lunes, 12 de marzo de 2012

Confesiones de una máscara


Imágenes triunfantes se cruzan en mi imaginación triunfante.
Salvor Hardin muere apuñalado encima de la mesa de su despacho.
Un meteoro aniquila la tierra en una gigantesca explosión.
Cientos de personas aplauden a rabiar.
Alzo el puño en señal de triunfo mientras me alzo victorioso.
Y grito:
-       ¡Victoria!
Los aplausos son ensordecedores.
Espera.
Esos aplausos no son fruto de mi imaginación, no. Son reales. Jodidamente reales.
No estoy solo, no.
La puerta de…
Un tipejo de aspecto fibroso, chinorrio, trajeado como un maricon y con un peinado a juego aplaude su ambigüedad sexual sobre mí.
-       Maravilloso… Simplemente eres el guerrero total. Genial, implemente genial- hace la torpe imitación de una reverencia y le da a su voz la entonación perfecta:
-       Genial, de veras, no tengo palabras.
A mí si me ocurren, pero como no se qué quiere todavía no se le suelto:
-       Vete de aquí,  puto gilipollas o te meto un hierro por el culo y lo retuerzo hasta que vomites sangre. Tienes tres segundos exactos.
-       -¿El guerrero perfecto, eh? Un rival asustado es un rival derrotado. ¿No es así?- de repente, con un gesto rápido, muestra una katana enfundada en una vaina negra con adornos plateados.- Sanada Yoshitsune. Samurái de la prefectura de Satsuma, descendiente por vía materna de Nobunaga. Cincuenta y siete generaciones de guerreros están reconocidas en mi linaje. Nada tema, ni bajo el cielo ni sobre él. Puedes considerarte honrado, plebeyo. Te reto a un duelo. A un duelo a espada. ¿Aceptáis pues, o debo consideraros un cobarde?
Si se cree que semejante catarata de gilipolleces me afecta en lo mas mínimo, se lo tiene que hacer mirar.
-       Mira, hijo de la gran puta. No tengo ni la más mínima gana de cumplir tus sueños de pajillero anónimo. Yo nunca he peleado. ASESINO. Eso es lo que hago, porque eso es lo que soy. Todo eso de los duelos está muy bien para las  películas y el teatro kabuki y la de su puta madre, pero a mí me da …
-       Este indigno ser te presenta el computerizador con los códigos de seguridad de…
-       ¿Salvor me mintió?- pregunto sorprendido.  A fin y al cabo, Salvor pertenece a la más baja calaña: la de asesinos con palabra, la que firma contratos.
-       No, Salvor es un líder honorable y respetable- luego aclaramos términos- Su palabra es recia como el roble. Ni siquiera el huracán mas fuerte…
-       ¡Cállate ya, subnormal!
-       … yo lo hice. Lo sustraje. Me suponía, y acerté, que a diferencia de mi mismo, necesitarías de un motivo para luchar. A pesar de tu destreza no conoces el bushido, ni el Supremo Camino.
-       Te confundes. Yo no necesito un motivo para luchar. La batalla no necesita un propósito, la batalla es un fin en si misa. Uno no se pregunta porque arde un campo o se extiende una plaga. No preguntes entonces porque lucho yo.
Sus ojos brillan de orgullo tras tragarse mi discursito y continua con un simple.
-       Acompáñame, vamos.
No tendría que aceptar seguirle el juego, pero le sigo.
Entra en el ascensor principal, y yo cuando recupero lo que deje en la entrada y cojo un poco de aire, le sigo. El ascensor sube muy rápido y yo sigo cogiendo aire. Salimos en un piso de los de arriba, el sale primero y yo le sigo.
Una cuidad escalera de ¿madera? fina se pierde en la oscuridad. Paredes de madera y pale rematan el aspecto japonés de la escalera. Que pérdida de tiempo y de dinero. El sube delante de mí. Bien.
-       ¿Y cuál es su cometido aquí?
-       Oh, soy el jefe de seguridad. Puede parecer extraño, pero yo siempre me negué a llevar esos… implantes cibernéticos que tanto gustaban a mis hombres. Lo que irónicamente, me ha salvado de seguir su destino. Hizo usted bien, desde luego. No se puede depender de…
¡Ahora!
Con un gesto sorprendentemente rápido, hasta para mi, desenfundo el acero de mi navaja, y mientras tiro de u cuello y su cuerpo hacia atrás empujo el arma hacia adelante, hacia su cuello.
Pero él…
Es más rápido.
Con un gesto de su cadera, aprovecha mi impulso en contra mía, y me desequilibra mientras su brazo derecho rodea mi cintura con maestría. Con un grito, voltea mi cuerpo por encima de su cadera y antes de que pueda reaccionar, me tira al otra lado y se cae encima mía, con el codo en mi nariz por casualidad, claro.
Siento o ya no siento, no lo sé, como ni nariz se astilla contra los escalones de madera y aspiro un poco de serrín sin querer. Quema mucho más que lo tomo habitualmente, pero no me hace ningún efecto, al menos inmediato.
Acabo de perder la partida, pero ya no me quedaba otra.
Su katana hace un extraño ruido al rozar contra la vaina y un brillo metálico rompe la oscuridad, haciendo como una sonrisa extraña.
-       Que decepción. Que decepción- repite, como si esas palabras tuvieran algún significado.- Estoy sumamente decepcionado. No lo vuelva  a hacer. Ni se le ocurra. Es muy sucio atacar a su rival por la espalda. Vamos, levantase. Aunque le gustaría apuñalarme como el perro indigno que sin duda es, le hare entender las diferencias entre usted y yo.
Gilipollas. Debería haberme matado. Yo no lo hubiera dudado, pero bien pensado, es verdad que yo le hubiera matado antes ya. Bien, no lo volveré a hacer, pero no porque lo diga el, si no porque no pienso repetir el mismo truco dos veces. No es que haya nada sucio en acabar con alguien por la espalda. Lo único sucio es que un tipo vaya a matar a otro, y se crea mejor que su rival. Si vas a matar a alguien, no importa como lo hagas, una vez lo consigas, una vez esté muerto, se habrá acabado todo. Ese tipo no va a resucitar.  Da igual como lo hayas hecho. Estará muerto de todas formas. Lo importante es acabar rápido, acabar con él, como sea, y salir vivo. No existe el juego limpio, no existe la justicia en la guerra. Creer cualquiera de esas mentiras sí que es sucio o  estúpido. L
Pienso en todo ello mientras por fin entramos en una sala decorada con el gusto de un sifilítico terminal. Mascaras kabuki, laminas uki-yoe, espadas y otras armas colgadas por las paredes… es un gilipollas de cojones.
Vale, muy bueno el decorado, y ahora ¿Qué?
Señala unos instrumentos de músicas antiguos, un gong, unas campanas de bronce, un xilófono, una citara y también unos pinceles y un tintero. Agarra uno de los pinceles y comienza a dibujar algo en una tira de papel con toda calma.
-       Era tradición en mi familia, que antes de un desafío, se procediese a escribir el jisei no ku …
Me tiene hasta los huevos.
Agarro el tintero y se lo tiro a la cabeza.
Pero se lo tiro tan fuerte que no le doy aunque estoy a un metro, y se rompe detrás. Por lo menos, le jodo el papel con la tinta derramada.
-       ¿Nos vamos ya a dejar de polleces? ¡No tengo todo el día!
Se hace el duro. Se levanta lentamente, mirándome perdonándome la vida, con una mezcla de resignación y asco. Se levanta finalmente, la pierna derecha delante, luego la izquierda y con un gesto refinado dice:
-       ¿Le puedo invitar a beber algo antes del combate?
-       ¿Tiene sangre de virgen?
-       Creo que un poco de sake será del gusto del caballero. – continua sin  escucharme.
Saca una taza medio partida, la rellena y me la da. Luego llena otra para él.
-       ¿Una taza medio rota? ¿Qué pasa, no te da el sueldo para comprarte un puto vaso decente o qué?
-       La perfección, la imperfección, la perfección de la imperfección, la belleza de lo imperfecto… Los griegos ya sabían todo eso. El Partenón griego no tiene una sola línea recta. Y sin embargo…
-       Sí; eres gilipollas.  
-       Usted no lo comprende. No puede entender el camino total. Es solo un perro que lucha por la carnicería. No entiende la sutil diferencia que hay entre el desafio personal y la matanza de la contienda impersonal. Entre…
-       Lo único que entiendo, es que muchos discursos y mucha mierda pero sigue bebiendo en una taza medio rota.
-       Esto no es una herramienta nada más- dice enseñando el arma-  Es un camino. Es EL camino. El do, el reflejo del alma …
-       La espada es un arma para matar. No hay más. El resto son gilipolleces, pajas mentales. Hay que ser subnormal para creer que el camino es un trozo de metal. . ¿Que, un lingote de cobre puede ser el camino?
-       Es inútil seguir esta conversación. Nunca llegaremos a entendernos.- dice meneando la cabeza.
-       No se sobrestime tanto. No tengo ningún interés en entenderle. Solo quiero saber que cantidad de dolor hay que causarle para que muera. Pero tiene razón en una cosa. Es inútil seguir hablando.  He venido aquí a matarlo, no a hablar de filosofía. Es hora de.- y me levanto. Agarro el mazo del gong y golpeo las campanas:
-       Es hora de saber por quién doblan las campanas.
http://www.youtube.com/watch?v=AFtmdorQG-U 

No hay comentarios:

Publicar un comentario