lunes, 13 de septiembre de 2010

Kill Bill (Volumen I)

-¿Tu eres chino o es que te da el sol de cara?
El tipo no contesta, pero sé que le jode, que es lo que cuenta. Que se olvide de lo que sabe y que se cabree conmigo, que me quiera matar a hostias sinsentido, porque ahí lleva las de perder. Pero de momento no pica y me sigue incitando con la mano, de acuerdo, si es lo que quieres, por mi; conforme. Veamos de que estas hecho, hijo de puta.
Me abalanzo sobre el de improviso, y le tiro el puño a la mandíbula, por que tiene el hígado protegido y bajar el brazo, podría, además, favorecer una obertura que le permitiese contraatacar.
Pero el tipo es rápido como un rayo: cuando estoy a punto de alcanzarle, me propina una brutal patada en la mandíbula desde el lateral, me quedo medio seco justo cuando me restalla otra. Esta con la zurda y desde abajo a arriba; me manda al suelo. Hijo de puta. Grandísimo hijo de puta. Me cago en su puta madre. Como da. Tiene las piernas largas, extremadamente largas, y las hace restallar como látigos. Sabe dar con ellas-eso es obvio- debe saber Muay-Thay, Kick boxing o alguna mierda de esas, por lo que no me puedo acercar cuerpo a cuerpo, donde mi mayor musculatura y resistencia se impondrían; porque me va a mantener a distancia con sus piernas. Y tampoco le puedo dar una patada porque soy más lento, y como me las agarre me parte la rodilla y se acabo lo que se daba.
Me levantó. El tipo ha sido suficientemente listo para no irse al suelo conmigo, porque entonces perdería la ventaja de sus piernas extra largas. Es listo, el hijo de puta. Estoy jodido. Pero es entonces cuando saco lo mejor de mí mismo. Me levanto como un obús y le intento meter en toda la cara, pero más lento, para que me dé tiempo a reaccionar; su patada giratoria ya viene a mi mandíbula pero mi mano derecha esta preparado y le bloqueo el golpe y le agarro por el tobillo. Ahora vas a ver. Pero el hijo de puta se alza de un salto y me restalla la pierna contra el lateral del pecho. No lo veo llegar y me la como de pleno. Me derrumbo. Por poco me revienta una costilla, el cabrón.
Me levanto, furioso, e intento arrearle en todos los morros con fuerza. Pero el hijoputa me esquiva con facilidad, gira sobre sí mismo descargando su pierna derecha sobre mi cabeza; pero la zurda gira como un torbellino hacia el otro lateral. Pero en vez de chocar contra mi brazo o mis dientes; acaba de descubrir porque tire la navaja tan aparatosamente: porque tenía otra. Se clava el acero a la altura del tobillo, aunque no se seccionan ningún nervio importante, y retrocede retorciéndose de dolor y chillando; ahora es la mia. Me lanzo con el cuchillo en ristre, el tipo lo esquiva, pero se ha descuidado, al centrarse en el cuchillo de mi otra mano; y lo que no esquiva es el puño con el que le reviento la cabeza(o al menos lo intento): el tipo no se ha dado cuenta que he pasado la navaja de la zurda a la diestra para liberar el brazo. El golpe le duele, pero responde con una rodilla francamente cojonuda. Pero no tiene distancia y al preparo poco, por lo que no me da bien del todo, aunque duele bastante, no jodio nada importante. Su puño me golpea en la muñeca y me quita la navaja, pero para hacer eso tuvo que meterse en mi radio de acción. Intenta alejarme, pero no lo consigue. Me da, pero yo sigo atizando puños por todos lados, como si no pensara, como si solo quisiera reventarle como fuera. Entonces empieza a perder los nervios y entra en mi juego, devolviéndolos como sea. Acaba de entrar en el terreno en que me desenvuelvo, el de las peleas callejeras sin reglas ni técnicas, a muerte.
Ahora que está en mi terreno, le meto un derechazo fuerte, justo por encima del hígado, donde hay una costilla flotante. Es un golpe preciso pero, dado que tengo que apuntar, lento, si hubiera seguido perlando a su manera, intentado esquivarme, nunca lo ubiera conseguido. Es lo malo de las artes marciales, solo sirven mientras tengas la mente fría. Solo sirven para el primer golpe.
Siento la costilla astillarse bajo mi puño, y me retiro observando su gesto de dolor cuando astillas del hueso penetran en su hígado, y como gime de dolor puro y se derrumba agarrándose el costado. K.O técnico. Gane.
Pero cuando me vuelvo, el tipo se levanta de un salto.
Debería ir a un hospital, y rápido. Tiene que estar muy mal de la cabeza para hacer algo así.
-¡Rendirse va contra el espíritu samurái!
Lo confirma.
Se lanza sobre mí ignorando el dolor y me sacude un puñetazo en toda la jeta. Lo tiene jodido, muy jodido para ganarme en una pelea a puños. Le sacudo con el codo en el tabique nasal, para que se le quiten las ganas de volver. Se derrumbo con un torrente de sangre, pero se vuelve a levantar y me sacude en el tobillo. ¿Ves? Por ahí ya vas mucho mejor. Me desequilibra. Me da otra. Pero era otra trampa. Fingí para cebarle. Cuando me lanza la otra, ya estoy preparado. Le agarro por el tobillo con una mano y por la otra por el muslo, y con mi rodilla en medio despejo la equis de la ecuación; tiro de el hacia mi; e ignorando como puedo sus puñetazos le barro la otra pierna libre con la mía; ahora que no tiene apoyo ninguno utilizo mi rodillo de palanca y le rompe la pierna por dos sitios y la rodilla en tres. Ahora el tipo grita, más fuerte que antes, pero le agarro por el pelo y le sacudo contra el suelo hasta que para de retorcerse. Por fin.

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