sábado, 8 de septiembre de 2012

El Cantar del Destierro

    Roca de la Llama, 27 de Marzo del 296.
La isla me espera envuelta en la niebla del misterio. Es pequeña; y en realidad, esta tan pegada a la isla principal que bien podria decirse que es poco mas que un apendice de esta. Nada en ella llama la atención; salvo su fortaleza natural: las rocas, grandes y puntiagudas, forman una muralla natural de dificil asalto, cercando la isla con escollos y acantilados; y no hay ningun acceso salvo la pequeñabplaya y el escueto puerto. Al fondo, recortandose contra la espesa niebla, se vislumbra el orgullo de la isla, y como gustan de decir sus habitantes, su estandarte: el castillo de la Familia Klien. Mi objetivo.
Las mareas son rapidas en este lugar, el oleaje duro y las corriente traicioneras. No es un dia especialmente malo, pero aún asi atracar en el puerto nos lleva bastante más tiempo del esperado. Según se dice, eso hace a los marinos de la zona excelentes navegantes: el entrenamiento diario les hace duros: cualquier error se pagaria con un coche contra estas malditas rocas; y eso aqui, significa naufragio.
Nuestro barco llama inmediatamente la atención: no reciben visitantes a menudo; y a juzgar por el tamaño del muelle y los barcos que hospeda, esta claro que no entramos dentro del catalogo habitual. Los pescadores no pueden evitar miradas supicaces; y los niños se arreciman en los alrededores y nos señalan entre risas y alborozos, atrayendo a otros. Las mujeres nos espian desde las ventanas; los ancianos se sientan en troncos secos cerca de la playa y nos observan ceremoniosamente.
Apenas pongo pie a tierra  descubro que nadie nos espera. Esto es raro, pues habiamos avisado de nuestra visita tiempo ha. Decido esperar un rato, concediendoles el benficio de la duda. La espera me consume y solo veo volar gaviotas y cuervos, y eso es un mal presagio, según me señala pronto la marineria. Por fin, cuando ya me habia decidido yo mismo a avanzar, un guardia viene hasta el muelle y saludandome efusivamente (con un exceso de confianza que prefiero ignorar deliberadamente) me pide que le acompañe. Tiene dispuesto un caballo para mi, y agradezco el gesto; pero sinceramente, pienso que es un mas bien un efecto buscado que un intento de ayudar: la isla es lo suficientemente pequeña como para que caminar no sea una pesada carga.
El trayecto es corto, y segun entiendo, la isla no comprende más que una aldea (la que ya he visto) unas praderas con pastos y ganados) un pequeño arroyo y dos senderos: un conduce al castillo y otro, a un par de bosques densos que se adivina a lo lejos, entre la sempiterna niebla. El castillo, en contraste parece estar de sobra, demasiado bien construido para una isla de este tamaño y riqueza.
El hombre que me acompaña trata en vano de hacer mas amena la cabalgata hablando sin parar; no consiguiendo más que hacermela el doble de fatigosa. A pesar de que contesto con monosilabos y con tanto dureza como me permite la educación, parece no darse por enterado y sigue su chachara insustancial y pesada. No habla más que de combates y batallas; tema que por lo demás, no me atrae demasiado: el hecho de que sea un emisario no parece importarle, y dado las anecdotas que cuenta, o bien carece por completo de sensatez, o bien es un  incosciente, o bien un perfecto mentiroso, pero el tono de su voz parece mostrar una persona sincera, asi que debe de ser lo primero , segurmente mas lo segundo. Me muestra su espada como si fuera una posesion preciosa; pero por mas que la miro no veo más que una espada cualquiera con un par de grabados en la empuñadura. Le pregunto su nombre, pues en ningún momento me lo ha dicho; y me contesta, ufano, que se llama Recard, que desciende de no se que fabuloso guerrero, que acabo con no se cuantos enemigos en no se que famosisima batalla y no se que más. Si lo que queria el Señor de esta isla era que no era bien recibido aqui, desde luego ha acertado con la escolta.
Por fin, llegamos al castillo; una construccion maciza y que transmite fortaleza; parece estar en muy buen estado, y ni la hiedra ni el oxido parecen haber acampado por aqui. Quien quiera atacar estas tierras debera prepararse bien: entre las rocas, el mar y el castillo el desafió es formidable. Si la codicia que engendra un lugar se refleja  en las defensas, por algun sitio se deben de esconder tremendos tesoros.
Apenas un par de guardias nos reciben en los muros, y no creo que sean necesarios mucho más. Con poner un par de vigias en la torre del Homenaje se tiene un vision de la ensenada y del terreno un par de millas mas allá, con un poco de vigilancia nadie puede atacar sopresivamente. De todas formas, como me informan enseguida, la isla no ha sido atacada en años, y no se espera, en principio, ningún asalto.
Dada la falta de hombres, debemos de desmontar y desensillar nuestros caballos nosotros mismos; pero a mi no me molesta: entre huir de la charla de mi anfitrión y las ganas  por ver ya al señor de la Isla han conseguido disparar mi impaciencia a cotas insospechadas un par de horas antes.
Me recibe en la torre el criado del señor, que según sus propias palabras, hace de Consejero del Señor, según el no podria ser de otra manera, pues ninguno de los demás criados de la casa  tienen rango suficiente para tratar con mi persona. La agradezco la amabilidad y le pido, que sin más, me lleve hasta su Señor; el accede encantado y entre sonrisas, y también me informa, asimismo que se llama Senental.
Senental es un hombre importante en la poitica de estas tierras, segun comprendi luego, y justo es que haga un retraro, aunque sea breve, de él. Es un hombre de buen tamaño; jovial, que gusta de reir con cualquier comentario, con poco ligero que sea. Parece un buen hombre, y su unica extravancia es llevar una tunica roja con el emblema de Casa dorado en el pecho, que llama poderosamente la atención. Este emblema, huelga decir, es la unica decoración de los muros, en tapices y grabados de madera: el hombre que me escolta, tambien lo llevaba en el hombro de la armadura, pero no me di cuenta de ello hasta que lo vi en Senental. El emblema representa a un martillo en campo partido, y a un castor,; la conjunción de ambos simbolos es desconocida para mi. Como no quisiera hacer mofa de ello y molestar a mis anfitriones, me abstengo de hacer ningun comentario al respecto, al menos por el momento.
En la casa, por otra parte, no vi mueble u objeto alguno: salvo los estandartes y emblemas, no se ve otra cosa en las paredes, ni un mal banco, ni una lámpara, ni un solo adrono para distrae la vista. Me imagino que mantener este castillo en orden debe de ser algo oneroso, pero llegar a estos extremos me parece excesivamente áspero, incluso para mi gusto, que todo el mundo sabe, no es especialmente refinado.
Ocupado en pensar aquello llegamos los tres (pues Recard aún nos acompañaba, como se vera luego, por algo que desconocia)  a la sala de recpeciones. Como el resto de la casa, era esta de decoración simple. Apenas se veia en ella la piel de un oso en el suelo, un par de cueros de vacas para vestir las paredes, y una chimenea detrás del trono. En el lado más alejado de mi, estaba el trono, y en él, un hombre que se mme atonjo enseguida extraordinario.
Todo en el tenia aire regio, y aún la edad, que segun creo, era elevadisima (quizás mas de ochenta años) mas que restarle le sumaba. Tenia algo de mago o brujo en la imagen; y no poco de solemne en la pose. Dormitaba  o meditaba mirando directamente a la hoguera, y no parecio darse cuenta de nuestra llegada.
El cabello de plata se fundia en nieve y se desparramaba en una suave melena sobre sus hombros, ceñido en una diademea gris; portaba una tunica de acabado simple, y cosa sorpendente, no lleva el  símblo de la casa en ningún sitio. Su unico adorno era un medallón de oro con un joya roja engastada, y una daga pendia de su cinto. Todo en él era calma, pero lejos  de parecer debil o cansado, la piel estaba tersa y brillante, la anchura de sus hombros revelaba que alli debajo habia mucho mas músculo que piel, si se me entiende lo que quiero decir. Senental se acerco a su diestra, y bajando la cabeza hasta que sus labios rozaron sus orejas, musito algo;el Señor pareció asentir levemente, y con un gesto de su mano indico que me acercara.
Yo me cuadré ante él, y con el puño en el pecho, agaché la testa mientras decia:
- Señor...
-Levanta.- me constesto con rapidez una voz sosprendentemente agíl- Yo no soy el Señor de la Casa. Toma asiento, y si disfrutas de la conversación, te amenizaré la espera contandonte lo que quieras saber de estas tierras.
Yo me quede anonadado por estas palabras, y por algun tiempo, no pude decir nada. Por fin, dije:
- Antes, me gustaria conocer el nombre de  tan ilustre compañia.
El me miro con una sonrisa tierna y contesto suavmente.
- Si quieres saberlo, me llaman  Carissa... el Loco. Si, asi me llaman, asi me conocen desde que los viente años, ahora tan lejanos. !Tan lejanos!- repitió, lúgubre. - !Tan lejos y sin embargo, tan cerca!
Yo me quedo un rato sin saber que contestar, pero ese instante oi como se abria una puerta, y una voz aguda me dijo:
- Le esperaba. Espero que no haya tardado mucho.
Me volví y vi a un hombre y aun joven. El chico tendria unos diez años y tenia el pelo rubio y lacio cortado a la altura de la barbilla. El hombre que venia con el era de mediana edad, con una perilla de color negro oscuro; y era largo y estirado como un fideo. Me volví hacia el y me agache respetuosamente la cabeza, pero el, como si no tuviera que ver nada con él, se echo hacia atrás con un gesto mas bien indiferente.
- Yo soy el Señor- dijo seguro el niño.
- ¿Tú?- conteste yo, incredulo.
Gracias a los dioses, no parecio tomarselo demasiado mal.
- Tenia entendido que los emisarios solian ser mas cordiales. Habré entendido mal.
- Le ruego que me disculpe. No tenia noticia que el Señor de estas tierras fuera un muchacho imberbe...-la estupidez de estas palabras comenzo a pesarme según las dije, pero no pude evitarlas en aquel momento: las dije según las sentí.
Él me contesto con total franqueza, pues no debia de sr la primera vez que ocurria algo parecido:
- Si la Sabiduría o la Prudencia residieran en la barba, quizás hubiera sido más apropiado nombrar a un chivo regente. ¿No le parece? Al fin y al cabo, cabras y becerros no faltan en esta isla. ¿Verdad?- y al punto se volvió hacia Carissa, que un poco antes se habia levantado del trono y se habia vuelto hacia una de las ventanas, y miraba melancolico las praderas. No contestó.
- ¿Que quereís?- continuó- Sospechamos que nos hareis perder el tiempo. Será mejor que no lo hagaís.
Yo, por suavizar las cosas, decidí ignorar este último comentario y preguntar a su vez:
- Perdone que insista, pero los asuntos que me han traido aqui son de máxima importancia, de tal modo y manera que solo los puedo debatir con el Señor de la Casa. Imagino que las circustancias que han degenerado en vuestro nombramiento no son las habituales, por asi decir...
- Imaginaís bien. -dijo, con un tono de voz un poco monotono- Nuestro Señor, mi padre, marcho años ha hacia un lejano viaje, y no ha vuelto. La Regencia quedó, pues, en mis manos por su expreso deseo. .
- Perdonad mi insistencia, pero... ¿Hace cuanto tiempo que fue eso?
- Hace unos cuatro años, señor.
- Perdonad, pero nada sabía de este... desafortunado incidente.
- Es normal- dijo él, con tranquilidad. - Consideramos que esa noticia, si se llegase a conocer, podria presentar ciertas... dificultades para nuestro pueblo. Por ello preferimos no hacerla pública. Que os hagamos participe de ella habla de nuestra buena disposición, e imagino que estareis a la altura de nuestra deferencia. Supongo que cuento con su discreción en este punto...
- Por supuesto- contesté mecanicamente. - No quiero parecer pegajoso, pero vuestra buena educación es remarcable. Manejaís con destreza las lenguas.
- Oh, bueno, tuve buenos maestros. El mérito es por entero suyo.
- Sin duda - digo mientras le echó un ojo a Carissa, que sigue mirando por la ventana con las manos cruzadas en la espalda.
- Os equivocaís. Senental se ha encargado de mi educación. El es un maestro de las letras. Todo lo que aprendí a él se lo debo.
- Me halagaís señor- dice el, poniendose colorado.- Pero esto es demasiado.
- De la otra parte de la educación, las artes de la guerra, se ha ocupado el sin par Recard.
- Solo cumplo con mi deber,  señor. - contesta él golpeandose el pecho henchido de orgullo con el puño.
- Pocos guerreros en verdad, pueden defender nuestras posesiones...!Vaya!- me dice de pronto. - ¿Ha oido ese cuerno? Hay un asunto urgente que requiera mi presencia. ¿Podrá disculparme un momento? Volveré enseguida.
- Por supuesto. -repongo yo.
Tan rapido como entró, desaparecen los cuatro por una puerta lateral; y me quedo yo solo y Carissa.
Me acercó a él, y siguiendo el rumbo de su mirada, veo alli abajo un caballero de rutilante armadura paseando al trote por la pradera.
- ¿Quien es él?- pregunto con extrañeza.
- ¿Él? - me constesta. - Es Celsiur. Aquí lo conocemos como el Caballero errante. Vaga de un lado a otro de la isla, sin pararse nunca en ningun sitio.
- Pues a estas alturas, debe de estar cansado de la isla.
- Nunca nos bañamos dos veces en el mismo rio- contesta sombrío.- De vez en cuando se pasa por aqui, pero no suele estar mucho; un par de días, a lo sumo, ya es bastante para él. Odia el lujo y la comodidad.
- ¿Es alguna clase de peregrino o ermitaño?
- Oh, no, nada de eso. Es un guerrero, y uno de los mas valientes y decididos. Siempre podemos contar con su ayuda, si la precisamos; y si hay batalla o suena el cuerno en algún sitio: alli estará el. Pero el cree que el cuerpo hay que educarlo como conviene. Y un guerrero no debe de acostumbrase a la vida facíl y serena o se volvera blando y tranquilo.
Percibí un extraño aire cálido en estas últimas palabras, y no puede menos que preguntar:
- ¿Y vos, también lo creís así?
- Siempre lo creí asi. - dijo el acercandose a mi. Por vez primera, me di cuenta de su talla, y era descomunal. Me sacaba una cabeza larga, y aun algo mas del cuello. Cuando el me miraba, torcia el cuello hacia abajo y yo no soy un hombre bajo precisamente.
- Mire- dijo agarrando el jergón de la chimenea- Quizas crea que tengo muchos años, demasiados. Observe bien- y sin mucho esfuerzo, doblo el jergón. - Si cree que ahy algún truco, intentelo usted mismo- dijo, y me acerco el jergón aún doblado.
Trate de tirar, pero fue en vano. El jergón estaba doblado a conciencia; pero él, sin embargo, no parecia haber hecho ningun esfuerzo. Quedé asombrado.
El se limitio a reir.
- Así es, así es. Aún me mantego bien- djijo y me acercó la mano. Cuando la estreché, me di cuenta de su tenaza. Por poco me rompe los dedos. - ¿Se da usted cuenta? Toda mi vida me he entrenado y ejercitado como merecía un rey. Y sin embargo, heme aquí aguantando mis huesos contra una pared, mientras espero a lo inevitable.
- Perdone, pero no lo comprendo. ¿Es acaso, él, un mal señor?
- Oh, en absoluto. El es suficientemente cruel para ser Rey si se lo propusiera. !Fijese! Me ordena que en su ausencia, pueda sentarme en el trono. Sabe lo que hace. Le gusta torturarme de todas las formas.
Crei entrever alguna parte del problema, y entonces, pregunte:
- ¿Es que acaso no fue Señor, ni regente?
- No es mi destino. La Casa de mi padre se emparento con esta hace algún tiempo, en la epoca de esplendor de Cissor, el Estratega.  Pero la luz de una antorcha dura poco, como dicen en mi tierra. Cuando este murio, los oscuros escandalos volvieron a la luz. Y yo me vi arrastrado con ellos.
- ¿Escandalos? ¿Que escandalos?- pregunté, y apenas lo hice, me di cuenta que me habia equivocado. !Hablar de estas cosas, con el Señor al otro lado quizá, de la puerta, no era seguramente, lo más apropiado!
- Un lio de faldas- respondió el con toda crudeza- O para ser mas exactos, dos de elllos. Uno en cierto convento, y otro con rapto incluido, y según se dice, con bastardo de por medio . La última era un familia muy influyente. Y el agraviado convenció a mi padre para que se desligase de esta familia.  Pero yo ya habia nacido... Nunca entendí nada, pues yo era muy pequeño, pero yo ya no era bien recibido aquí. Mi madre fue repudiada y relegada. Mi padre volvió a contraer nupcias apenas murió; y de este matrimonio nacio Sheldor, el anterior Señor. Yo quedé en un segundo lugar, aunque debo decir que siempre fui tratado con todo el respeto: Sheldor me apreciaba, y yo también a él, en verdad. Toda mi vida me prepare para gobernar... Y sin embargo, mi tiempo ha pasado ya. Cuando tuve viente años, lo entendi, y me dedique a otros menesteres.
- ¿A cualés?- le pregunte yo.
- Mire allí. ¿Que ve?
- Un redil... y unas cuantas ovejas. Muchas ovejas.
- Bien. ¿Y allí?
- Otro redil. Y otras tantas ovejas... y alguna vaca, si no me equivoco.
- No lo hace. Y alli, ¿Que es lo que ve?
- Hum.... no lo puedo ver bien, pero parece otro redil; y al lado un corral. Veo muchas cabras, y gallinas y cerdos.
- En efecto- dijo él.- Y no solo eso. Detras de ea colina, hay otro redil. Allá, en el este, no se si lo verá bien pero alli pastan mis bueyes. Y junto a esos arboles, tengo mas cabras y ovejas. Y alli, mas atrás hay algunas gallinas más.
- ¿Pero... cuantos animales posee?- pregunte yo, soprendido.
- Los animales son mi pasión ahora. Gaste buenos dineros en adquirirlos, alimentarlos y cuidarlos bien. Ahora mismo- continuó - creo recordar que la cuenta asciende a unos cincuenta cerdos,cien cabras, diez vacas, diez bueyes, setecientas gallinas y ocohocientas cuarenta ovejas.
- !Es increible! ¿Pero... da la isla para alimentar a tantos animales?
- No, no lo hace. Su manutención me cuesta cerca de mil centavos de plata semanales. Soy un hombre rico... O mejor dicho, lo era hace tiempo. En todo caso, los animales son mi pasión. Lo único que me sabe mal de todo esto es que el se los quede todo, a mi muerte. Por eso dudo en venderlos, pero odiaria hacerlo por partes. Quisera venderlos a todos a la vez, pero no aparece comprador.
- Sin duda, se tratara de una suma fabulosa.
- No crea. He bajado el precio. Quien pueda dar por ellos seiscientas ochenta monedas de plata, se los lleva todos. No creo que sea un precio exagerado.
- ! Ni mucho menos! De disponer yo de esta cifra...
-  ¿Se ha fijado que aqui hay pocos soldados verdad? ¿Sabe cúál es su labor en esta isla?
Le mira sin acabar de comprender.
- Guardan mi ganado, claro. Cerca de 2000 cabezas es un botín suculento. Y alguno ha juzgado creer que no me daria cuenta de una pequeña baja más o menos. Se equivocó, ¿entiende? Ahora los soladados lo vigilan dia y noche. Tampoco es un trabajo duro; y de todas formas no tienen otra cosa que hacer la mayor parte del año.¿Comprende ahora por que me llaman el loco?
- Bueno, no creo que querer a su rebaño sea síntoma de su locura. Yo simplemente creo que ....
- Es usted un hombre amable. Pero en cuanto a mi, estoy más alla de la amabilidad. - me interrumpió él- !Bueno, pàrece que le llaman! Bien, ya charlaremos más en otra ocasión.- dijo él, despidiendose.- !Que usted disfrute de su estancia! Yo tratare de hacer otro tanto.
Recard acabada de entrar por la misma puerta, que poco antes habia salido el Señor.
- Sigame. Siento haber tardado tanto .Espero que las... excentridades de nuestro amigo no le hayan molestado en exceso.
- Oh, no, nada de eso. Creo que llamar el Loco a este hombre es un exceso. Por tener muchas cabezas de ganado...
- ¿Muchas cabezas de ganado? Oh, no se le llama el Loco por eso, si es lo que quiere decir. No haber pisado el trono ha retorcido el caracter del viejo.  Fijese, seguro que le dijo que nunca habia pisado el trono ¿Verdad?- asentí.- Bueno, pues no es cierto. Por aquel entonces el Señor de la Isla estaba en otro de sus viajes, asi que el cargo recayó en él. Estuvo en el tres meses. Por donde empezaría... Ah, si. Se acordará usted, sin duda, de que en la Sala de Audiencias hay una piel de oso. ¿No es cierto? ¿Sabe usted a quien pertenecia ese oso?
- No.
-  Era un oso amaestrado. Venia con un juglar, y mientras el cantaba, el oso bailaba.Una buena pareja. Al viejo no le gusto mucho. Se negó a recibirlo en palacio. Como habia llegado en un navio mercante; y el navio no saldria hasta pasada una semana; el juglar debia quedarse ese tiempo. No tenia dinero, y el Viejo prohibió que nadie le diese ni siquiera una limosna, pues el viejo, solo diferencia entre lo que ama, y lo que odia, que es casi todo; y al poco el juglar quedo sin nada que comer y desesperado. Buscó algo de comer, y halló que en esta isla, lo que sobra es ganado. Se le ocurrio robar un par de huevos a las gallinas, que ponen más de trescientos diarios, para la mesa del Viejo. Cuando le dijeron que le habian visto comer un huevo, se le condenó a muerte , por ladrón. Se le ahorcó y su cuerpo quedo colgado desde las almenas durante semanas, hasta que su cadaver fue devorado por los cuervos. El oso se lo quedó. Le gustaba mucho, y lo hacia bailar todas las noches. Un dia se le oyo comentar que el oso le gustaba tanto que no seria bueno separse de él.  Al dia siguiente dijo cen voz alta que estaba cansado del frio del suelo, y que necesitaba una alfombra. Al tercero, estaba en la jaual del animal, acariciandole la cabezota mientras le decia " !Que esplendido animal! ¿No es toda una belleza? Come , hombre, come, bien. !Alimentate como te mereces, titán!". Al cuarto lo envenenó. Al quitno, ya tenia alfombra. Cuando se la trajeron, se echo a llorar sobre ella, desconsolado, durante un dia entero mientras repetia una y otra vez "¿No te merecias esto? ¿Ahora, quien bailara para mí?"
- ¿Se ordeno su muerte por un par de huevos?- pregunto yo, desencajado.
- No se trata del robo ; se trata de que le roben a él. Que le arrebaten algo que el entiende que es suyo por derecho. Así que le dio a elegrir. Bien podia esocger la horca, como vulgar ladrón; bien podria escoger que le sacarán los ojos y le cortarna las manos. Los ojos por mirar con deseo lo que no era suyo, los manos por ser las artifices del delito.
- Pero sin ojos ni manos... Eso es una condena a muerte.
- Por supuesto- me miró sombrio.- Asi piensa el Viejo. ¿ No le dijo que cuando murió su hija, ordeno que nadie en esta isla riese, cantase, danzase o celebrase nada bajo pena de muerte o destierro?
- No mencionó nada de una hija.
- Es que ahora no la recuerda o no quiere recordarla.Dispuso que su cadaver fuera incinerado y sus cenizas, las inserto en ese medallón que lleva siempre consigo, dentro de esa joya roja. Pero el nunca le dira nada de ella, ni la menciona jamás.   De hecho, ahora no permite a nadie hablar de ella en su presencia. Le abofetaria hasta que callase. Y con la fuerza que tiene...
- ¿Y que fue de su esposa?
- Se suicidó, claro. No lo soportaba más y se tiro desde la torre. Mando que se le buscara, pero nunca se la halló. Luego mandó que se le hiciera una estatua de bronce y ordeno que fuera arrojada al mar también. Luego dijo que como segurmanete a su esposa la hubieran devorado los peces; el nunca comeria mas pescado, y prohibia a toda la isla hacerlo. Imaginese, en esta isla... Estuvieron a punto de matarlo. Una piedra le pegó en la cabeza mientras paseaba y lo dejo todavia peor.  Desde entonces su caracter ha tornado de cruel a sombrío. Nunca fue el mismo ya. Maquina pero piensa más que actua. - hizó un mohin de repugnancia, como si prefierira no seguir hablando-  Cuando volvió el  señor y se entero de la lista de sus desmanes, ordeno que se le apartase y nunca más pudiese ser Regente.
- Al menos, los que habian sido desterrado pudieron volver...
- En su caso, el destierro consistia en mandar saltar a la gente desde  las almenas que dan sobre los acantilados. Eso es lo que el Viejo entiende por destierro. Destierro perpetuo, decia él. Habia leido un libro antiguo donde se leia " ¿El Destiero? Ten piedad, dia la muerte" Y le parecio muy gracioso.
- Madre de mi vida... y parecia tan tranquilo, alli dormitando en el trono...
- Eso se debe a que no lo ha recibido desnudo, como aconstumbra. Seguramente, por hallarse dormido cuando llego. !Vamos!. dijo, franqueandome una puerte- Hemos llegado. !Ya estamos aquí, mi señor!

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