jueves, 21 de julio de 2011

Soy Leyenda

Con la ligereza de una libélula, la nave se poso con elegancia justo en el andén adyacente al último visitante de la estación. Su primer paso fue inspeccionar esa nave. En virtud de prestar derecho de socorro, para ayudar a su dueño; para buscar pistas con las que ayudar a su dueño o hallar así el modo de ayudar, el derecho espacial da permiso para inspeccionar una nave, si este se lleva a cabo según los cánones establecidos, y también quedarse con los objetos que puedan servir para ayudar al dueño o encontrarlo. En caso de estar el dueño vivo, s le deberá restituir. Si el dueño resultase estar muerto, podrá quedarse con todo aquello que no pertenezca a sus herederos o no se les puede entregar en el plazo de un mes estándar, a modo de compensación por los sacrificios. Un ligero borrado de datos, bastaría para hacer que el artículo en concreto le beneficiase. Y a Von, si la ley le favorecía, le gustaba obedecer a la ley.
Forzar la escotilla principal fue un juego de niños para un tipo con su experiencia. El saqueo fue rápido y provechoso. Al fin y al cabo, todo ello podría tener utilidad para “hallar a su dueño o ayudarlo”. Armas, municiones, armaduras, instrumentos, equipos de apoyo, pieza de recambio, etc. Los objetos personales fueron reunidos y quemados. Al fin y al cabo no tenían ningún valor (y los que lo tenían, fueron sustraídos) y el no los iba a utilizar. Una vez hecho esto, miro el diario de a Bordo de la Nave y lo comparo con el que ya tenía para observar discrepancias. Alguien podría haberlo modificado, o se podía haber perdido cadenas de información. Lo leyó dos veces. Luego reviso las bases de datos. Irónicamente, durante el trayecto la información adicional pedida a la base había sido enviada, por lo que tenía a su disposición mapas exactos de la Estación. Se sonrió. Empezaba con buen pie.
La estación consistía en una serie de anillos que circuncidaban un cilindro central, unos a otros y entre por una complicada telaraña de pasillos. Había una dársena central justo en el sur del cilindro central. Las estaciones que bombeaban la energía estaban en el lado opuesto. El anillo superior a la dársena actuaba de controlador espacial y torre de mando. En anillo inferior hacia de controlador y torre para las naves que venían de la colonia. Dos anillos mas servían de residencia para el personal estable (una a cada lado). Otro más para el personal interino (fundamentalmente pilotos y tripulación de las naves).
El anillo giraba sobre sí mismo para generar una sensación artificial de gravedad. En el cilindro central se guardaba la reserva de antimateria que servía para mover la estación (si era necesario, no había ningún movimiento registrado n tres años) y para los sistemas de defensa. Von no pudo evitar pensar en lo irónico de la situación. Los sistemas no habían sido utilizados nunca, y la única vez que tenían que hacerlo no había servido para nada. Mierda de vida.
Von descarto enviar la noticia de su muerte. Primero, porque la nave del guarda era valiosa, La quería para sí, para desguazarla y venderla como chatarra. Y además, tenía combustible a espuertas. Segundo, la empresa mandaría una expediciones a hacer preguntas; y el no quería molestias para saquear a gusto. Y además, la nave pertenecía la empresa, que obviamente la reclamaría para sí. Bueno, ya no podía sacar más de la nave.
Volvió a la suya sin prisa. Si había alguien en la estación ya sabe que estaba aquí. Si le querían atacar, mejor aquí tras los escudos, los láseres y los misiles y con una vía de escape raido al exterior. El plan era simple. Quedarse de momento para ver si había algo de valor. Si los informes no mentían, las naves de carga estaban llenas. Era un tesoro apetecible, Quizá varios millones representaba poco para un gran empresa, pero para el eran una fortuna. Si de paso encontraba el cadáver del guarda mejor. Sino tanto daba, cuado tuviese suficiente, se marcharía. No había que ser codicioso en la vida, pensó riéndose para sí.
Preparó sus armas. Dispuso su armadura sobre la gigantesca superestructura de su cuerpo. Más de tres metros de alto, casi dos de ancho era un buen tamaño. Sobre su cuerpo dispuso capas y mas capas de metal, luego activo los escudos de defensa personal, comprobó que todos los sistemas informáticos funcionaban y examino las armas. Se decanto por la típica combinación de fusil Falcon-X multifunción, mas granadas rompedoras, granadas de camuflaje, dos armas de mano, un lanzamisiles desmontable, un pequeño subfusil de apoyo, guantes con laser incorporado, y un par de docenas de explosivos de diverso tamaño. Con todo ello en su espalda, introdujo en su muslera su gigantesco revolver Proton Wira (capaz de disparar un proyectil a mas de 50 km/s). Todas las armas estaban en completo funcionamiento.
Se caló su casco a fondo y lo activo. El gigantesco exoesqueleto estaba en plena forma tras su última reparación. Se conecto la base del caso con su columna vertebral para dirigir el ordenador central directamente a través de su pensamiento, o más correctamente, de las corrientes eléctricas que los rigen. Comprobó que todos los datos que proporcionaba al exoesqueleto el endoesqueleto sobre sus órganos internos eran correctos; que la tensión sanguínea era la adecuada, que todo estaba en orden; cuando lo corroboro y ordeno una descarga en su sangre de un poco de testosterona para sentirse mejor.
Bueno, la hora había llegado. Estaba preparado.
Salto de la nave.

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