunque anacha de entrada, no se internaba muy lejos. apenas a unos cuarenta pasos se abria en el otro extremo de la montaña el final, de igual tamaño que su entrada, dsesembocando en un amplio circulo de rocas en el corazon de la montaña, a cielo abierto.
Alli la nieve era mas escasa, pues las copas de algunos arboles que nacian en el borde de las hileras superiores tapaban en algo los bordes, y adema, el incesante goteo de pequeños regueros y torrenteras aqui y alla impedian que todo se helase con la facilidad del exterior. La nieve era empujada y retorcida en jirones, y llegaba con menos inetensidad, asi que trozos de verde despuntaban como en islotes por algunos rincones. En uno de estos trozos de hierba, isla sobre isla, se veia una pequeña roca hincada verticalmente, como un diente sobresaliendo, listo para morder el cielo. Un pequeño cerco de guijarros los custodiaba; y aepnas uno se acercaba comprobaba que aquella piedra debia de tener alguno significado especial, pues estaba grabada con simbolos y letras; y decorada con filigranas y lineas y garabatos, y una mancha de color en un exteremo delataba que en algun momento de su extensa vida debio de estar recubierta de pintura, quizas de varios colores diversos.
El hombre se arrodillo delante, e inclinandose la frente sobre el suelo, apoyo las manos y asi se quedo un buen rato, musitando algo mientras tanto. Cuando por fin acabo, extrajo de su cinto un frasquito y derramo su amarillento contenido delante de la roca. Hecho lo cual, se sento comodamente con las piernas cruzadas y se desnudo hasta la cintura, dejo sus sable en horizontal sobre el suelo y asi se quedo, amoratado por el frio, pensativo, quiza meditando, quiza recordando o quinza simplemente disfrutando del impenetrable silencio que calmoso reposaba.
Una piedrecita cayo zumbando, a un charco, y rompiendolo en mil abrasadoras olas, rompio aquella quietud por un efimero instante.
Por encima de sus tatuados hombros, aquel hombre levanto una suspicaz mirada; pero no hizo ni dijo nada, y siguio el curso de su meditar errante.
Un pajaro aleteo y se perdio en la lejania.
Un suspiro quebro el aire.
Estaba claro ya que el silencio absoluto no existia, pero siguio intentanto encontrar la paz en lo rpofundo de su ser.
No la hallo.
Tras un prolongado discurrir; hallo dos ruidos, uno agudo y otro grave y profundo. Desconcertado, miro en derredor, busco afanoso, la respuesta, !Nada! y por fin se volco su saber en la meditacion de nuevo. !Imposible! Aquel infernal ajetreo amartillaba su alma, horandole como el agua a la roca.
Y hallo la respuesta cuando se la trajo la brisa.
El sonido agudo era su respiracion, y el grave los latidos de su corazón.
Desilusionado, se levanto, recupero su arma, y la volvio a presentar con ambas manos.
Un brillo gris y mezquino rompio el aire detras suyo, y el, experto en mil batallas, en trampas y argucias, se giro como un gato mientras se echaba a un lado en cluclillas.
Delante suyo habia un hombro, un rostro de barba enloquecida, alto como un pino, portando una lanza tan lata como él. Era  poderoso de hombros, y aunque era alto, la barba negra y espesa le llegaba a la cintura.
- ¿De quién, quienes tu?- le pregunto, desconfiado.
El otro se limito a sonreir como unica respuesta.
- Esto es territorio sagrado. Nadie puede entrar aqui con un arma.
El otro apoyo la cabeza en un ladodel cuerpo, y luego lentamente en el otro, como si negase con suavidad o se riese entre murmullos, y luego continua, con una sonrisa en sus labios:
- ¿Y tu sable?- dijo con una voz afilada como el hielo.
- Es un arma ceremonial- respondio el otro secamente.
El hombre de la lanza volvió a sonreir, esta vez, mucho mas visiblemente y continuo:
- ¿Esta mal mentir?
El otro, que tenia prisa, pues no le gustaba nada esto, no contesto, tratando de irse por el  lado opuesto de la cueva, pero el de la lanza le cerro el paso y le volvio a preguntar:
- ¿Esta acaso, mal mentir?
- Por supuesto- respondio, cada vez mas enojado.
- ¿Y seria doblemente deleznable mentir en territorio sagrado, pues?
- En ese caso seria triplemente reprobable.- contesto, escupiendo las palabras segun las decia.
- Una respuesta pateticamente razonable- le espeto el otro, ante su estupor- Digna de un cobarde y debil como tú.
- ¿Yo un cobarde? ¿Yo , un debíl?- sus nudillos se pusieron blancos de la presión sobre la espada. - Creo que desconoces con quien hablas.
- Al contrario, te conozco muy bien. Muy bien- repitio con una sonrisa torva.
- Entonces no me llamarias cobarde. Yo solo he dado muerte a mas de vienticuatro guerreros en combate singular. Cada una de las marcas de mi sable es una ciudad apresada. Las...
- ¿Y porque un guerrero tan fuerte y temido se vale del arma de la mentira? ¿Es que desconfia quizás, de la fuerza de su brazo?
-! Maldito bastardo, como osas... !- rugio furioso el otro, y desnudando su acero, vocifero : - Atrevete a decir una sola palabra más, perro y te demostrare por que que hay estrellas en el cielo.
Pero si tenia miedo, el hombre de la lanza no lo demostro en absoluto. Se limito a reir con franqueza y continuo con su chachara como si nada hubiera pasado:
- ¿Eres, quizás, enemigo de la verdad? ¿Eres amigo de la mentira, acaso? ¿Entonces, porque mientes en un lugar sagrado?
La furia estrangulo algunas voces en su garganta, y no dijo nada. El hombre de la lanza continuo hablando.
- ¿Por que llevas un arma en un lugar sagrado?
- Es un arma consagrada...
-!Mientes!- le interrumpió con un grito.
- Esta arma fue forjado por los monjes de...
- !Mientes!
- Queria consagrarla aqui en las aguas ...
- !Mientes! Por tercera vez. Has mentido tres veces , en un recinto sagrado. Tres veces tres son nueve. Pero no te preocupues, estamos en paz.. Esa arma te la regalo tu difunto padre, Sikinghon, y es un arma de guerra, no un arma consagrada: ha bebido sangre y probado carne. !Lo sabes muy bien! Esa arma dio muerte a mi padre, por mano del tuyo. El te la lego .Y hoy la has traido aqui para que te proteja, porque desconfiabas, y hacias bien. Eres un hombre inteligente, pero mentiroso, aunque no lo suficiente. - dio un saltito hacia atrás. y tiro la lanza a un lado. Desenvaino  la espada que llevaba en el cinto. - Siento decirterlo en un lugar sagrado, pero voy a matarte. Matar es tres veces peor que mentir, segun las tradiciones. Asi que tres veces tres son nueve ¿Verdad? Estamos en paz. - y retrocedió.
- !Bah! Si crees que temo a hombre bajo el cielo...
- Palabras y mas palabras, siempre palabras. Pero las palabras ni libran ni ganan batallas. Las palabras se las lleva el viento. Esa espada dio muerte a mi padre, bien. Ahora, la espada de mi padre te dara muerte. Asi estaremos en paz.
- Ven a por mi- le reto el otro, colcando la hoja del sable vetrical entre ambos, con todo el cuerpo en tensión.
- No me hace falta.- respondió el otro, y se tiro al suelo.
No tuvo tiempo a reaccionar. Se oyeron varios chasquidos secos, como una rama al romperse, y media docena de saetas silbantes buscaron un blanco. Dos de ellas se alojaron en el poderoso abdomen, otra mas le alcanzó en el cuello, de las otras tres nada se supo.
Alcanzado en pleno impulso, el hombro echo la cabeza hacia atras mientras sus pies seguian avanzando. Su tronco alcanzó la tensión máxima y como una cuerda de arco que se rompe, se decasbalgo de espaldas sobre el frio suelo.
Formando un circulo, seis arqueros con armadura de cuero salieron de su esconbdiente entre las peñas, y cerrando cualquier liné ade escape, se acercaron con las arcos en alto y las flechas listas.
Incredulo todavia, el hombre herido trato de incorporarse, pero no lo logro. Apenas alzo un poco la cabeza la hallo incriblemente pesada y sus labios ensangrentados ensuciaron el suelo de escarlata.Sus ojos difusos giraron hacia arriba y de su garganta broto algun tipo de murmullo inaudible.
- Tal como te prometi, aqui estoy muchacho. Como ves, no te he mentido, no como otros ¿eh? -una sonora carcajada remacho sus palabras, y el hombre de la barba negra le paseo el acero por delante de su frente tremula. -´¿Alguna petición?
Un esputo sangriento le golpeo en la punta de las botas.
- Como quieras. - se arrodillo. Puso la hoja del arma en vertical, plana, justo encmia de su cabeza, como si fuera un pendulo, y por un instante jugueteo con ella de un lado para otro. Entonces, con un poderoso grito la dejo caer con fuerza. Con una fruta madura, el craneo se partio en dos y sus sesos revueltos se desparramaron por la nieve.- Adios, Rey de Reyes. !Ja!
Se levanto llevando en el rostro una sonrisa triunfante.
-!Rey de Reyes!  !Bufón! !Siempre fuiste un perdedor toda tu vida!
- !Eh, Togrul!- le impelio uno de los arqueos, uno que parecia el jefe. - ¿Quién era ese hombre?
- Un cadaver- respondió el, regodeandose.
- No, me refiero antes.
- Un cadaver. Ya te lo he dicho.- su risa volvio a atronar- Pero si quieres poner algun nombre en su tumba,l puedes poner  Skhinthá, creo. - y se volvió, y mientras limpiaba la hoja de su espada con un manojo de hierbas, comenzo a caminar hacia la entrada del tunel.
- Skhinthá. "Espada" !Hum!- empezó a reflexionar. !Bonito nombre! !Muy apropiado.- razonó.
- !Vamos, no tenemos toda la noche! La tormenta llegara en unas horas, y es mejor que no nos pille en campo abierto. !Vamos!- volvio a gritar, el hombre de barba.
- Oye, ¿Que es eso de las estrellas del cielo?
- Oh, es una leyenda. Se dice que hay una estrella en el cielo por cada ciudad en el mundo. Cuando un hombre conquista una ciudad y la destruye, la estrella se apaga. Se dice entonces que el hombre que conuistara el mundo bajo el cielo oscurecera sobre él la noche extinguiendo hasta la última tea.- decias, mientras cruzaba el umbral, y se perdia dentro de la cueva.
Cuatro de los arqueros le siguieron, pero otros dos, no. Uno de ellos se acerco cauteloso al cadaver, le dio la vuelta patenadolo con el pie, y agarro la espada del caido.
- !Deja eso!- le gritó el otro.- ¿No sabes que no se pueden coger las espadas de los muertos?- y se acercó al oido del otro- !Y mucho menos si son asesinados- musitó- Las espadas tienen el alma del caido. !Llevarla equivale a desafiar la ira de los espiritus! Un hombre pueden luchar contra mil hombres, pero mil hombres no pueden nada contra un espiritu vengativo.
- !Bah! !Cuentos de viejas en las noches de nieve!- se mofo el otro- El acero es bueno. Y eso es lo que cuenta. El resto...
- Una espada maldita se partira cuando mas la necesites. Asi trabajan los espiritus. Una vez...
- Bueno, pues da igual. La vendee´, y me sacaré un buen dinero por ello. Es una buena espada. La empuñadura es de piel de ballena. Y el acero...
- El acero es de lo mejor. Partiria una roca, si encontrara un brazo lo suficientemente fuerte para hacerlo. Pero da igual. Dejala alli. Que los muertos puedan descansar. !Vamos!- le urgió.- Ellos ya se han ido. Ahora tendremos que correr para lancanzarlos.
A regañadientes, sospesó el filo en sus manos, y meneó la cabeza. Pero como tenia prisa, finalmente arrojo la espada a lo lejos, con tanta puntería que el arma quedo clavada como una estaca, justo anfrente del monolito.
Apenas se fueron, una bandada de cuervos descndeió y se ocupo del cadaver con presteza.
Uno de ellos, satisfecho, dejo la carne y se apoyo en la empuñadura del arma.
Bajo la cabeza, se aliso las plumas y se rasco sobre el muslo derecho con el pico.
Graznó.
Un pedazo de carne cayó. reboto en la guardia y se hundió en la nieve. Uan gota de sangre se agolpó alli, y recorriendo la hoja del arma, se deslizo lenta y pesadamente por todo su extensión.

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