viernes, 29 de octubre de 2010

El Último Gran Heróe

- ¿Sabéis aquel que entra un catalán en un bar y dice…?
La vida es así, Jon. Qué le vamos a hacer. La seguridad del mayor banco de Europa, donde todos los ángulos están cubiertos con cámaras de tal precisión que puede distinguir si es cara o cruz de una moneda que está en el suelo; con el mayor y más moderno sistema informático; con hasta sismógrafos por si intentan entrar por el suelo con un túnel que a veces saltaban con los topos, con todo eso, al final estaba en manos de los guardias de seguridad, que en vez de hacer sus funciones se divertían jugando timbas de póker, bebiendo, fumando y haciendo chistes obscenos. Hacía años que la mitad no veía un gimnasio ni por la televisión; y la Beretta reglamentaria juntaba tanto polvo que a lo mejor ni disparaba. Es verdad que en quince años de funcionamiento del banco jamás había habido un atraco, pero eso no era excusa para… Que cojones, no podía soportarlo más. Tenía que salir de allí, no podía soportar más los chistes ni el humo del puto tabaco. Hizo como se reía un rato y dijo:
- Voy un momento al lavabo.
Salió riéndose todavía, pero apenas cerró la puerta se le esfumo enseguida. Con un paso rápido y furioso se encamino a los lavabos. Se tomo su tiempo, no tenía la mas mínima prisa. No tenía ni la más mínima gana de volver.
Se lavo las manos tranquilamente. Se las seco en el secador. Pero bueno, ¿Tenía prisa? ¿No, verdad? Pues siguió silbando y se lavo las manos de nuevo, y las metió de nuevo en el secador. Por fin se las seco sin más, y ahora si, silbando abrió la puerta del baño y…
En ese segundo pasaron muchas cosas. Porque apenas entreabrió la puerta, vio a dos encapuchados entrando con un fusil de asalto entrando de una aptada en la puerta. En un gesto reflejo de enorme velocidad, cerró la puerta de un puntapié. Con el rostro incrédulo todavía por lo que acaba de ver, se quedo otro segundo completamente quieto, sin respirar siquiera. Y entonces oyó claramente, desde fuera el “manos arriba” “! No toquen las armas” “Todos contra la pared” en rápida sucesión. Y en ese segundo comprendió todo lo que pasaba. Y lo que iba a pasar con una rapidez fabulosa, y su cerebro comenzó a razonar enseguida. Apoyo la oreja en la puerta y escucho: los guardias no prestaban resistencia por lo que parecía. Joder eran diez y los otros dos, que... ¡Pero de qué coño me sorprendo, joder! ¡Estás solo en esto! Hasta el cuello. El móvil. La policía… No, me lo había dejado en la taquilla. La empresa lo prohíbe para evitar distracciones, pensó riéndose con amargura. Mierda. Joder, estoy solo .Completamente. Y ellos no deben de ser solo dos, eso seguro .Y visto los hierros que manejan no pueden ser simple ladrones, esto es un grupo organizado de la hostia. Mierda, mierda, mierda. Hasta el cuello.. Pero entonces escucho algo que le helo el alma de puro terror:
- ¿No escuchaste antes la puerta del baño cerrarse?
- No, yo no escucho nada.
- Mira de todas formas.
- ¿Por qué tengo que ir yo, joder? ¡Yo no oí nada!
- ¡Porque soy tu superior y te lo mando, joder!
- ¡Vale, vale! Ya voy.
Entonces oyó la puerta de la habitación abrirse, y supo que tenía que largarse rápido. A donde fuera. Miro hacia atrás. ¿Los servicios? ¿Y si los registraba, que? No podía… La ventana. Eso era. Sin pensárselo dos veces abrió la ventana. Antes de que pudiera pensar lo que estaba haciendo salió y se coloco como pudo en la cornisa. Y entonces pensó lo que estaba haciendo. Era un tercer piso, joder. Pero antes de que el miedo se le subiera a la cabeza contemplando el suelo, la puerta del baño reventó de una patada y el encapuchado entro al grito de todos al suelo con el dedo en el gatillo. Jon contuvo la respiración y se forzó a no mirar al suelo. Paso un segundo. Otro. Con una meticulosidad enorme, el tipo abría la puerta de una patada y desde un ángulo metía el cañón del arma en cada servicio. Quizá revisará a la ventana… Con un gesto rápido Jon desenfundo el arma… Casi no hacia pie… Pero no podía pensar en eso… Solo quedaba un servicio… No podía quitar el seguro, podría oírlo. Pero si no lo hacía y sacaba el arma por la ventana ¿Seria suficientemente rápido? El ultimo baño. Lo hacía o no. Ahora era el momento. Se acerco a la ventana… Jon miro al cielo… No hacía casi pie… El tipo se acercaba… Jon rezaba… Pensó en el ángulo de tiro, en la precisión, en todas las variables. En su imaginación desbocada, en todos los planes resultaba muerto. El tipo se acerco… un ruido metálico… ¿La ventana? ¿Su arma? ¿La abriría? Quizá supiera que estaba aquí, quizá le hubiera oído. ¿Dispararía contra la pared para alcanzarle? Muchas preguntas y la única respuesta sería el plomo a la velocidad del relámpago. Crispó la mano sobre la culata del arma. Era cuestión de decimas. La zurda quitaba el seguro, la diestra disparaba, Era cuestión de milésimas… Un todo o nada… Y entonces un ruido como de chapoteo. Y lo comprendió. Solo había abierto el grifo, joder. Qué tonto. Casi se le escapa el ama por la boca. Oyó pasos, pero alejándose. Oyó la puerta del baño. Se iba. Nuevos pasos, alejándose. Se forzó a mirar por la ventana. Si el tipo se iba. Entro en la sala de personal de nuevo.
No hay nadie, oyó. No hay palabras más bonitas. Respiro por fin.
Pero ahora su situación era jodida. No podía volver por el pasillo porque tendría que pasar por delante de la sala y le pillarían o sería muy peligroso. No podía... Joder que tonto era. Podía descolgarse desde la cornisa al suelo, había gente que había saltado más alto y no le había pasado nada. Como mucho se haría un esguince. Los atracadores fijo que estaban todos dentro todavía, Podría escaparse cruzando el jardín en apenas trina segundos. Había macizos y flores donde esconderse. En dos minutos estaría en su casa o llamando a la poli. Era un buen plan. Uno inmejorable.
Comenzó a agacharse. Pero no se descolgó.
Puede que fueran demasiadas películas.
Puede que fuera la adrenalina del momento.
Puede que se sintiera un héroe desde niño, que hubiera deseado esto desde pequeño.
Puede que hubiera jugado demasiado al “Call of duty”
O puede, que fuera, simplemente gilipollas.
Pero no se descolgó, sino que por la cornisa entro por otra ventana, al servicio de señoras. Y quitó el seguro del arma. El era un empleado con la obligación de defender el banco. Por ello le había contratado. Y eso es lo que iba a hacer. Y el siempre cumpla con sus obligaciones.
Empezaba la cacería.

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