sábado, 9 de octubre de 2010

This is my Life

- ¡Diversión es diversión, colega, pero no puedes pasarte la noche bailando!
- ¿Sabes? Es la segunda vez que oigo esa frase esta noche.
Mis bravatas pueden estar bien, pero no voy a poder con él. Es igual de listo, mas rápido, tiene más técnica y en pegar si no le meto en mi terreno estamos igualados. Pero me da igual .Me levanto y le ataco con al zurda para fintarlo, y cuando se cubre le reviento con la diestra- Pero da igual. Ya me esperaba y me revienta el estomago a corta distancia. Me saca todo el aire y quedo un momento seco, momento que el aprovecha para lanzarme un puntapié a la mandíbula que me tira de espaldas. Lo intento de nuevo, pero fallo de nuevo; no le alcanzo por más que lo intento, pero el de cada vez que pega me da o está muy cerca. Se retuerce muy rápido, igual que una serpiente, sino trabajara de asesino podría hacerlo de contorsionista; y con su agilidad no le hace falta más. Vuelvo a caer. Vuelvo a levantarme. Pierdo la cabeza. Le intento arrear con todas mis fuerzas un derechazo, pero fallo. El tipo hace un esguince felino, se agacha y con un saltito se coloca a mi espalda y antes de que yo reaccione me suelta una coz en la espalda que me levanta del suelo. Caigo jodido, pero me levanto de un solo salto y le intento sorprender. El tipo esquiva con su cuello el golpe, gira como una peonza y me reventa el lateral de la mandíbula. Me mantengo de pie el tiempo justo para que otra puño más. Caigo redondo, sin ni siquiera hacer amago de amortiguar el golpe con los brazos.
El bailotea triunfante de un lado a otro y se descojona:
- ¡Vamos, Rocky, tu puedes hacerlo!- y se pone a imitar al boxeador, como si hiciera sombra.
Me levanto apoyándome en un codo, mientras me sale sangre a borbotones de la boca. Escupo, toso como un condenado más sangre y me levanto lentamente.
- Tengo una sorpresa para ti
- ¿Tengo cara de Isabel Gemio?
Busco en mi bolsillo y me saco un mosquetón de escalador que guardo para las grandes ocasiones. Me lo coloca sobre la mano diestra, sobre el puño, para que sirva de nudillos de acero. Saco unas esposas y las coloca de igual manera sobre la zurda.
- ¡Bueno, creo que te debo una!- le grito al hijo de puta este.
- ¡No, si lo piensas bien, me debes dos!- me grita triunfante. Eso es, cébate de éxito. Deja que te ciegue, que te embriague, que te haga perder la victoria misma. No tienes ni idea de lo que te espera, hijo de puta. Ni idea. Ni la más mínima.

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