miércoles, 15 de diciembre de 2010

Death Proof

- ¿Entonces se acabo todo, jefe? ¡Hemos ganado? ¿Ese hijo puta esta muerto?
- Estoy viéndolo su cadáver ahora mismo, Stalin. Se acabo. Pero aun queda su banda…
- ¡Qué coño importa eso! ¡Esos no son mas que una panda de tarados! ¡Hemos ganado!- al otro se podía escuchar el gorgoteo de Stalin bebiendo a morro- “Seguiremos adelante…como junto a ti seguimos… hasta siempre, Comandante!”- otro trago llego desde el otro lado del auricular.- Nos veremos en el infierno de los asesinos, mercenarios y bandidos! ¿Cuántas misiones llevamos ya, jefe! ¿Veintidós? ¿Veintitrés?
- Veinticuatro. La del tirador en Bagdad fue la…- pero no podía pensar. El éxito le embriagaba y nublaba la mente. Era increíble. El subidón de adrenalina iba a conseguir que se le saltase el corazón. Nunca había tenido la muerte tan cerca. Quien diga que la muerte no le asusta miente. Miente como un condenado. Rommel había mirado a la muerte a la cara ya tantas veces que no podía recordarlas, pero no se acostumbraría jamás a verla tan de cerca. Había sido cuestión de una puta decima. Ese tipo era un genio. Era, si, gracias a Dios… si es que creías en el, claro.
Allí en el escenario de la victoria, pistola en mano y sin dejar de vigilar las escaleras de enfrente, comenzó a pasear por el pasillo, distraídamente mientras silbaba. El resplandor del sol se colaba por el ventanal y por un instante ilumino el rostro cerúleo de Karl. Su sombrero reventado yacía en un lateral. Con un gesto mitad de ira mitad de alegría triunfante, le alcanzó una patada mientras… joder, que coño… Que dañó, ostias como duele… Pero de qué coño esta hecho esta puta mierda de…
Y entonces lo vio.
Los despojos del sombrero, iluminados al sol refulgieron con fuerza, hiriéndole los ojos.
Metal.
Metal retorcido.
Toda una estructura de metal configuraba una especia de esqueleto con forma de…
Hipnotizado por el descubrimiento se agachó a examinar el sombrero.
- “Dios le dijo a Noé….”- canturreo alguien a su espalda.
Por un instante no reaccionó. Por un instante perdió la partida. Por un instante se dejo ganar por el abandono, por la sensación de derrota, de desesperanza.
- “Tapate que va a llover…”
La Magnum 500 reventó el aire como un volcán hace pedazos la isla que lo sustenta. Las llamaradas parecían crecer, multiplicarse y enroscarse sobre el mortífero proyectil mientras esta, espoleada por sus circulares delirios hacia pedazos la mano derecha de Rommel. El impacto fue tan demoledor que por poco le arranca el brazo de cuajo hasta el codo. La pistola se le desprendió de la mano y quedo repiqueteando al suelo mientras el eco se perdía por el pasillo hacia adelante, detrás arriba y abajo. Tenía suerte, pensó mientras caía que fuera la versión más reducida-
- “Y como dijo Dios,
no veas la lluvia que cayó”

Karl estaba de pie, erguido sobre su triunfo supremo, esgrimiendo el arma con las dos armas mientras su boca trazaba una retorcida mueca que podría definirse como una sonrisa. La sangra manaba todavía abundante desde su frente hacia adelante en ricos arroyos, mientras su ojo izquierdo está cerrado a la fuerza, con los dos parpados unidos a soplete.
- Ya te lo dije Rommel- o quizá no te lo dije- We are fucking determined. No hay otra. No queda otra.
Rommel, recostado en posición fetal sobre el piso, alzó esperanzado la vista, esperando lo inevitable.
Karl se guardo el arma en su cinto. Rommel hizo cálculos. La pistola estaba a un metro y medio. No podía utilizar la mano derecha. Con la zurda sus posibilidades eran…
Karl interrumpió sus pensamientos cuando abrió su chaqueta con un amplio movimiento de su brazo derecho y del interior extrajo un reloj de cadena, de oro. Con el dedo pulgar, levanto la tapa un tanto, pero no del todo.
- Cuando acabe la música, recoge el revólver y dispara, si puedes. Inténtalo.
El dedo pulgar se estiro por entero y la música comenzó a resonar por la sala. Una música melancólica, como de cajita de música, un sonido que se arrastraba con suavidad y pereza, como la hoja de un árbol sobre las aguas de un riachuelo que corre hacia el desagüe.
Poco a poco, la música se va apagando, se va retorciendo sobre sí misma, va perdiendo fuerza y finalmente va arrastrándose hacía su lento final, poco a poco, sin prisa.
Rommel comprendió enseguida que no iba a tener ninguna posibilidad, pero se ordeno a si mismo a luchar hasta el final. Por un instante se le ocurrió que eso era precisamente lo que quería Karl y se le ocurrió quedarse inerme completamente, y privarlo así de su victoria.
Pero no podía hacer eso porque no iba con su estilo. Su lema siempre había sido antes morir que dejarse matar, y ahora era el momento de demostrarlo. Y además, podía pensar que lo retenía el miedo.
Las últimas notas agonizaban hacia el final del pasillo…
Con un movimiento rápido se tiro sobre el suelo una decima antes que…
Pero ese movimiento ya lo había adivinado Karl.
Una pistola le tocó la sien antes de que pudiera alcanzar el…
Se acabó todo. El Mágnum 500 rozaba con su masivo cañón la sien del contrario.
Una patada le reventó contra la pared. Su nariz quebró bajo la presión, pero no tuvo tiempo de dolerse. Mientras la pistola seguía apuntando, a la sien. El puño de Karl se descargó sobre su nuca una y otra vez, y el brazo tiro fuerte de el hacia arriba, arrastrándolo con su despiadada fuerza. Obligado a ponerse de pie, Karl lo sujetaba con el brazo rodeándole el cuello y el arma en la sien.

Rommel entreabrió su dolorido ojo izquierdo y comprobó con sorpresa porque no lo había matado.
Nobunaga levantaba su arma al otro lado de su pasillo.
El laser de su arma estaba posado en su corazón.
- ¡Mátalo!- le rogó su jefe. - ¡Cargarte a ese hijo puta! ¡Es un puto psicópata!
- Vamos gallito hazlo si tienes cojones- le retó Karl- ¡Deja a tu jefe querido como un puto colador!
- ¡No le hagas caso! ¡Cargarte a este hijo de puta! ¡No volverás a tener otra oportunidad!
- ¡Cállate!- le ordeno Karl tapándole la boca con la mano- Vamos chico, hazlo. Hazlo si te atreves. ¡Solo se vive dos veces, joder! ¡Joder a qué coño esperas! ¡Mátame, gilipollas, vamos, vamos, vamos!
- ¡Hazlo!- le grito a la desesperada Rommel- ¡Hazlo!- pero la mano le volvió a tapar la boca como una bisagra de acero. Rommel mordió la mano mientras trataba de luchar con su brazo izquierdo para desviar la atención de Karl. Quería obligarlo a que desviase el arma o que hiciera fuego. Si lo mataba, Nobunaga dispararía y se habría acabado todo. Era un buen final, después de todo. El daría la vida para que se acabase todo, pero si a él le preguntaban a él, él mundo seria infinitamente mejor sin un loco como Karl. Pero Karl no dejaba de luchar con sus brazo derecho, mientras sus agiles piernas trataba de no verse zancadilleado por su rival, en una especia de cómica danza que tenia tanto de divertido como de macabro.
El sabor salado de la sangre recorrió el paladar nada fino de Rommel. Pero ni por un instante Karl aparto sus ojos del arma de Nobunaga, que titubeando seguía indeciso entre abrir fuego o no.
Y entonces Karl decidió por él.
Fue solo un instante.
Karl desvió su arma de la sien de Rommel y abrió fuego con su misil de mano particular.
Por suerte para él, Nobunaga había decidido antes, y ya no estaba allí.
Como había visto que no podía disparar a través de su jefe, se había escabullido entre las sombras un segundo antes. Por lo menos no moriría él, y podría luchar en otra batalla. Rommel, estaba de acuerdo, después de todo: morir no es agradable.
- Vaya, vaya… Tú y yo vamos a tener nuestra propia charla privada.- y con un gesto arrojo a Rommel escaleras abajo.- Tienes mucho que explicar- le gritó desde arriba.
Este no pudo evitar rodar hasta su final. Pero cuando llego abajo supo que iba a ser un día muy largo todavía. Cinco bandidos le apuntaban a cara de perro con sus armas listas.

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