miércoles, 26 de septiembre de 2012

El Viejo Tonto que Quiso Remover la Montaña


Recuerdo aquel día como si fuera ayer.
El día había sido anodino, la tarde perezosa. En el horizonte, los últimos rayos de sol se desgranaban sobre las rocas. 
Yo estaba cansado después de haberme pasado el día jugando con mi primo. Quería mucho a ese muchacho; era mi compañero de juegos favoritos, aunque me ganase siempre. El era mucho mas alto y fuerte, mucho mas alto que un niño de su edad (tenia la misma edad que yo). El y yo estamos encima de la cuesta, mirando caer el sol sobre el rio. Nos acompañaban nuestros perros y nuestros arcos, y unas cuentas flechas con las que habíamos estados tirando un poco.
Mi madre, mas abajo, nos acaba de llamar para cenar.
Algo se movió entonces entre los matojos de la rivera del rio. Algo se sacudió entre las ramas; y oímos ruidos confusos. Lo siguiente que vimos fue una bandada de cuervos volar. Mi madre era muy superticiosa, siempre decía que eso era un mal presagio. Yo me quede mirando, pues algo debía de haber asustado a las aves, y quería saber que era. Recogí mi arco  por si era una fiera y me plaste al terreno Mi primo me imito.
Apenas los cuervos habían emprendido el vuelo, los vi. Era una docena de jinetes, todos con ropas pardas. Tenían aspecto fiero, iban bien armados y llevaban pinturas de guerra. Iban cabalgando a buen paso, como si no supieran que estábamos allí, o como si todo eso les perteneciera. No me gustaban, y como nada podíamos hacer mi primo y yo con un par de arcos de tejo contra aquellos hombres, volvimos a la carrera al campamento.
- ¿Que pasa? - preguntaron todos al ver volver tan rápidos y con el espanto en los ojos.
- No lo se, madre. Un grupo de jinetes vienen hacia aquí. Están armados y llevan pinturas de guerra. -le conteste apenas el aliento me lo permitió.
- ¿Jinetes? Serán, seguramente compañeros de tu padre. Quizás nos traigan noticias de él. !Que todo el mundo se prepare a recibirles!- comentó a decir mi madre, pero vi que no era sincera, y que algo turbaba su espíritu, y yo me asuste más.
¿Que podrían querer aquellos hombres? ¿Por que llevaban armas y pinturas de guerra si no nosotros no estábamos en guerra con ninguno? ¿Que buscaban en nosotros?
Mire el rostro de mi madre y vi las mismas dudas. Ella era ,sin duda, una mujer valiente, (como corresponde a nuestra raza) pero su mirada vacilaba al chocar con el horizonte. Un rictus de temor le asomo cuando vio llegar a aquellos hombres al galope, haciendo chanzas entre ellos y grietándose unos a otros como si nosotros no existieramos. Por fin, se detuvieron justo en el centro de las tiendas, pero continuaron hablando entre ellos como si tal cosa.
Grumûk, el viejo; que ya no temía a nada ni a nadie; fue el primero en hablar:
- ¿De quien, quienes vosotros? ¿Que buscáis aquí, forasteros?
El hombre que iba en cabeza, un guerrero enorme de larga barba; le miro con desprecio, como si le acabase de hacer una afrenta, y agarrándole por el pescuezo al pobre viejo, lo alzó del suelo a pulso, le arreo un par de bofetones y lo arrojo al suelo como si fuera escoria.
- !Vaya! !No sabía que los perros de este país hablaban!- se burlo, y le escupió al Grumúk en la cara. Estridentes carcajadas se desataron.- !Vaya! ¿Hay alguien en este campamento con la autoridad suficiente para hablar conmigo?
Nadie contesto, pues todos, incluidos los hombres, estaban como petrificados por lo que acaban de ver: era verdadera mente innoble pegarle así a un viejo indefenso. Mi madre tomo entonces la palabra. Ya he dicho que era una mujer valiente:
- ¿Quizas fuera conveniente saber quien nos pregunta. Y saber de parte de quien viene, y a qué.- le dijo con una mal disimulada cólera.
- En lo sucesivo, me llamarás Señor, o Amo, como prefieras- y soltó una risita siniestra- Pues eso soy.Eso es lo único que te diré, y eso es lo único que necesitas saber. A partir de ahora, toda este chusma- continuó, alargando un brazo y extendiéndolo en arco- me pertenece.- Desmontar las tiendas, recoger el ganado. Vendréis conmigo. Ahora.
Como una ola de frió; todos los hombres se pusieron pálidos de pronto. ¿Quién era aquel presuntuoso para declararse Señor de nadie? ¿Con que autoridad les  mandaba? ¿De quién era jefe? Golpear al Viejo era grave, pero esto era mucho peor. Los hombres llevaron las manos a los pomos de las espadas, alzaron las lanzas y comenzaron a preparar los arcos.
Pero cuando los vio, el jefe de la barba negra se rio sin disimulo. Se llevo los dedos a la boca y profirió un agudo silbido; y al  segundo, vimos y emprendimos porque habían llegados tan resueltos y despreocupados; porque habían llegado al trote y nos habían ignorado. A cada lado del campamento aparecieron  no menos de cuarenta jinetes; con los arcos preparados. Comenzaron a avanzar entre las tiendas, cerrando el círculo alrededor nuestro. Los niños y mujeres que habían quedado en ellas fueron sacados y empujados el circulo central.
La furia recorrió mis venas, pero no podía hacer nada. Mi  pequeño arco no podría ni atravesar esas armaduras de placas. Defenderse seria un suicidio. Y mi ira se haría aún mayor cuando vimos quen  los jinetes de los flancos pertenecían a los tres veces malditos Thurushk. !Sin duda, este perro traidor había pactado con nuestros enemigos para hacerse señor de todos nosotros!
Sheribhaí, jefe de los Cazadores  de la Tribu, tomo entonces la palabra:
- Nosotros no iremos contigo, pues ya tenemos Señor. Suponemos, oh, extranjero, que seas un buen Señor. Entonces no te gustaría que os fuéramos con otro por el simple hecho de tener mas hombres-
El de la Barba volvió a reírse, más fuerte aún que antes, y rebusco algo en la silla de su caballo. Saco un saco grande y pesado y lo exhibió con la zurda mientras hablaba:
- Tenéis sin toda la razón. Aquí tenéis a vuestro jefe; bien, quedaros con el y servirlo- y arrojo el saco a nuestros pies con una carcajada.
El saco cayó y rodó; y con los giros la bolsa se abrió y una cabeza salió de ella y rodando vino a parase justo delante nuestra. Aún entre el polvo del camino y la sangre que le cubría lo reconocí enseguida, aunque estuviese partida en dos y cosida burdamente:
- !Padre! -grite, y la recogí del suelo. Mire sus ojos y los vi como nunca los había visto. Estaban totalmente derrotados y vencidos, aniquilados.
El de la barba dejo de reír y soltó un quejido mientras se giraba hacia mi como una flecha.
- !Vaya! ¿Así que tu eres el hijo de Skhintá? - e hizo una señal a uno de sus vasallos. El hombre descabalgo y sin que yo hiciera nada, pues estaba abatido, me agarraron por el pecho y me subió al caballo como si fuera un fardo.En ese momento, yo comencé a gritar y a retorcer.- !Callaté!- me gritó él, sacudiéndome una y otra vez bofetadas.
Pero el hombre de la barba se me acercó, y agarrándome por el pescuezo me alzó, algo saco de la silla y comenzó a hablar mirándome directamente a los ojos:
- !Espera! A un niño se le da bofetadas. A un perro se le trata de otra manera.- y esbozó una sonrisa cruel.
Por un instante me imagine lo que pasaba por su mente.
No falle.
Saco la fusta del caballo y me azoto en la cara, en el cuello, en las manos. Cuando me dio hasta que se cansó, me tiro cabeza abajo. El golpe fue brutal, pero yo, inundado de dolor por doquier, no sentí dolor, solo ira. Apoyandome en los codos, me levante tambaleante; el se bajo del caballo y se acerco a mi. Apenas llego a mi altura; me arreo una patada tremenda a la altura del estomago. Me saco el aire del pecho y yo caí rodado unos cuantos pasos mas allá;y allí quede, boqueando como un pez fuera del agua.
Lo siguiente que sentí cuando el cielo dejo de dar vueltas fue su bota en mi cuello.
- Lamelas, lacayo. !Lamelas!
Quizás por orgullo, o más simplemente por que mis oídos zumbaban y no razonaba con claridad, no lo hice.
El volvió a repetir que las lamiera.
Tampoco esta vez tuvo más éxito que la anterior.
El apretó el tacón de la bota sobre mi nuez; hasta que mi cara se puso totalmente roja; y desnudo su sable y puso la punta hacia abajo. Pero en ese instante yo ya no razonaba,y la falta de aire y la presión no me dejaban moverme. La punta de la espada descendió sobre mis ojos y yo pensé que seria lo ultimo que vería. Recordé entonces que tenia un pequeño cuchillo que llevaba para desollar a las piezas y lo saque y debí de pincharle los pies con él en lo que juzgue mi ultimo esfuerzo. El me lo arrebato de las manós, y dejando el sable, me lo acerco al cuello mientras me decía:
- Esto será sin duda, más apropiado .
- !Espera! ¿No iras a matar a un niño?- le reprocho uno de sus hombres.
- ¿Y porque no?- respondió él, altanero, mirando en derredor.
Pero si esperaba en torno suyo risas y miradas complices, se confundió. Nadie tenia una sonrisa, ni le jaleaba ni nada parecido. Todos callaban y esquivaban su mirada. Ni siquiera los brutales Thurushk parecían disfrutar del espectáculo: todo un Señor apalizando a un niño que no podía defenderse. Lo único a lo que habían accedido era a sujetar a mi madre y amordazarla. El, aún en su furia, titubeo.
- !Humpf! !Esta bien! No es digno de mi todo este asunto. Nosotros no hacemos la guerra  a los niños. Pero eso no quiere decir que este perro no merezca una lección. - y levantó otra vez la fusta.
- !A un niño si te atreves a pegarle! !Cobarde!- grite yo con las pocas fuerzas que me restaban.
- !Y con gusto!- respondió el, dandome un golpe- !Toma! !Ah que bien se siente! !Toma! !Toma! ! Que placer! !No se siente asi ni cuando me la chupan! !Ja, ja, ja! !Quizás obligue a tu madre a hacerlo! !Ja, ja! !Pequeño imbécil! !Rata inmunda! !Piojo! !Toma! !Toma!
Me dio hasta que literalmente, no me cabía un latigazo más. Todo mi cuerpo estaba rojo, de la punta de los pies a la frente y así se quedaría hasta por lo menos una semana después. Luego me pego un par de patadas más.
Mi primo, que no pudo soportarlo más corrió hacia mi y se interpuso entre él y yo; y le imploro:
- ! Ya basta, asesino! !Lo vas a matar!
El aullo y le arreo un puñetazo con todas sus fuerzas. La nariz se dobló y cayó de rodillas delante de él.
- !No te atrevas a meterte, mocoso!- y levantó la fusta otra vez. Pero en ese preciso instante, algo chispeo en su mente; y la ira dio paso a una sonrisa torva y cruel. - Tu ya no eres un niño. !Soldado! !Ponlo junto a ese carro!
Mientras el resto de los hombres de nuestro campamento ya habían ido recogiendo sus cosas y cargándolo en los carros. Un de sus hombres acero a mi primo a uno de los carros, junto a una de sus ruedas. Mi primo se revolvió, pero de nada le sirvió. Entre dos soldados le obligaron a pegarse a ella. Su padre, mi tío, miraba con los ojos desorbitados, pero no se atrevía a hacer nada. Su madre lloraba desconsolada e imploraba piedad.
- !El knut! !El knut!- pidio a voces el caudillo.
Aún en mi dolor me estremecí, pues el Knut es un instrumento brutal, que se usa para torturas y aún en solo las especialmente crueles y atroces. Uno de sus hombres se lo acercó y el lo blandió delante de las ojos de mi primo. Aun en mi estado, pude ver como palidecía.
Sus dedos de hierro se aferraron al cuello de mi primo, empujándolo contra la rueda del carro. La cabeza asomaba por encima de la circunferencia.
- Y ano es un niño- dijo él, mirando a todos, como si se justificase.- !Extiende el brazo derecho! -le ordeno el.
El no obedeció, demasíado asustado para hacerlo; pero uno de los soldados le agarro por la mano derecha y desgarro la tela mientras lo sujetaba con fuerza.
El knut descendió como un relámpago. Las tiras de metal retorcido chasquearon y se encresparon como serpientes alrededor de su carne, y cuando el otro tiro de nuevo hacia arriba, pequeños trozos de carne y piel saltaron enganchados o cayeron al suelo. La sangre brotó acompañada de un chillido inhumano. Yo baje la vista y me cubrí el rostro con las manos para no ver más. Pero seguí oyendo, y hasta tres veces más descendió el knut, y volvió a subir otras tantas. A cada golpe, un grito, a cada subida un lamento y un chillido.
Mi primo no pudo soportarlos más y se derrumbo llorando. Con las manos sobre la cabeza imploró clemencia.
- !Grita mi nombre! !Gritalo y te dejare ir! - grito él.
Mi primo alzó la cabeza, y retorciendose las laceradas manos de puro dolor; siguió lamentando algo que no oí.
Uno de sus hombres lo alzó de nuevo a la fuerza y lo volvió a poner junto al carro. Aún encorvado como estaba, la cabeza seguía superando la rueda.
- !Grita mi nombre! - repitió él., pero nada se oyó. - ¿No? Esta bien, como quieras.
Se volvió al hombre que estaba detrás y le dijo dándole su  sable:
- Corta lo que sobra.
Se apiado de él y fue rápido y certero.
Un lamento desgarrador rompió el aire cuando su cabeza rodó a sus pies.
Me la pateó delante mia entre aullidos y risas. Yo quede postrado de rodillas, sin saber que hacer o decir. Pero el no estaba saciado y alzando de nuevoel knut dijo:
- Quería darle cinco golpes, pero el era demasaido débil y no podría soportalos. El destino, pues, me ha robado un golpe. Tomalo tu,pues.
Nunca imagine que hubiera un dolor semejante. Surcos enteros se levantaron en mis mejillas, y por apenas nada se salvo mi ojo. Oreja, nariz y labios quedaron desechos. Perdí parte de mis cabellos, y nunca hasta el día de hoy los recupere. Perdí pie y cedí al dolor. Comencé a llorar.
El me tiro de nuevo boca arriba.  No me iba a salvar tan facilmente.
Otra vez su bota se posó en mi garganta.
- Lamelas.
Ahora no era con muerte con lo que me amenazaba. Era con el knut.
Creanlo o no, saque la lengua y la deslice por la suela.
El sonrió, me escupió a la cara y se volvió satisfecho.
- !Vámonos! -se volvió a sus hombres, y ahora, también a los que habían sido antes los compañeros de mi padre. Todos habían ya preparado sus carros y levantado sus tiendas. - !Coger el ganado de este y todo lo que se os apetezca!- les dijo a estos. Sera el presente de bienvenida para mis nuevos súbditos.- rió él.
Se abalanzaron como buitres, prestos a llevarse todo lo que pudieran.
El viejo Grumuk fue el único que hizo algo. Levanto los brazo y se postro ante ellos, implorando clemencia:
- !Por favor, tened clemencia de nosotros! !El invierno esta cerca y moriremos de hambre y frió! !Por favor! !Recordar los favores pasados, y nos os llevéis nada de ellos! !Por favor!
Pero las palabras no bastaron, y aquelloos codiciosos se abalanzaron sobre nuestro ganado y nuestra tienda. Grumúk trató de retener a un caballo por la brida, pero el jinete, un hombre gordo llamado Shuslûk, dijó:
- !Aparta, maldito viejo!
Grumúk no tuvo tiempo de responder. Apenas escuchó esto, una lanza le rompió el pecho y le atravesó. Luego de eso, y viendo que eran capaces de aqeullo, nada si les opuso, y cogieron todo cuanto quisieron.
Quedaron en nuestro campamento cuatro tiendas (la mía, la de la familia de mi tío, la de Grumûk y la de la otra mujer de mi padre) y apenas media docena de animales, que alguno tuvo en bien dejarnos por compasión. Claro esta que se trataba de los animales mas viejos, o enfermos o mas lastimados. Se llevaron con ellos casi todas nuestras reservas de alimentos, y también las armas, las flechas, las ropas y todo cuanto se les apeteció.
Nos quedamos allí, solos y desgraciados, debiendo que desde entonces nuestro linaje quedaría maldito, que estábamos abandonados a nuestra suerte, y que el invierno se avecinaba y apenas teníamos ni comida ni medios para conseguirla.
Pero por aquel entonces a mi no me importaba nada de eso. Me quede solo afuera, mirando la luna y con la cabeza de mi padre entre las manitas ateridas. El frió atenazaba, pero a mi no importaba. Mi madre me dejo un rato a solas con mis pensamientos, y luego salió a por mi y me dijo que entrara. Yo le contesté:
- En toda mi vida, nunca había visto sus ojos así, tan derrotados, tan humildes, tan tristes y abatidos. El nunca se dejo vencer. Verlo así... -y no hable más.
Mi madre me paso la mano por encima del hombro, y sin ápice de tristeza, me dijo:
- Tu padre no esta triste por nosotros, hijo. Tu padre- contuvo el aliento- esta triste por su asesino. Sabe lo que le aguarda. Sabe que lo vengaremos.
Sonreí.
Entre en la tienda, y allí, junto a mi madre, estaba mi tío.
Yo le pregunte:
- Tío, el hombre que mató a mi padre, el que dirigía esa banda. ¿De quién, de quienes él?
- No lo sé. Nunca lo he visto- contesto ahogando un sollozo.
- Entre sus soldados, creo que oí como lo llamaban Togrul- dijo mi tía.
Y por segunda vez en aquella noche, volví a sonreír.
No lo haria ya más.

martes, 18 de septiembre de 2012

El Ocaso de los Dioses




Mooberstam, 19 de Marzo del 296.

A ambos lados de la entrada de la Catedral, el brutal gentio se apiñaba como una jauria de perros enrabietados. Ni siquiera la determinada acción de los Guardias, la punta de sus lanzas, el brillo de sus espadas y cuchillas les hacian retroceder. La gente peleaba y disputaba por un angulo de visión mejor, gritaba de emoción al ver cualquier penacho, pensando que se trataba de la Real Comitiva; sacaba los codos; pisoteaba, rompia y desgarraba. De vez en cuando se escuchaba el grito de alguien al que habian robado la bolsa; el chillido de alguno al ser pisado; las voces de algunos que peleaban; los gritos de los ancianos que se desmayaban agobiados y las quejas y los insutos.
Los guardias se empleaban con dureza; una y otra vez comprobaban la fuerza de sus brazos y la resistencia del mango de las lanzas contra la cbeza de los que se negaba a acatar los ordenes. Por fin, desesperados; habian recurrido a su ultima baza: la Guardia a Caballo habia cargado contra ellos, aunque cgolpenado con la parte plana de los sables, no con la hoja. Entre gritos de apanico, la multitud habia retrocedido por fin, y ahora, los guardias aprovecharon su momento para ocupar el sitio y bajar las lanzas y hacer asi de verja viviente. y llegaron a tiempo. apenas consiguieron dominar al gentio, Baskthak hacia su triunfal apariciión en el otro extremo de la Avenida de los Triunfos.
El Coro de los Cielos alzó sus refinadas voces, miles de petalos de rosa fueron arrojados a su paso; cientos de aplausos espontaneos se desataron cuando la Carroza Imperial cruzó el umbral del Gran Arco de las Victorias, cuyas cuatro bases estaba formadas por cuatro colosales estatuas de marmol negro; estaba hechas de una sola pieza; y habian sido capturadas en alguna lejana guerra tiempo ha. Varios generales se disputan su captura y su honor, varias leyendas se centran en ellas, incluso, segun se dice, las estatuas no pertenecen a un solo triunfo, si no a varios; segun las teorias mas aceptadas, lam enos la cuarta, la que tiene un parecido mayor con una mujer, es posterior; las otras tres, que simulan gigantes o dioses encadenados  de pies y portando la boveda; son mas parecidas. Sea como sea, son estatuas de una valor tremendo: se dice, que doce hombres unos encima de otros, no alcanzarian a superar su cabeza, aunque si lo haria el trece; el catorce, segun otros. La boveda, era un represtanción del mundo, aunque como tenia más de doscientos años; estaba muy deslucida, y era mejor que fuese asi, pues tenia enormes inexactitudes.
La Carroza siguio su marcha, ignorando a la multitud, y a buena velocidad cruzo la avenida entre gritos de juilo; y tras describir un buen círculo frenó enfrente de las escaleras de la Catedral. Apanas puso pie en tierra, ciencuenta y cuatro campanas redoblaron a todo lo que daban; la Guardia de Hierro bati escudos contra lanzas, doscientas parejas de palomas blancas y negras se lanzaron al cielo, y lo más granado de la nobleza bajaba de carrozas y caballos y hundieron sus cabezas mientrras ofrecian sus capas de mrito y seda para que el Glorioso Vencedor no tuviera que sufrir la desverguenza de hollar una mota de polvo ; ni sus pies ofenderse por rozar tan siquiera la humedad de las losas.
Las veintidos escaleras de la entrada cedieron ante su impaciencia; y el Sumo Sacerdote, que aguarda arriba, se descubrió y retrocedio entre reverencias haciendose a un lado: solo Baskath tendria el honor de entrar primero.
Con ambas manos empujo los portalones, que cedieron como por ensalmo ante su descomunal fuerza. Con paso de hierro recorrio la Catedral, camino del Altar principal; el resto de la comitiva entro respetuosamente en silencio; detrás, con la cabeza inclinada, y se distribuyo de pie: dado que nadie podia sentarse en presencia del Emperador, los bancos habian sido retirados. Incluso se habian dispuestos cortinas y tapices colgando a un brazo de las paredes para que nadie tuviese la tentación de apoyarse en nada. Los Sacerdotes entonaron un salmo y esparcieron incienso con generosidad por toda la sala.
Baskhtak  habia llegado ya al altar; y mientras la gente se colocaba el permanecia de espaldas, con loos brazos abiertos y rigidos. Estaba colocado entre dos montones de joyas, oro, reliquias y armas, dispuestos en confunso montón. El resto de la Sal estaba oscura,p ero el esta recubierto por la luz que llegaba desde las vidrieras; y un manto rojizo lo recubria.
Cuando el último de los invitrados entrro, sonó una campanilla por algun siito y los sacerdotes callaron.  Aún de espaldas, se quito la capa y la arrojo tras si; tiro de su cinto y cayó la tunica de seda; sus manos luego manipularon algo en su pecho, y la armadura que le recubria el pecho cedió con aparatosida y fragmento a fragmento se derrumbó sobre las losas con estrepito. Volviose entonces, desnudo de cintura para arriba, y todos pudieron admirar la potencia de su pecho, el poder sus brazos, la anchura de su espalda. Abrio las manos y se dio la vuelta: catorce campanas y veintisiete tambores restallaron a la vez. Asió la Corona que estaba encima del Altar y se la ciño orgullosamente sobre la frente.
De un agíl salto; se acercó a uno de los montones y cogio una espada de buena factura, y mostrandola a la audencia, proclamó:
- !Armas! !Oro! !Joyas!  !Meros jueguetes en manos de reyes!!Bah! !Arena y polvo! No hay poder si gloria. No hay fuerza sin sabiduria. ¿No esta escrito que el rey inocua es como el león que acomete, como el oso que embiste, como hiena que gruñe para su pueblo?  !Armas! !Armaduras! !El opio de la mente debil! !Joyas! !Oro! !Yugo! !Grilletes! !Malos amos y peores sirvientes! !No hay poder sin ostentación! !No hay gloria sin poder! !No hay batalla sin muerte, ni guerra sin sangre! !No hay poder que no se tema! !No hay piedad ni crueldad! ! Ambos impostores deben ser tratados igual ! !Son solo sombras, fantasmas, ilusiones, reflejos! !No os relajeis en la victoria y no os arrebataran el triunfo! !Conoceis la tradicion! En este altar hay una corona. - dijo, y restituyo la que llevaba a su sitio- Yo la he llevado. Ahora hay una sola. Si la Corona no esta alli, el Imperio se resquebrajará. Ella guarda el equilibrio.- cogió aire- Pero sabeis como yo, que aquel monarca que quiera ser digno de ceñirsela por segunda vez, debe liberarla del altar trayendo un presente que iguale su magnificiencia para que  Imperio no se destuya. Sabeis cual es este triubuto. A cada lado de la corona hay un alatar, uno en cada dirección, cuatro en total. !Cada uno de ellos agurada mi tributo! !Las Cuatro Coronas serán mias, pues mios serán el Este, Oeste, Norte y Sur! !Nada se me opondrá! !Nada osará desafiarme!! Pues yo no me haré al mundo! !El mundo se hará a mi! Hoy- dijo, bajando el tono, hasta los pulmones regios tienen un limite- Hoy habrá quien me llame loco. Me llamarán loco, sin duda. Yo he venido a ofrecerles esto- dijo señalando su cornoa- Pero si se niegan, tendrán esto- dijo semalando a la espada en el suelo. Y el destino de sus gente sera esto- y señalado una antorcha que colgaba junto a elo- Hoy me llaman loco los que no comprenden, los que no quieren comprender, los que ni entienden ni entenderán.Mañana, mañana me maldeciran sus viudas, me despedirian sus cenizas, me bañare en sus lagrimas. Mañana veremos quien son los locos. Mañana... Si, mañana lo veremos. !Pues yo soy Kroom, y soy supremo!  !Los mismos dioses envidian mi suerte! !Yo soy Kroom, y Kroom soy yo!- y terminó jadeante.
Un atronador aplauso estallo. Mil vivas se perdieron en el aire. Sonaron las campnas, redoblaron los tambores, estallaron las trompas y cuernos. Los sacerdotes rodearon al Emperador, y entre incienso y bendiciones le proclamaron Monarca de Todo Cuanto Acontece, Señor de Todo Cuanto Perece, Rey bajo el Cielo y Sobre el Mar.
El desnudo su acero y aulló con su voz de tormenta:
- !Con mis mismos brazos determinare la vida! !Esparciera la muerte! !Pues vida y muerte son mias por derecho! ! Proclamó que se hará justicia, pues yo Soy la Justicia!
Justicia Suprema, fue anunciado.
Los aplausos no cesaban, lejos de ello, aumentaban hasta el cvertido. La Catedral retumbaba con ellos, y parecia que iba a ceder de un momento a otro. Al otro lado de los muros , tambien se oin gritos alborazados. el discruso habia sido transmitodo al gentio reunido punto por punto por varios pregoneros de voz potente. Basthak no iba a malgastar su voz en aquellos perros, pero si era necesario que supieran quien era el dios y quien las hormigas, y asi se hizo.
Los bnrazos flaqueaban, las gargantas enrojecian; pero nadie paraba ni por un segundo.
Por fin, el Emperador alzo sus brazos y se hizo el silencio. Con majestupsoidad, recogió la capa y la puso sobre sus hombros. La anudo sobre sus garganta en un broche de Oro, y se dirigió hacia las puertas.
Mientras salia; toda la Catedral, desde el mas minusculo sacerdote hasta el mas alto noble, se puso a recitar:
"Tu caminas solo.
  Tu vences.
  Tu conquistas.
  Tu destruyes.
  Frente a ti cede
  El escudo y la lanza,
  La muralla y la torre,
  Nada se te opone,
  Nada te resiste.
  Tus dedos mellan el acero,
  Queman el fuego. 
  Ante ti todo se quiebra
  Nada se te oculta,
  Todo se te revela
  Tu caminas solo
 Tu mirada enciende
 Al mundo como
 Chispa en cañaveral
 Los Cielos te son escasos,
Los mares no te sacian.
Tu caminas solo
 Y solo lo harás,
 por siempre
y siempre
asi será

miércoles, 12 de septiembre de 2012

La Casa de Asterión

Laguna de Tepsia, 24 de Junio del 296.
Dicen que la verdad no se puede hallar con la espada.
Imbeciles.
La verdad, toda la verdad, todas las verdades se hallan concentradas en el filo de metal.
Fulgior penso en ello mientras la punta de su espada entraba sonriente en la cabeza de una de aquellas alimañas.
La sangre broto oscura y calida, y salpicó el brazo como un chorro de agua caliente.
Los ojos perdieron el fulgor.
La cabeza abrio los labios y algo aullo cuando sintio el frio del fin cerca de las sienes.
La cabeza se desplomó hacia adelante, y el cuerpo la siguio medio segundo después.
La cabeza rodó a los pies de su vencedor y volvió los ojos hacia el para recordar la gloria de su vencedor.
pero esto no habia acabado. No aún. Su escudo chocó contrea una muralla de cuepors, y su espada silbó, danzó y espejeó a la luz de la luna agonizante. Desde el otro lado del muro, el brillo de una sonrisa demoniaco le desafiaba con su existencia impía.
Su brazo descargo el pomo de la espada contras su frente, su escudo se estrechaba contra su mandibula; su bota reventaba en su estomago. El dolor aullaba; el demonio experto en muertes, se abalanzo hacia adelante en un poderoso salto. Su hacha giro ; el pendulo de metal oscilo y toco una hora vana; pero en el contrapeso de la verdad- tic, tac, tic, tac- broto el acero bruñido, su propio impulso lo sacrificó en el altar de hierro, demostrando asi la verdad del dicho que reza que quien quiera venganza debe empezar por cavar dos tumbas.
Pero el demonio estaba demasaido versado en muertes para rendirse con tanta facilidad ante la suya. Sus brazos formaron una apretada tenza; y aunque el frio destroazaba sus entrañas y la luz se reflejaba en su espalda; hallo fuerza para hacer trastabillar y caer a su civilizado oponente.
Sus dientes olvieron a brillan, aunque ya con sombras; y la nariz la hallo a su gusto. El casco habia rodado con la cida y estaba lejos; y cuando el hueso de los dientes hallo el no hueso de la nariz, Fulgior aullo como un perro. Su cabeza se retorció de un lado a otro, desesperada, mientras trataba de zafarse. Cogio impulso hacia atrás, y se descargo brutalmente; hallando la nariz ya castigada de su oponente; astillando los pedazos que le restaban; y pudiendo liberar un brazo. Su puño se descargo en sus costillas; luego en su mandibula; luego otra vez en su mandibula; luego los dos puños en las mandibulas se precipitaron desde ambos flancos. La ropilla encontro tambien camino desde el sur; unos dos segundos antes que la bota se uniera con su suela claveteada. El cuerpo exanime cedio; y el de Solá recupero su arma mientras se alzaba.
Aúin el demonio no se habia rendido; y extrayendo fuerzas de desconocidos rincones; también él se alzó; confuso y tambaleante; rendido pero no cuativo. El odio tiró de su cabeza de buey; y el odio espejeó la ira en sus ojos. Aún no estaba acabado esto.
Fulgior  giro la espada en sus manos; y brincaba dando saltitos de un lado a otro.
Sin fuerzas y sin sangre, el otro aguardaba y de sus manos colgaba otra vez el hacha, quizás el suyo, quizás sin duda otro.
- Miramé a la cara. !Miramé!- gritó Fulgior, olvidando que el otro no le podia entender.
- !Miramé!- aullo furioso.
Quizás por algun vestigio de perdido conocimiento en algun rincón oscuro, quizás debido a algún espasmo; quiza fuese solo casualidad.
Pero el demonio le devolvió la mirada.
- Ahora te voy a matar.  Como mate a tantos de los tuyos. Como mate el pueblo de tuis padres, y quemaré el de tus hijos. Antes de que muera la noche, comere de tu carne, bebere de tu sangre. Tu esposa será mia y cabalgare en el lomo de tus hijas. !Mirame a la cara!
Si miras al abismo, el abismo te devuelve la mirada.
Como impulsados por un resorte, ambos gigantes se arrojaron el uno contra el otro.
Fulgior nuinca habia visto la muerte tan cerca como cuando vio su reflejo en la hoja del hacha en el preciso instante que un relámpago estallaba por encima de sus cabezas.
El demonio nunca vio la muerte tan cerca como la vio ese dia. Y ya no la veria tan cerca jamás.Su llama se extinguió, y mientras cerraba los ojos soño con su esposa con mil amantes, con su pueblo marchito caminando esclavo, con el final de sus hijos y la muerte de todo lo que no habia nacido. Su cuerpo se esfumó, y la tierra, que lo acogeria siempre, parecia no querer abrazarlo nunca...
Fulgior resolló por el esfuerzo, y miro en derredor.
El muro de escudos de la Cohorte habia desecho la Negra Marea. Una vez rota la carga inicial; una vez destruidas sus lanzas; aqeulla masa barbara tenia poco que ofrecer, salvo valor y fuerza. pero ellos tenian disciplina; metal, y una preciosa caballeria que habia impedido con sus cargas que los flancos se desbordasen de enemigos.
Todo aquello habia durado mas horas de las ningún humano podria soportar; y Fulgrio nunca habia matado tanto como aquel dia. Estaba exhausto; los brazos sin fuerzas, las pienras flaqueantes; el cuerpo sin enrgías. Auqel dia, el y los otros habian ganado honor para cien hombres. Todos recordarian con orgullo el dia de Tepsia.
Un relampago rasgo el velo del cielo, y tras él, el diluvio.
La noche clareaba; y el enemigo, perdido su impulso, ahora volvia la espalda y huia como ovejas frente al lobo.
- Que no escapen. !Solá! !Solá! !Solá!
Fulgior se quedo  sentado allí. Perseguir enemigos que huian no era propio de alguien como él. Por el rabillo del ojo, vio como Ceme, su sirviente, se acercaba.
- ¿Querrás creerlo Ceme?  El salvaje apenas se defendió.

sábado, 8 de septiembre de 2012

El Cantar del Destierro

    Roca de la Llama, 27 de Marzo del 296.
La isla me espera envuelta en la niebla del misterio. Es pequeña; y en realidad, esta tan pegada a la isla principal que bien podria decirse que es poco mas que un apendice de esta. Nada en ella llama la atención; salvo su fortaleza natural: las rocas, grandes y puntiagudas, forman una muralla natural de dificil asalto, cercando la isla con escollos y acantilados; y no hay ningun acceso salvo la pequeñabplaya y el escueto puerto. Al fondo, recortandose contra la espesa niebla, se vislumbra el orgullo de la isla, y como gustan de decir sus habitantes, su estandarte: el castillo de la Familia Klien. Mi objetivo.
Las mareas son rapidas en este lugar, el oleaje duro y las corriente traicioneras. No es un dia especialmente malo, pero aún asi atracar en el puerto nos lleva bastante más tiempo del esperado. Según se dice, eso hace a los marinos de la zona excelentes navegantes: el entrenamiento diario les hace duros: cualquier error se pagaria con un coche contra estas malditas rocas; y eso aqui, significa naufragio.
Nuestro barco llama inmediatamente la atención: no reciben visitantes a menudo; y a juzgar por el tamaño del muelle y los barcos que hospeda, esta claro que no entramos dentro del catalogo habitual. Los pescadores no pueden evitar miradas supicaces; y los niños se arreciman en los alrededores y nos señalan entre risas y alborozos, atrayendo a otros. Las mujeres nos espian desde las ventanas; los ancianos se sientan en troncos secos cerca de la playa y nos observan ceremoniosamente.
Apenas pongo pie a tierra  descubro que nadie nos espera. Esto es raro, pues habiamos avisado de nuestra visita tiempo ha. Decido esperar un rato, concediendoles el benficio de la duda. La espera me consume y solo veo volar gaviotas y cuervos, y eso es un mal presagio, según me señala pronto la marineria. Por fin, cuando ya me habia decidido yo mismo a avanzar, un guardia viene hasta el muelle y saludandome efusivamente (con un exceso de confianza que prefiero ignorar deliberadamente) me pide que le acompañe. Tiene dispuesto un caballo para mi, y agradezco el gesto; pero sinceramente, pienso que es un mas bien un efecto buscado que un intento de ayudar: la isla es lo suficientemente pequeña como para que caminar no sea una pesada carga.
El trayecto es corto, y segun entiendo, la isla no comprende más que una aldea (la que ya he visto) unas praderas con pastos y ganados) un pequeño arroyo y dos senderos: un conduce al castillo y otro, a un par de bosques densos que se adivina a lo lejos, entre la sempiterna niebla. El castillo, en contraste parece estar de sobra, demasiado bien construido para una isla de este tamaño y riqueza.
El hombre que me acompaña trata en vano de hacer mas amena la cabalgata hablando sin parar; no consiguiendo más que hacermela el doble de fatigosa. A pesar de que contesto con monosilabos y con tanto dureza como me permite la educación, parece no darse por enterado y sigue su chachara insustancial y pesada. No habla más que de combates y batallas; tema que por lo demás, no me atrae demasiado: el hecho de que sea un emisario no parece importarle, y dado las anecdotas que cuenta, o bien carece por completo de sensatez, o bien es un  incosciente, o bien un perfecto mentiroso, pero el tono de su voz parece mostrar una persona sincera, asi que debe de ser lo primero , segurmente mas lo segundo. Me muestra su espada como si fuera una posesion preciosa; pero por mas que la miro no veo más que una espada cualquiera con un par de grabados en la empuñadura. Le pregunto su nombre, pues en ningún momento me lo ha dicho; y me contesta, ufano, que se llama Recard, que desciende de no se que fabuloso guerrero, que acabo con no se cuantos enemigos en no se que famosisima batalla y no se que más. Si lo que queria el Señor de esta isla era que no era bien recibido aqui, desde luego ha acertado con la escolta.
Por fin, llegamos al castillo; una construccion maciza y que transmite fortaleza; parece estar en muy buen estado, y ni la hiedra ni el oxido parecen haber acampado por aqui. Quien quiera atacar estas tierras debera prepararse bien: entre las rocas, el mar y el castillo el desafió es formidable. Si la codicia que engendra un lugar se refleja  en las defensas, por algun sitio se deben de esconder tremendos tesoros.
Apenas un par de guardias nos reciben en los muros, y no creo que sean necesarios mucho más. Con poner un par de vigias en la torre del Homenaje se tiene un vision de la ensenada y del terreno un par de millas mas allá, con un poco de vigilancia nadie puede atacar sopresivamente. De todas formas, como me informan enseguida, la isla no ha sido atacada en años, y no se espera, en principio, ningún asalto.
Dada la falta de hombres, debemos de desmontar y desensillar nuestros caballos nosotros mismos; pero a mi no me molesta: entre huir de la charla de mi anfitrión y las ganas  por ver ya al señor de la Isla han conseguido disparar mi impaciencia a cotas insospechadas un par de horas antes.
Me recibe en la torre el criado del señor, que según sus propias palabras, hace de Consejero del Señor, según el no podria ser de otra manera, pues ninguno de los demás criados de la casa  tienen rango suficiente para tratar con mi persona. La agradezco la amabilidad y le pido, que sin más, me lleve hasta su Señor; el accede encantado y entre sonrisas, y también me informa, asimismo que se llama Senental.
Senental es un hombre importante en la poitica de estas tierras, segun comprendi luego, y justo es que haga un retraro, aunque sea breve, de él. Es un hombre de buen tamaño; jovial, que gusta de reir con cualquier comentario, con poco ligero que sea. Parece un buen hombre, y su unica extravancia es llevar una tunica roja con el emblema de Casa dorado en el pecho, que llama poderosamente la atención. Este emblema, huelga decir, es la unica decoración de los muros, en tapices y grabados de madera: el hombre que me escolta, tambien lo llevaba en el hombro de la armadura, pero no me di cuenta de ello hasta que lo vi en Senental. El emblema representa a un martillo en campo partido, y a un castor,; la conjunción de ambos simbolos es desconocida para mi. Como no quisiera hacer mofa de ello y molestar a mis anfitriones, me abstengo de hacer ningun comentario al respecto, al menos por el momento.
En la casa, por otra parte, no vi mueble u objeto alguno: salvo los estandartes y emblemas, no se ve otra cosa en las paredes, ni un mal banco, ni una lámpara, ni un solo adrono para distrae la vista. Me imagino que mantener este castillo en orden debe de ser algo oneroso, pero llegar a estos extremos me parece excesivamente áspero, incluso para mi gusto, que todo el mundo sabe, no es especialmente refinado.
Ocupado en pensar aquello llegamos los tres (pues Recard aún nos acompañaba, como se vera luego, por algo que desconocia)  a la sala de recpeciones. Como el resto de la casa, era esta de decoración simple. Apenas se veia en ella la piel de un oso en el suelo, un par de cueros de vacas para vestir las paredes, y una chimenea detrás del trono. En el lado más alejado de mi, estaba el trono, y en él, un hombre que se mme atonjo enseguida extraordinario.
Todo en el tenia aire regio, y aún la edad, que segun creo, era elevadisima (quizás mas de ochenta años) mas que restarle le sumaba. Tenia algo de mago o brujo en la imagen; y no poco de solemne en la pose. Dormitaba  o meditaba mirando directamente a la hoguera, y no parecio darse cuenta de nuestra llegada.
El cabello de plata se fundia en nieve y se desparramaba en una suave melena sobre sus hombros, ceñido en una diademea gris; portaba una tunica de acabado simple, y cosa sorpendente, no lleva el  símblo de la casa en ningún sitio. Su unico adorno era un medallón de oro con un joya roja engastada, y una daga pendia de su cinto. Todo en él era calma, pero lejos  de parecer debil o cansado, la piel estaba tersa y brillante, la anchura de sus hombros revelaba que alli debajo habia mucho mas músculo que piel, si se me entiende lo que quiero decir. Senental se acerco a su diestra, y bajando la cabeza hasta que sus labios rozaron sus orejas, musito algo;el Señor pareció asentir levemente, y con un gesto de su mano indico que me acercara.
Yo me cuadré ante él, y con el puño en el pecho, agaché la testa mientras decia:
- Señor...
-Levanta.- me constesto con rapidez una voz sosprendentemente agíl- Yo no soy el Señor de la Casa. Toma asiento, y si disfrutas de la conversación, te amenizaré la espera contandonte lo que quieras saber de estas tierras.
Yo me quede anonadado por estas palabras, y por algun tiempo, no pude decir nada. Por fin, dije:
- Antes, me gustaria conocer el nombre de  tan ilustre compañia.
El me miro con una sonrisa tierna y contesto suavmente.
- Si quieres saberlo, me llaman  Carissa... el Loco. Si, asi me llaman, asi me conocen desde que los viente años, ahora tan lejanos. !Tan lejanos!- repitió, lúgubre. - !Tan lejos y sin embargo, tan cerca!
Yo me quedo un rato sin saber que contestar, pero ese instante oi como se abria una puerta, y una voz aguda me dijo:
- Le esperaba. Espero que no haya tardado mucho.
Me volví y vi a un hombre y aun joven. El chico tendria unos diez años y tenia el pelo rubio y lacio cortado a la altura de la barbilla. El hombre que venia con el era de mediana edad, con una perilla de color negro oscuro; y era largo y estirado como un fideo. Me volví hacia el y me agache respetuosamente la cabeza, pero el, como si no tuviera que ver nada con él, se echo hacia atrás con un gesto mas bien indiferente.
- Yo soy el Señor- dijo seguro el niño.
- ¿Tú?- conteste yo, incredulo.
Gracias a los dioses, no parecio tomarselo demasiado mal.
- Tenia entendido que los emisarios solian ser mas cordiales. Habré entendido mal.
- Le ruego que me disculpe. No tenia noticia que el Señor de estas tierras fuera un muchacho imberbe...-la estupidez de estas palabras comenzo a pesarme según las dije, pero no pude evitarlas en aquel momento: las dije según las sentí.
Él me contesto con total franqueza, pues no debia de sr la primera vez que ocurria algo parecido:
- Si la Sabiduría o la Prudencia residieran en la barba, quizás hubiera sido más apropiado nombrar a un chivo regente. ¿No le parece? Al fin y al cabo, cabras y becerros no faltan en esta isla. ¿Verdad?- y al punto se volvió hacia Carissa, que un poco antes se habia levantado del trono y se habia vuelto hacia una de las ventanas, y miraba melancolico las praderas. No contestó.
- ¿Que quereís?- continuó- Sospechamos que nos hareis perder el tiempo. Será mejor que no lo hagaís.
Yo, por suavizar las cosas, decidí ignorar este último comentario y preguntar a su vez:
- Perdone que insista, pero los asuntos que me han traido aqui son de máxima importancia, de tal modo y manera que solo los puedo debatir con el Señor de la Casa. Imagino que las circustancias que han degenerado en vuestro nombramiento no son las habituales, por asi decir...
- Imaginaís bien. -dijo, con un tono de voz un poco monotono- Nuestro Señor, mi padre, marcho años ha hacia un lejano viaje, y no ha vuelto. La Regencia quedó, pues, en mis manos por su expreso deseo. .
- Perdonad mi insistencia, pero... ¿Hace cuanto tiempo que fue eso?
- Hace unos cuatro años, señor.
- Perdonad, pero nada sabía de este... desafortunado incidente.
- Es normal- dijo él, con tranquilidad. - Consideramos que esa noticia, si se llegase a conocer, podria presentar ciertas... dificultades para nuestro pueblo. Por ello preferimos no hacerla pública. Que os hagamos participe de ella habla de nuestra buena disposición, e imagino que estareis a la altura de nuestra deferencia. Supongo que cuento con su discreción en este punto...
- Por supuesto- contesté mecanicamente. - No quiero parecer pegajoso, pero vuestra buena educación es remarcable. Manejaís con destreza las lenguas.
- Oh, bueno, tuve buenos maestros. El mérito es por entero suyo.
- Sin duda - digo mientras le echó un ojo a Carissa, que sigue mirando por la ventana con las manos cruzadas en la espalda.
- Os equivocaís. Senental se ha encargado de mi educación. El es un maestro de las letras. Todo lo que aprendí a él se lo debo.
- Me halagaís señor- dice el, poniendose colorado.- Pero esto es demasiado.
- De la otra parte de la educación, las artes de la guerra, se ha ocupado el sin par Recard.
- Solo cumplo con mi deber,  señor. - contesta él golpeandose el pecho henchido de orgullo con el puño.
- Pocos guerreros en verdad, pueden defender nuestras posesiones...!Vaya!- me dice de pronto. - ¿Ha oido ese cuerno? Hay un asunto urgente que requiera mi presencia. ¿Podrá disculparme un momento? Volveré enseguida.
- Por supuesto. -repongo yo.
Tan rapido como entró, desaparecen los cuatro por una puerta lateral; y me quedo yo solo y Carissa.
Me acercó a él, y siguiendo el rumbo de su mirada, veo alli abajo un caballero de rutilante armadura paseando al trote por la pradera.
- ¿Quien es él?- pregunto con extrañeza.
- ¿Él? - me constesta. - Es Celsiur. Aquí lo conocemos como el Caballero errante. Vaga de un lado a otro de la isla, sin pararse nunca en ningun sitio.
- Pues a estas alturas, debe de estar cansado de la isla.
- Nunca nos bañamos dos veces en el mismo rio- contesta sombrío.- De vez en cuando se pasa por aqui, pero no suele estar mucho; un par de días, a lo sumo, ya es bastante para él. Odia el lujo y la comodidad.
- ¿Es alguna clase de peregrino o ermitaño?
- Oh, no, nada de eso. Es un guerrero, y uno de los mas valientes y decididos. Siempre podemos contar con su ayuda, si la precisamos; y si hay batalla o suena el cuerno en algún sitio: alli estará el. Pero el cree que el cuerpo hay que educarlo como conviene. Y un guerrero no debe de acostumbrase a la vida facíl y serena o se volvera blando y tranquilo.
Percibí un extraño aire cálido en estas últimas palabras, y no puede menos que preguntar:
- ¿Y vos, también lo creís así?
- Siempre lo creí asi. - dijo el acercandose a mi. Por vez primera, me di cuenta de su talla, y era descomunal. Me sacaba una cabeza larga, y aun algo mas del cuello. Cuando el me miraba, torcia el cuello hacia abajo y yo no soy un hombre bajo precisamente.
- Mire- dijo agarrando el jergón de la chimenea- Quizas crea que tengo muchos años, demasiados. Observe bien- y sin mucho esfuerzo, doblo el jergón. - Si cree que ahy algún truco, intentelo usted mismo- dijo, y me acerco el jergón aún doblado.
Trate de tirar, pero fue en vano. El jergón estaba doblado a conciencia; pero él, sin embargo, no parecia haber hecho ningun esfuerzo. Quedé asombrado.
El se limitio a reir.
- Así es, así es. Aún me mantego bien- djijo y me acercó la mano. Cuando la estreché, me di cuenta de su tenaza. Por poco me rompe los dedos. - ¿Se da usted cuenta? Toda mi vida me he entrenado y ejercitado como merecía un rey. Y sin embargo, heme aquí aguantando mis huesos contra una pared, mientras espero a lo inevitable.
- Perdone, pero no lo comprendo. ¿Es acaso, él, un mal señor?
- Oh, en absoluto. El es suficientemente cruel para ser Rey si se lo propusiera. !Fijese! Me ordena que en su ausencia, pueda sentarme en el trono. Sabe lo que hace. Le gusta torturarme de todas las formas.
Crei entrever alguna parte del problema, y entonces, pregunte:
- ¿Es que acaso no fue Señor, ni regente?
- No es mi destino. La Casa de mi padre se emparento con esta hace algún tiempo, en la epoca de esplendor de Cissor, el Estratega.  Pero la luz de una antorcha dura poco, como dicen en mi tierra. Cuando este murio, los oscuros escandalos volvieron a la luz. Y yo me vi arrastrado con ellos.
- ¿Escandalos? ¿Que escandalos?- pregunté, y apenas lo hice, me di cuenta que me habia equivocado. !Hablar de estas cosas, con el Señor al otro lado quizá, de la puerta, no era seguramente, lo más apropiado!
- Un lio de faldas- respondió el con toda crudeza- O para ser mas exactos, dos de elllos. Uno en cierto convento, y otro con rapto incluido, y según se dice, con bastardo de por medio . La última era un familia muy influyente. Y el agraviado convenció a mi padre para que se desligase de esta familia.  Pero yo ya habia nacido... Nunca entendí nada, pues yo era muy pequeño, pero yo ya no era bien recibido aquí. Mi madre fue repudiada y relegada. Mi padre volvió a contraer nupcias apenas murió; y de este matrimonio nacio Sheldor, el anterior Señor. Yo quedé en un segundo lugar, aunque debo decir que siempre fui tratado con todo el respeto: Sheldor me apreciaba, y yo también a él, en verdad. Toda mi vida me prepare para gobernar... Y sin embargo, mi tiempo ha pasado ya. Cuando tuve viente años, lo entendi, y me dedique a otros menesteres.
- ¿A cualés?- le pregunte yo.
- Mire allí. ¿Que ve?
- Un redil... y unas cuantas ovejas. Muchas ovejas.
- Bien. ¿Y allí?
- Otro redil. Y otras tantas ovejas... y alguna vaca, si no me equivoco.
- No lo hace. Y alli, ¿Que es lo que ve?
- Hum.... no lo puedo ver bien, pero parece otro redil; y al lado un corral. Veo muchas cabras, y gallinas y cerdos.
- En efecto- dijo él.- Y no solo eso. Detras de ea colina, hay otro redil. Allá, en el este, no se si lo verá bien pero alli pastan mis bueyes. Y junto a esos arboles, tengo mas cabras y ovejas. Y alli, mas atrás hay algunas gallinas más.
- ¿Pero... cuantos animales posee?- pregunte yo, soprendido.
- Los animales son mi pasión ahora. Gaste buenos dineros en adquirirlos, alimentarlos y cuidarlos bien. Ahora mismo- continuó - creo recordar que la cuenta asciende a unos cincuenta cerdos,cien cabras, diez vacas, diez bueyes, setecientas gallinas y ocohocientas cuarenta ovejas.
- !Es increible! ¿Pero... da la isla para alimentar a tantos animales?
- No, no lo hace. Su manutención me cuesta cerca de mil centavos de plata semanales. Soy un hombre rico... O mejor dicho, lo era hace tiempo. En todo caso, los animales son mi pasión. Lo único que me sabe mal de todo esto es que el se los quede todo, a mi muerte. Por eso dudo en venderlos, pero odiaria hacerlo por partes. Quisera venderlos a todos a la vez, pero no aparece comprador.
- Sin duda, se tratara de una suma fabulosa.
- No crea. He bajado el precio. Quien pueda dar por ellos seiscientas ochenta monedas de plata, se los lleva todos. No creo que sea un precio exagerado.
- ! Ni mucho menos! De disponer yo de esta cifra...
-  ¿Se ha fijado que aqui hay pocos soldados verdad? ¿Sabe cúál es su labor en esta isla?
Le mira sin acabar de comprender.
- Guardan mi ganado, claro. Cerca de 2000 cabezas es un botín suculento. Y alguno ha juzgado creer que no me daria cuenta de una pequeña baja más o menos. Se equivocó, ¿entiende? Ahora los soladados lo vigilan dia y noche. Tampoco es un trabajo duro; y de todas formas no tienen otra cosa que hacer la mayor parte del año.¿Comprende ahora por que me llaman el loco?
- Bueno, no creo que querer a su rebaño sea síntoma de su locura. Yo simplemente creo que ....
- Es usted un hombre amable. Pero en cuanto a mi, estoy más alla de la amabilidad. - me interrumpió él- !Bueno, pàrece que le llaman! Bien, ya charlaremos más en otra ocasión.- dijo él, despidiendose.- !Que usted disfrute de su estancia! Yo tratare de hacer otro tanto.
Recard acabada de entrar por la misma puerta, que poco antes habia salido el Señor.
- Sigame. Siento haber tardado tanto .Espero que las... excentridades de nuestro amigo no le hayan molestado en exceso.
- Oh, no, nada de eso. Creo que llamar el Loco a este hombre es un exceso. Por tener muchas cabezas de ganado...
- ¿Muchas cabezas de ganado? Oh, no se le llama el Loco por eso, si es lo que quiere decir. No haber pisado el trono ha retorcido el caracter del viejo.  Fijese, seguro que le dijo que nunca habia pisado el trono ¿Verdad?- asentí.- Bueno, pues no es cierto. Por aquel entonces el Señor de la Isla estaba en otro de sus viajes, asi que el cargo recayó en él. Estuvo en el tres meses. Por donde empezaría... Ah, si. Se acordará usted, sin duda, de que en la Sala de Audiencias hay una piel de oso. ¿No es cierto? ¿Sabe usted a quien pertenecia ese oso?
- No.
-  Era un oso amaestrado. Venia con un juglar, y mientras el cantaba, el oso bailaba.Una buena pareja. Al viejo no le gusto mucho. Se negó a recibirlo en palacio. Como habia llegado en un navio mercante; y el navio no saldria hasta pasada una semana; el juglar debia quedarse ese tiempo. No tenia dinero, y el Viejo prohibió que nadie le diese ni siquiera una limosna, pues el viejo, solo diferencia entre lo que ama, y lo que odia, que es casi todo; y al poco el juglar quedo sin nada que comer y desesperado. Buscó algo de comer, y halló que en esta isla, lo que sobra es ganado. Se le ocurrio robar un par de huevos a las gallinas, que ponen más de trescientos diarios, para la mesa del Viejo. Cuando le dijeron que le habian visto comer un huevo, se le condenó a muerte , por ladrón. Se le ahorcó y su cuerpo quedo colgado desde las almenas durante semanas, hasta que su cadaver fue devorado por los cuervos. El oso se lo quedó. Le gustaba mucho, y lo hacia bailar todas las noches. Un dia se le oyo comentar que el oso le gustaba tanto que no seria bueno separse de él.  Al dia siguiente dijo cen voz alta que estaba cansado del frio del suelo, y que necesitaba una alfombra. Al tercero, estaba en la jaual del animal, acariciandole la cabezota mientras le decia " !Que esplendido animal! ¿No es toda una belleza? Come , hombre, come, bien. !Alimentate como te mereces, titán!". Al cuarto lo envenenó. Al quitno, ya tenia alfombra. Cuando se la trajeron, se echo a llorar sobre ella, desconsolado, durante un dia entero mientras repetia una y otra vez "¿No te merecias esto? ¿Ahora, quien bailara para mí?"
- ¿Se ordeno su muerte por un par de huevos?- pregunto yo, desencajado.
- No se trata del robo ; se trata de que le roben a él. Que le arrebaten algo que el entiende que es suyo por derecho. Así que le dio a elegrir. Bien podia esocger la horca, como vulgar ladrón; bien podria escoger que le sacarán los ojos y le cortarna las manos. Los ojos por mirar con deseo lo que no era suyo, los manos por ser las artifices del delito.
- Pero sin ojos ni manos... Eso es una condena a muerte.
- Por supuesto- me miró sombrio.- Asi piensa el Viejo. ¿ No le dijo que cuando murió su hija, ordeno que nadie en esta isla riese, cantase, danzase o celebrase nada bajo pena de muerte o destierro?
- No mencionó nada de una hija.
- Es que ahora no la recuerda o no quiere recordarla.Dispuso que su cadaver fuera incinerado y sus cenizas, las inserto en ese medallón que lleva siempre consigo, dentro de esa joya roja. Pero el nunca le dira nada de ella, ni la menciona jamás.   De hecho, ahora no permite a nadie hablar de ella en su presencia. Le abofetaria hasta que callase. Y con la fuerza que tiene...
- ¿Y que fue de su esposa?
- Se suicidó, claro. No lo soportaba más y se tiro desde la torre. Mando que se le buscara, pero nunca se la halló. Luego mandó que se le hiciera una estatua de bronce y ordeno que fuera arrojada al mar también. Luego dijo que como segurmanete a su esposa la hubieran devorado los peces; el nunca comeria mas pescado, y prohibia a toda la isla hacerlo. Imaginese, en esta isla... Estuvieron a punto de matarlo. Una piedra le pegó en la cabeza mientras paseaba y lo dejo todavia peor.  Desde entonces su caracter ha tornado de cruel a sombrío. Nunca fue el mismo ya. Maquina pero piensa más que actua. - hizó un mohin de repugnancia, como si prefierira no seguir hablando-  Cuando volvió el  señor y se entero de la lista de sus desmanes, ordeno que se le apartase y nunca más pudiese ser Regente.
- Al menos, los que habian sido desterrado pudieron volver...
- En su caso, el destierro consistia en mandar saltar a la gente desde  las almenas que dan sobre los acantilados. Eso es lo que el Viejo entiende por destierro. Destierro perpetuo, decia él. Habia leido un libro antiguo donde se leia " ¿El Destiero? Ten piedad, dia la muerte" Y le parecio muy gracioso.
- Madre de mi vida... y parecia tan tranquilo, alli dormitando en el trono...
- Eso se debe a que no lo ha recibido desnudo, como aconstumbra. Seguramente, por hallarse dormido cuando llego. !Vamos!. dijo, franqueandome una puerte- Hemos llegado. !Ya estamos aquí, mi señor!

jueves, 6 de septiembre de 2012

Noche Triunfadora

Ecara, 20 de Mayo del 296.
- Hemos llegado.
A pesar de su dilatada longevidad, el anciano (o ancianisimo) Moleté se consumia por la impaciencia, crujiendo una y otra vez los huesos de las manos en un vano iontento de mantener ocupado su mente. La chachara infernal del barquero lo aburria sobremanera, y mas aún lo enervaba con su intranscesdencia y vulgaridad. No era facil para el, uno de los Sabios, aguantar estoicamente semajantes tonterias. Pero ahora, por fin, la espera habia terminado.
Sin esperar siquiera a que el barquero asegurase las amarras y demostrando una agilidad considerable para sus (muchos) años, Moleté salto de la barca y contniuo caminando a toda prisa por el pequeño muelle. Se conocía el camino de sobra, y además, en una isla tan pequeña no tendria muchas posibilidades de perderse. Llegó a las escaleras talladas en la piedra, y a pesar del calor sofocante, en tan solo unos segundos habia coronado su cima.
- Le esperabamos, Sabio Moleté.
- ¿Ha empezado ya el Consejo?- pregunto el, atorado.
- No aún, no- contesto el Secretario- Hubiera sido poco menos que sacrilegio empezar sin esperar a uno de nuestros mienbros mas distinguidos y veteranos.- dijo con una risita.
- Bien, bien- dijo, ya mas calmado. Y tras estrechar la mano a su interlocutor, se dirigio a su asiento en la grada, A una reunión extraordinaria del Consejo no se permitia llegar tarde. Que hubieran esperado por él, significaba el gran aprecio que el Sabio Antorax sentia por él; y el respeto que sus opiniones infundian en el consejo, del cual lo otro era el eco.
Las gradas describian un circulo alrededor de la arena de debate, un circulo originalemente recubierto de arena (por eso se llamaba asi, claro) pero que hacia tiempo que estaba recubierto de losas de piedra noble para que no se mancharan los augustos pies. Las gradas, a su vez, ocupaban casi todo el perimetro de la islita. Incrustadas y excavadas en roca viva, estaban cercadas por los restos de la elevación original. Solo habia espacio para cuatro muelles pequeños, las cuatro escaleras hacia el punto de reunión y nada mas, practicamente.
Meloté se sento justo a la derecha de Antorax el Venerable, titulo que se le daba al mas anciano de todos ellos, y que ejercia de portavoz, conductor y moderador de acuerdo con su mayor rango. Antorax ocupaba el primer asiento; las gradas las dividia en dos las escaleras, bien, justo a la derecha del ultimo escalon se consideraba el primer asiento, reservado al mas anciano; a su derecha, el que lo seguia en senectud, a su derecha, el siguiente, y asi suvecivamente: asi, todos ellos recorrian por lo general todos los asientos de las gradas, desde el extremo izquierdo superior hasta el asiento de Venerable, si vivia lo suficiente, lo cual era raro, habia un dicho que rezaba que una vez uno ocupa el ultimo asiento esta deseoso de avanzar, pero que segun avanza hasta el primero esta deseoso de no avanzar más ya.
Meloté se sento comodamente y bebio algo de agua fresca del manatial; mas refrescado ya y de mejor humor; saludo educadamente al resto de la audiencia, con especial cariño a Antorx. Este agradecio el gesto público y pido respetuoso silencio, pues el gran debate estaba listo para comenzar. Con el testigo de marmól en sus manos, que facultaba para hablar; dijo:
- Saludos, estimados amigos. Nos hemos reunido hoy aqui bajo la sombra inminente de un grave peligro, que debe ser tratado con urgencia. La decisión que hoy se tome puede cambiar el destino de todo nuestro pueblo, provocando su total destrucción y derrota, o conducirlo a su mas gloriosa etapa. Puede que de ella, depende incluso, nuestra propia vida o muerte.
Todos ellos, desde el primero al último asintieron con gestos de profunda seriedad demostraron la veracidad de sus palabras, que ellos sabian de sobra. De todas formas, el Consejo de Ancianos nunca se habia reunido por cuestiones triviales.
- He aqui el asunto. Como todos sabeís, hace ahora tres meses, un gran contigente del temido Imperio Zhudûn ha pedido la sumisión a su poderio de el grupo de ciudades de Drancia. Huelga decir que estos nunca fueran lo que se dice unos buenos vecinos, pero tambien que no podemos poner en duda su virilidad y fuerza y animo. En consonancia con ello, ellos orgullosamente se negaron con totoal rotundidad. La respuesta del Emperador fue inicar la guerra con todos los medios a su alcance, que no son, por desgracia, pocos. Sus fuerzas asediaron sus tres principales ciudades a la vez, impidiendo cualquier tipo de ayuda dispooniendo un gran ejercito de reserva entre ambas, y moviendo su numerosa  flota hacia sus pueretos para atacarlas desde todos los puntos posibles. Atadé, en el norte, ya ha caido bajo su yugo y todos sus hombres han sido ejecutados; Celicé, en el sur, esta a punto de hacerlo; Konié, en el Este, resiste aún, anque no sabemos por cuanto tiempo lo hará, o si desesperado abriar sus puertas. Ahora las fuerzas de los Zhumûd amenzan Canné, en la fronetra meidional con Urkhiâm,  y se han vuelto hacia nosotros para reclamar nuestra ayuda en un momento tan crítico.  La decisión, es pues, en apareiencia simple: ¿Debemos ver como ellos caen, o debemos luchar a su lado para sostenerlos? ¿Debemos correr el riesgo de una guerra que nos pueda consumir? La potencia del Imperio es bien conocida por todos, sus ejercitos, imnumerables, sus rquizas, envidiadas y codiciadas; su tamaño, tan gigantesco que es imposible de precisar; nadie, ni siquiera el propio Emperador, sabe cuantas ciudades caen bajo su ferula.
Pero hemos de prguntarnos si es preferible entrar en guerra ahora, con aliados en suelo extraño, o esperar que el apetito del Emperador cambie y nos hallemos en guerra solos; amenazando nuestro comercia con una flota crecida y unas fuerzas renovadas. Si su hambre, lejos de aplacarse con varias ciudades más, aún crecera más, hacia nuevas cotas. Hemos de preguntarnos cualquier es nuestro horizonte y bajo que Sol estara.
Esta es la pregunta que yo os hago, y esta es la que debemos contestar hoy aquí. Muchas gracias.- termino su discurso , poso el testigo ceremonial en el suelo y se sentó.
Sinuhé fue el primero en levantarse, entrar en la arena y recoger el testigo del suelo.
- Grave cuestión nos traes hoy, Antorax el siete veces Venerable; y grave sera la decisión que tomemos hoy. Yo soy un hombre sencillo ; poco versado en las entramadas telarañas de la politica y la diplomacia y carezco de conocimientos en estas materias de que a otros en este reunion les sobran. Sin embargo, si se una cosa, y es que el orden natural de las cosas es que los hijos entierren a los padres; y que en tiempos de guerra se trastoca este orden natural y los padres pasan a enterrar a los hijos; y se que cualquier cosa que trastoque el orden natural de las cosas tiene que ser malo por fuerza. La guerra es un asunto grave; sea a uno u otro vlado del mar; y no debe de tomarse una decision a la ligera
Nuestra posición es dificil: debemos o bien ver caer a nuestros vecinos o acudir en su ayuda contra un enemigo diez veces mas poderoso. La guerra es un asunto grave, pero lo que esta en juego también lo es. No creo que a nadie de los aqui presentes le entusiasme la guerra; pero también se que ninguno de los aqui presentes gusta de la esclavitud. nadie, como digo, disfruta con la guerra: todos hemos perdido algun hijo, algun nieto o algun hermano, o porque no; algun padre o abuelo en ella; todos hemos empuñado las armas como era nuestro deber; y no aventuro mucho si digo que mmuchos de los aqui presentes ha recibido heridas o ha perdido posesiones por su culpa.- y decia bien: en aquella reunión faltaban dedos, manos, piernas y pies mas allá del calculo correcto- Pero también estoy seguro como que es de dia que todos pagarain todos esos precios, y aún duplicados; por evitar la servidumbre, y aun menos a un despota caprichoso y  extranjero. No habra deshonor en una derrota; si este es nuestro sino; si la obtenemos en el campo de batalla; ni hallaremos el desahonor en la muerte; si esta nos sobreviene codo con codo con nuestros compañeros y hermanos; bien en el mar o en nuestras playas. Nada se nos tendra que reprochar nuestros descedientes si caemos victimas de un poder superior a nuestros fuerzas: pues aún los mas valientes y esforzados no pueden evitar la muerte por una flecha, como bien !Ay! sabemos. 
Pero si habra derrota si nos rendimos sin pelear; si se apoderan de nuestras mujeres y hacen esclavos a nuestros hijos; si cuando llegan a nuestras puertas las ven abiertas y quebrantadas; si habra deshonra si nos conducen al redil como a tantos antes de nosotros.  Sabemos por experiencia que los tratos con tiranos dependen mas de su capricho que la posicion de las nubes del viento. Hoy firmaria un tratado para imponernos el que el quiera en el momento que elija: pagara disensiones y asesinos con momedas de oro a manos llenas: nos hara luchar unos contra otros mientras observa desde una torre, y luego vendra y nos apresará a su gusto.
Nosotros no fuimos creados para servir; fuimos creados para reinar. Antes o depues, todos nos respetaran, pues eso merecemos; descendemos de dioses, no de hombres, y somos libres mas alla de medidas de mortales. Asi digo que vayamos a la guerra, pues esta se nos presenta inevitable; y mas vale guerra hoy y muerte mañana que esclavitud hoy, mañana y ayer. Yo digo y grito "Guerra" aqui y ahora; yo digo y grito "Guerra" aqui y siempre. Asi he hablado, y asi espero que sea. Muchas gracias. - exhausto por el esfuerzo, se tambleo mientras respiraba pesadamente; y con un paso vacliante, abandono el testigo sobre el piso y se marcho, apoyado en otros brazos y entre una avalancha de enfroverecidos aplausos como fin.
Cuando la aclamación aún no habia cesado, Pitiro, uno de los miembros mas jovenes de la Asamblea (quiza fuera mejor decir menos anciano) bajo a la arena y recogió el testigo. Inmediatamrnte se hizo el silencio, pues el respeto a los símbolos era total; y entre las miradas severas comenzó su discurso:
- Entre mis animales dispongo de un carnero al que tengo mucho aprecio. Su padre fue degollado en otra guerra, cuando un grupo de desertores entro en mi hacienda buscando algo de pillaje. Aun no es un macho complemente formado y ya quereis meter al hijo en otra guerra. Digo esto para que veais que la guerra no respeta a nada ni nadie.- sonoras carcajadas rompieron el silencio- Bien, pero hoy no es dia de chanzas. Hoy es una dia grave. y los dias graves se merecen discuros graves. Hay un proverbio entre mi gente que antes de hablar, remuevas la lengua entre los dientes diez veces; y es de sabios escuchar ypensar mas que hablar y actuar. Pero no seria razonable demorarse en exceso, y la naturaleza de lo que se nos pide exige frialdad de nervios y urgencia.
Como el propio Sinuhé, yo no soy tampoco un hombre de intrigas, ni de altos pensamientos o de filosfias enrevesadas: vive tranquilo, vive feliz, vive mucho, es mi máxima, y a juzgar por el tamaño de mi túnica, bien puede decirse que es una máxima que cumplo bien- esboz´ño una sonrisa. Los chistes sobre su barriga era uno de los chascarillos mas recurrentes en las reuniones- No se nada, o muy poco, de combates, guerras y estrategias; nunca he madando un ejercito y hace años que servi como uno mas en la defensa de mi ciudad. Me siento más comodo entre rejas y arados que entre espadas y lanzas; siempre he sido y siempre seré un simple agricultor- si por simple agricultor se puede entender un hombre que atesora mas de doscientas yuntas de terreno- .Pero nada de eso puede servir de excusa a la in acción mas penosa; y no podemos olvidar, que a veces, la neutralidad es el peor crimen. Hoy me doleria no actuar, pero mas me doleria actuar sin cabeza. No olvidemos que un exceso de valentia deriva en incosciencia, que es tan peligroso mas que la cobardia. No me gustan los grilletes, por dorados que sean, y no cambiaria mi baston por un montón de moedas, por grande que este fuera; pero a la lapida no le tengo tampoco aprecio. A los muertos poco les da lo que hagan los vivos, igual que nosotros ignoramos los designios de los difuntos. Nuestras vidas siguen senderos distintos. La decisión que hoy nos exige es grave, y dejarnos llevasr por la ira es un lujo que no podemos permitir. La prepotencia, la vanidad, son rasgos del Emperador y sus esclavos, no nuestros ni propios de nuestra gente. Ellos ignoran la belleza de la proporción matematica, del lenguaje oculto de la naturaleza y de las sutilezas de la discusión filosofica; nop lo comprenden y esta mas allá de  de su limitada comprensión. En cambio para nosotros, estos descubrmientos son tan sencillos que se lo mostramos a los niños sin esfuerzos.- las caras de su auditoria era inexpresivas, muestras que no seguian bien el discurso- Bien, hoy habalmos sobre la guerra, y la guerra es un asunto muy serio. No creo equivocarme si hoy declaro que puede ser el ulktimo dia que decidamos algo. Yo no hablo de cobardia, hablo de valentia. Yo no hablo de paz, hablo de guerra. Hablo de virtud y sabiduría. No niego la guerra, ni quiero ser esclavo de otros señores; pero si hablo de tiempo y espacio, de inteligencia y alianzas; de demoras y murallas; de previsión y estrategia. No hya deshonor en la derrota. esto es indudablemente cierto; pero la sabiduria nunca se hallara en la punta de una espada; y la guerra es un fuego que consume con ansia y arde lentamente y se retuerce bajo al viento caprichoso de la fortuna.  Pensemos antes que actuar; no neguemos a nuestros vecinos la ayuda; pero no cedamos a la locura. Yo digo guerra también; pero no hoy.- un murmullo se fue apoderando con fuerza de la sala segun avanzaba el discurso, y las ultimas frases se escucharon muy mal y solo a trozos- Vayamos a la guerra, pero segun creamos conveniente, no segun nos dicten los demás.  Afilemos la espada, apilemos las lanzas, preapremos las murallas. Botemos mbarcos, y vigilantes esperemos. Prudencia. No temamos a la guerra, pero no corramos a buscarla.
- !Orden!- pidio Antorax, pues ya el griterio impedia escuchar a Pitiro.
...- !Votemos hoy no a la guerra, para votar mañana si!- terminó este.
Meloté descendió con rapidez a la arena; y pidiendo  calma con un gesto de sus brazos; y le pido el testigo a Pitiro; mas como este dudase unos segundos, anonadado por la situación, se lo arrebató de las manos.
- ¿Debemos, como niños en las playas, ver nuestros castillos ser devorados por la marea? ¿Hemos de consentir imptentes a la matanza de mas alla del mar, preludio de la nuestra propia? ¿Debemos ser corderos ante el lobo? ¿Que honra, que virtud hay en esta decision que propones, Pitiro? ¿Quien luchrá pòr nosotros una vez ellos caigan y el Imperio llame a nuestras puertas? ¿Debemos ofrecer nuestras tunicas al ladrón, abriles las puertas de nuestras casas, y ofrecerles a nuestras mujeres? ¿Debemos ofrecer el cuello antes sus espadas? ¿Quien puede decir, después de lo que hemos oido hoy aqui que este hombre es uno de los Sabios?- gritos de aclamación, vivas y un tremendo estretpito se desato furioso, en oleaje, sobre el centro de la arena.
Pitiro pidio silencio con ambos brazos, pero este no exisitó hasta que Antorax asi lo requirió.
- Preguntas, y con razón, oh Melote el Sabio, cual es la virtud de esperar, y haces bien: yo mismo asi lo haria, si fueran otras las circustancias. Deberas perdonarme por mi estupidez, pero yo creia que la prudencia era una virtud, y la politica prudente una politica virtuosa.  Tu me preguntas si debemos ayudar, y yo te respondo que si, oh, Sabio Melote. Pero debemos de medir nuestra ayuda de acuerdo con lo que tenemos. Y lo que tenemos, es hoy en dia, bastante poco: ayudando sin cabeza seremos nosotors la que precisemos dentro de poco. Si una manada de lobos rabiosos asaltan nuestras tierras; y tu vas solo armado con una vara; corres al desastre y vas hacia la muerte: has dejado huerfano a tus hijos y sin sustento a tu viuda esposa.
Esperemos, pero no ociosos; aguentemos los embates con entereza mientras nos preparemos: reune a tu gente, adiestrala, armala, reune alianzas; fortifica ciudades: asi servirar a tu familia. Vete al pueblo y reune a los vecinos  y armaos bien; asi acabaras con los lobos y serviorás a tu familia. Ordenar que parta gente a la guerra sin preparase es lo mismo que desperdiciarla; y hacerlo a sabiendas es una ineptitud y aún peor, un crimen. Nada hay de valiente en caer en una celada por cabeza perdida.
- Hablas, Pitiro siempre de frotificaciones y murallas, mas ¿Quien las necesita? ¿Acaso cuentas conque el enemigo se plnatara ante ellas; y aún no ha comenzado la batalla? ¿No sera, mejor, que temes tanto a la batalla que correras tras ellas cuando suenen los cuernos?
- Yo he he vivido mucho, aunque no tanto como tu. Y estoy seguro de que has visto, como yo; a los mejores planes fracasar, a los mejores soldados caer, al escudo romper y la lanza astillarse. Has visto, como yo morir a hombres de lo mas valientes, de los mas fuertes; todo su valor y destreza no les sirvio ante un centenares de enemigos, ante el amigo que huye y abandona y traciona; ante el general que deserta y los arqueros que emboscan escondidos tras los matojos. Has visto como yo el veneno en las saetas y el hambre maar a dentelladas; has visto el calor abrsador y las heladas nevadas sepultanto jovenes. No tientes a la guerra; pues uno nunca sabe como terminara una vez la inicie. ¿No será quizás el propio Emperador quien juega con nosotros; y amenaza a nuestros vecinos para que vayamos contra él; y destruyendonos alli, pueda entrar aqui sin resistencia?
- Si entran aqui esos asquerosos barbaros-rpcalamó Meloté- !por mi barba que hallarán resistencia! !Espada en mano nos hallaran! Y si caemos,  lo haremos con honor. Pero... ¿Como te hallaran a ti, Pitiro? ¿Escondido tras las faldas de  tus señora? ¿O quizas con alguien que sepa su lengua, para pactar?- risas y abucheos demostraron quien  tenia la audiencia a favor.
- Dices que pelearemos todos, y sin duda asi será- !Tu no! se oyo entre risitas desde las gradas- Pero ¿Acaso lucharan las mujeres? ¿Lucharan los niños desde sus cunas? Es más ¿Lucharemos nosotros los ancianos? Aún mas ¿Lucharás tu Melote? ¿Sostendrán tus brazos el escudo y la espada? ¿Arrojaran la lanza? ¿Y tu, Sabio Drumé, que tanto gritas y tan dedicido te muestras..- dijo dirigiendose a un grueso compañero que estaba sentado en primera fila- ¿Acaso sostendras un arma?- y señalo el muñon de su mano izquierda- ¿Y aunque asi lo hagas, como sostendras el escudo para que proteja el flanco de tu compañero? Tal vez huya para luchar  otro dia- se oyeron pitos y silbidos- O tal vez, si, por que no , tal vez pacte. Pacte para ganar tiempo. Pacte mientras este en inferioridad, para luego romper lo tratado y echar los extranjeros al mar. Diez hombres no pueden competir con cien, por valientes que sean; no hay deshonor admitirlo, pues es la pura verdad. Esta bien ser león, pero para ser león hay que tener garras y melena. Pactemos ahora y confundamoslos, haciendoles pensar que tememos la lucha. Rearmemenos luego y destruyamsolos cuando los vientos nos sean favorables. Atacar a un enenmigo tan poderoso en su reino es avanzar hacia el desastre. Asi hablo Pitiro, hijo de Epino, sangre de dioses.
- !Si, pero de algun dios cobarde!- le reprocho alguien entre la multitud.
- Cobarde es no decir lo que se pinesa. Cobarde es esconderse en la multitud. Eso es cobardia. -repuso, muy serio.
El tumulto se convirtio en un vendaval. !Pactar! !Pactar! Eso era impensable. - ¿Como pactar? ¿ Mientras el enemigo aparece al otro lado de las murallas debemos pactar? ¿Es asi como defendias a tu ciudad, Pitiro, cuando eras soldado? ¿Haciendo pactos de esta naturaleza? ¿Como vamos a pactar antes de que estallen los combates? ¿Sin  un muerto aun en el campo, pactaremos? ¿Pero que indignidad es esa? ¿Es que los muertosa reposan en el camnpo, y debemos pacatar para recuperarlos y asi poder darles un entierro digno? ¿Eso propones, pactar? !Jamás! - gritó, saando un cuchillo de su cinto- !Si mi hijo hablase de pactar con el Zhumûd, le apuñalaria! !Si mi mano izquierda temblase, la cortaría! !Pacatr con los ladrones y los piratas! !Pactar con los escalvos y sus señores! !Pactar! !Jamás! !Yo digo Jamás!
Al unisiono, todos los miebrso del consejo se levantaron, y dando grandes voces, gritaron todos a una !Jamás! !Jamás! !Jamás!
Antorax dejo que el ruido se agotase a si mismo, y cuando se calmo el griterio, ordenó:
- Votemos. Aquellos que deseen la guerra, alcen sus manos.
Fue unanime.
Como el resultado de la votación estaba claro, dijo Antorax:
- Volvamos a votar;  y esta vez, hagase el recunto oficial, que venga el escriba. Pero para que no se manche nuestro posterioridad con la cobardia, ruego a Pitiro que abandone la reunión; si asi lo prefiere; y asi el resultado, será, de verdad, unanime.
- Sea pues- dijo este; y así obedeció.

domingo, 2 de septiembre de 2012

En Las Montañas del Altai, diez mil soldados hay.


La nieve caia espesa como harina de cedazo. Toda la llanura estaba cubierta, hasta por lo menos, la altura de la rodilla; y nada en ella se escuchaba, salvo el silbido del viento, el leve aullido de lobos lejanos y el crujido de la nieve pisada. Hasta donde alcanzaba la vista solo se vei nieve, granizo, hielo y viento en todas direcciones.
Por la suave pendiente arrastraba los casdcos un pequeño y peludo cabalo a cuyos lomos cabalgaba un extraño jinete, que aterido, se arrebujaba como podia entre sus ropas. Con un grueso monton de telas hechas harapos retrorcidas para combatir el frio que se filtraba por doquier y mordia como un afilado cuchillo.
Bajo por la loma a ritmo pesado y por fin, cuando llego a la latura de una hilera de acantilados grises  cortados a pico; descnedio, y tomando el caballo por la brida recorrio a pie una veintena de pasos hasta alcanzar una de las multiples cavidades que se abrian en la aspera roca.
Dejo el caballo fuera, atado a una pequeña columna natural; y penetro en una bastante grande de cuyo interior  parecia nacer un riachuelo que ocupaba practicamente de margen a margen del espacio libre.
La cueva, aunque anacha de entrada, no se internaba muy lejos. apenas a unos cuarenta pasos se abria en el otro extremo de la montaña el final, de igual tamaño que su entrada, dsesembocando en un amplio circulo de rocas en el corazon de la montaña, a cielo abierto.
Alli la nieve era mas escasa, pues las copas de algunos arboles que nacian en el borde de las hileras superiores tapaban en algo los bordes, y adema, el incesante goteo de pequeños regueros y torrenteras aqui y alla impedian que todo se helase con la facilidad del exterior. La nieve era empujada y retorcida en jirones, y llegaba con menos inetensidad, asi que trozos de verde despuntaban como en islotes por algunos rincones. En uno de estos trozos de hierba, isla sobre isla, se veia una pequeña roca hincada verticalmente, como un diente sobresaliendo, listo para morder el cielo. Un pequeño cerco de guijarros los custodiaba; y aepnas uno se acercaba comprobaba que aquella piedra debia de tener alguno significado especial, pues estaba grabada con simbolos y letras; y decorada con filigranas y lineas y garabatos, y una mancha de color en un exteremo delataba que en algun momento de su extensa vida debio de estar recubierta de pintura, quizas de varios colores diversos.
El hombre se arrodillo delante, e inclinandose la frente sobre el suelo, apoyo las manos y asi se quedo un buen rato, musitando algo mientras tanto. Cuando por fin acabo, extrajo de su cinto un frasquito y derramo su amarillento contenido delante de la roca. Hecho lo cual, se sento comodamente con las piernas cruzadas y se desnudo hasta la cintura, dejo sus sable en horizontal sobre el suelo y asi se quedo, amoratado por el frio, pensativo, quiza meditando, quiza recordando o quinza simplemente disfrutando del impenetrable silencio que calmoso reposaba.
Una piedrecita cayo zumbando, a un charco, y rompiendolo en mil abrasadoras olas, rompio aquella quietud por un efimero instante.
Por encima de sus tatuados hombros, aquel hombre levanto una suspicaz mirada; pero no hizo ni dijo nada, y siguio el curso de su meditar errante.
Un pajaro aleteo y se perdio en la lejania.
Un suspiro quebro el aire.
Estaba claro ya que el silencio absoluto no existia, pero siguio intentanto encontrar la paz en lo rpofundo de su ser.
No la hallo.
Tras un prolongado discurrir; hallo dos ruidos, uno agudo y otro grave y profundo. Desconcertado, miro en derredor, busco afanoso, la respuesta, !Nada! y por fin se volco su saber en la meditacion de nuevo. !Imposible! Aquel infernal ajetreo amartillaba su alma, horandole como el agua a la roca.
Y hallo la respuesta cuando se la trajo la brisa.
El sonido agudo era su respiracion, y el grave los latidos de su corazón.
Desilusionado, se levanto, recupero su arma, y la volvio a presentar con ambas manos.
Un brillo gris y mezquino rompio el aire detras suyo, y el, experto en mil batallas, en trampas y argucias, se giro como un gato mientras se echaba a un lado en cluclillas.
Delante suyo habia un hombro, un rostro de barba enloquecida, alto como un pino, portando una lanza tan lata como él. Era  poderoso de hombros, y aunque era alto, la barba negra y espesa le llegaba a la cintura.
- ¿De quién, quienes tu?- le pregunto, desconfiado.
El otro se limito a sonreir como unica respuesta.
- Esto es territorio sagrado. Nadie puede entrar aqui con un arma.
El otro apoyo la cabeza en un ladodel cuerpo, y luego lentamente en el otro, como si negase con suavidad o se riese entre murmullos, y luego continua, con una sonrisa en sus labios:
- ¿Y tu sable?- dijo con una voz afilada como el hielo.
- Es un arma ceremonial- respondio el otro secamente.
El hombre de la lanza volvió a sonreir, esta vez, mucho mas visiblemente y continuo:
- ¿Esta mal mentir?
El otro, que tenia prisa, pues no le gustaba nada esto, no contesto, tratando de irse por el  lado opuesto de la cueva, pero el de la lanza le cerro el paso y le volvio a preguntar:
- ¿Esta acaso, mal mentir?
- Por supuesto- respondio, cada vez mas enojado.
- ¿Y seria doblemente deleznable mentir en territorio sagrado, pues?
- En ese caso seria triplemente reprobable.- contesto, escupiendo las palabras segun las decia.
- Una respuesta pateticamente razonable- le espeto el otro, ante su estupor- Digna de un cobarde y debil como tú.
- ¿Yo un cobarde? ¿Yo , un debíl?- sus nudillos se pusieron blancos de la presión sobre la espada. - Creo que desconoces con quien hablas.
- Al contrario, te conozco muy bien. Muy bien- repitio con una sonrisa torva.
- Entonces no me llamarias cobarde. Yo solo he dado muerte a mas de vienticuatro guerreros en combate singular. Cada una de las marcas de mi sable es una ciudad apresada. Las...
- ¿Y porque un guerrero tan fuerte y temido se vale del arma de la mentira? ¿Es que desconfia quizás, de la fuerza de su brazo?
-! Maldito bastardo, como osas... !- rugio furioso el otro, y desnudando su acero, vocifero : - Atrevete a decir una sola palabra más, perro y te demostrare por que que hay estrellas en el cielo.
Pero si tenia miedo, el hombre de la lanza no lo demostro en absoluto. Se limito a reir con franqueza y continuo con su chachara como si nada hubiera pasado:
- ¿Eres, quizás, enemigo de la verdad? ¿Eres amigo de la mentira, acaso? ¿Entonces, porque mientes en un lugar sagrado?
La furia estrangulo algunas voces en su garganta, y no dijo nada. El hombre de la lanza continuo hablando.
- ¿Por que llevas un arma en un lugar sagrado?
- Es un arma consagrada...
-!Mientes!- le interrumpió con un grito.
- Esta arma fue forjado por los monjes de...
- !Mientes!
- Queria consagrarla aqui en las aguas ...
- !Mientes! Por tercera vez. Has mentido tres veces , en un recinto sagrado. Tres veces tres son nueve. Pero no te preocupues, estamos en paz.. Esa arma te la regalo tu difunto padre, Sikinghon, y es un arma de guerra, no un arma consagrada: ha bebido sangre y probado carne. !Lo sabes muy bien! Esa arma dio muerte a mi padre, por mano del tuyo. El te la lego .Y hoy la has traido aqui para que te proteja, porque desconfiabas, y hacias bien. Eres un hombre inteligente, pero mentiroso, aunque no lo suficiente. - dio un saltito hacia atrás. y tiro la lanza a un lado. Desenvaino  la espada que llevaba en el cinto. - Siento decirterlo en un lugar sagrado, pero voy a matarte. Matar es tres veces peor que mentir, segun las tradiciones. Asi que tres veces tres son nueve ¿Verdad? Estamos en paz. - y retrocedió.
- !Bah! Si crees que temo a hombre bajo el cielo...
- Palabras y mas palabras, siempre palabras. Pero las palabras ni libran ni ganan batallas. Las palabras se las lleva el viento. Esa espada dio muerte a mi padre, bien. Ahora, la espada de mi padre te dara muerte. Asi estaremos en paz.
- Ven a por mi- le reto el otro, colcando la hoja del sable vetrical entre ambos, con todo el cuerpo en tensión.
- No me hace falta.- respondió el otro, y se tiro al suelo.
No tuvo tiempo a reaccionar. Se oyeron varios chasquidos secos, como una rama al romperse, y media docena de saetas silbantes buscaron un blanco. Dos de ellas se alojaron en el poderoso abdomen, otra mas le alcanzó en el cuello, de las otras tres nada se supo.
Alcanzado en pleno impulso, el hombro echo la cabeza hacia atras mientras sus pies seguian avanzando. Su tronco alcanzó la tensión máxima y como una cuerda de arco que se rompe, se decasbalgo de espaldas sobre el frio suelo.
Formando un circulo, seis arqueros con armadura de cuero salieron de su esconbdiente entre las peñas, y cerrando cualquier liné ade escape, se acercaron con las arcos en alto y las flechas listas.
Incredulo todavia, el hombre herido trato de incorporarse, pero no lo logro. Apenas alzo un poco la cabeza la hallo incriblemente pesada y sus labios ensangrentados ensuciaron el suelo de escarlata.Sus ojos difusos giraron hacia arriba y de su garganta broto algun tipo de murmullo inaudible.
- Tal como te prometi, aqui estoy muchacho. Como ves, no te he mentido, no como otros ¿eh? -una sonora carcajada remacho sus palabras, y el hombre de la barba negra le paseo el acero por delante de su frente tremula. -´¿Alguna petición?
Un esputo sangriento le golpeo en la punta de las botas.
- Como quieras. - se arrodillo. Puso la hoja del arma en vertical, plana, justo encmia de su cabeza, como si fuera un pendulo, y por un instante jugueteo con ella de un lado para otro. Entonces, con un poderoso grito la dejo caer con fuerza. Con una fruta madura, el craneo se partio en dos y sus sesos revueltos se desparramaron por la nieve.- Adios, Rey de Reyes. !Ja!
Se levanto llevando en el rostro una sonrisa triunfante.
-!Rey de Reyes!  !Bufón! !Siempre fuiste un perdedor toda tu vida!
- !Eh, Togrul!- le impelio uno de los arqueos, uno que parecia el jefe. - ¿Quién era ese hombre?
- Un cadaver- respondió el, regodeandose.
- No, me refiero antes.
- Un cadaver. Ya te lo he dicho.- su risa volvio a atronar- Pero si quieres poner algun nombre en su tumba,l puedes poner  Skhinthá, creo. - y se volvió, y mientras limpiaba la hoja de su espada con un manojo de hierbas, comenzo a caminar hacia la entrada del tunel.
- Skhinthá. "Espada" !Hum!- empezó a reflexionar. !Bonito nombre! !Muy apropiado.- razonó.
- !Vamos, no tenemos toda la noche! La tormenta llegara en unas horas, y es mejor que no nos pille en campo abierto. !Vamos!- volvio a gritar, el hombre de barba.
- Oye, ¿Que es eso de las estrellas del cielo?
- Oh, es una leyenda. Se dice que hay una estrella en el cielo por cada ciudad en el mundo. Cuando un hombre conquista una ciudad y la destruye, la estrella se apaga. Se dice entonces que el hombre que conuistara el mundo bajo el cielo oscurecera sobre él la noche extinguiendo hasta la última tea.- decias, mientras cruzaba el umbral, y se perdia dentro de la cueva.
Cuatro de los arqueros le siguieron, pero otros dos, no. Uno de ellos se acerco cauteloso al cadaver, le dio la vuelta patenadolo con el pie, y agarro la espada del caido.
- !Deja eso!- le gritó el otro.- ¿No sabes que no se pueden coger las espadas de los muertos?- y se acercó al oido del otro- !Y mucho menos si son asesinados- musitó- Las espadas tienen el alma del caido. !Llevarla equivale a desafiar la ira de los espiritus! Un hombre pueden luchar contra mil hombres, pero mil hombres no pueden nada contra un espiritu vengativo.
- !Bah! !Cuentos de viejas en las noches de nieve!- se mofo el otro- El acero es bueno. Y eso es lo que cuenta. El resto...
- Una espada maldita se partira cuando mas la necesites. Asi trabajan los espiritus. Una vez...
- Bueno, pues da igual. La vendee´, y me sacaré un buen dinero por ello. Es una buena espada. La empuñadura es de piel de ballena. Y el acero...
- El acero es de lo mejor. Partiria una roca, si encontrara un brazo lo suficientemente fuerte para hacerlo. Pero da igual. Dejala alli. Que los muertos puedan descansar. !Vamos!- le urgió.- Ellos ya se han ido. Ahora tendremos que correr para lancanzarlos.
A regañadientes, sospesó el filo en sus manos, y meneó la cabeza. Pero como tenia prisa, finalmente arrojo la espada a lo lejos, con tanta puntería que el arma quedo clavada como una estaca, justo anfrente del monolito.
Apenas se fueron, una bandada de cuervos descndeió y se ocupo del cadaver con presteza.
Uno de ellos, satisfecho, dejo la carne y se apoyo en la empuñadura del arma.
Bajo la cabeza, se aliso las plumas y se rasco sobre el muslo derecho con el pico.
Graznó.
Un pedazo de carne cayó. reboto en la guardia y se hundió en la nieve. Uan gota de sangre se agolpó alli, y recorriendo la hoja del arma, se deslizo lenta y pesadamente por todo su extensión.