miércoles, 29 de septiembre de 2010

Karate a muerte en Bangkok

Estoy cansado de decir esto, pero estoy muy jodido. Hasta el cuello. No puedo respirar y estoy indefenso como el gato de mi abuela. Dentro de poco comenzare a asfixiarme. Lucho con todas mis fuerzas pero es imposible sobreponerse a esta masa. ASI NO VOY A SALIR. Si Pudiera alcanzar la navaja… no llego y mejor lo dejo, porque como la vea la puede agarrar el y hacerme pedazos. Y mi otra navaja no la puedo coger desde esta posición. He de salir a hostias, pero en algún sitio sin toda esta grasa. Estoy cada vez mas jodido. Su puta rodilla se está clavando en mi columna y está tirando de mi pecho hacia atrás, Me va a romper la espalda como una rama seca. ¡Ya sé! !Sus ojos! Le meto los dedos hasta el fondo:
- ¡El que no ve no combate!- grito.
El tipo se lleva las manos instintivamente. Me libero un poco, y con mi mano experta, le empiezo a girar y doblar los dedos. Es acojonante lo que puede llegar a doler esto. Los dedos son el lugar que con el mínimo esfuerzo, logras un daño máximo y lo incapacitas para luchar. El tío chilla e intenta librarse a la desesperada, yo le dejo pero provengo para desequilibrarle y liberarme, me escurro debajo de él y le sacudo con el tacón de la bota en la mandíbula.. ¡Por fin puedo respirar, hostias!!Por fin libre! Me levanto, pero también lo hace igualmente rápido. Como el hígado va a estar bien protegido mi diestra le revienta los morros. Pero es jodido, porque con la altura que tiene llego mal y me tengo que acercar mucho; y aunque le duele de verdad, de repente su diestra se dispara como un cañón y me alcanza en los pulmones. No me ha reventado las costillas de milagro, y no me caigo porque choco contra la pared. Mientras boqueo, me grita triunfante:
- ¡El que no respira, no combate!
Ríete hijo de puta, ríete mientras te queden dientes. Quizá no te pueda ganar a hostias porque eres un mulo, pero hay otras formas de ganar. Pero yo tengo la cabeza en su sitio, a pesar de lo que pueda aparentar. Voy a utilizar contra ti la misma técnica que Ali utilizo contra Foreman en el combate de 1974. Haber gilipollas. Voy a anular tu físico y te voy a meter en mi terreno. Me coloco de espaldas a la pared, me cubro bien los costados con los brazos y meto la cabeza entre ellos y dejo que se acerque cuerpo a cuerpo. El gilipollas me da, pero como entre la pared, yo y el no hay apenas espacio, no puede estirar bien los brazos y con la poca trayectoria no puede darme fuerte. Y si no me da en los costados para lanzarme el hígado o en la cara puedo soportarlo bien. Da una y otra vez, sin comprender mientras yo le devuelvo alguno para picarlo, el tipo se enfada y perdiendo el control, me engancha por los brazos, momento en que yo aprovecho para golpearle la nuez con el filo de la mano. A esta distancia retrocede boqueando como un pez. Ahora que esta distraído, recuerdo mis tiempos de futbolista y encuentro la respuesta. Le lanzo una patada lateral con la punta hacia el lateral de la rodilla, quizá si el tío fuera más rápido, podría haberla esquivado, con lo que me pesa la bota… Demasiadas hamburguesas.
Un crujido seco me indica que he ganado. Con lo que pesa, sus articulaciones deben de sufrir una tensión enorme. Al correr y hacer movimientos rápidos, las presiona aún más. Un golpe y rompen sin problemas. Se derrumba como una tonelada de ladrillos.
- El que no camina no combate.
Una patada en la cara le tira la cabeza contra un meodromo. Antes de que pueda recuperarse le meto dos patadas mas en el pecho apuntando a las costillas para que se de cuenta de que todo ha acabado. Pero no lo entiende e intenta levantarse con la pierna rota, intenta cruzar un golpe, pero está muy inestable: lo esquivo fácilmente y le reviento la nariz de una hostia. Cae contra su cara contra un espejo y lo rompe en mil pedazos.
- ¡Eh! ¿Que está pasando ahí dentro?- grita el gasolinero.
- ¡Ocupado!- respondo yo.
Se oyen gritos afuera. Me da igual, creo yo que la policía tiene mejores cosas hoy que hacer. Puedo tomarme mi tiempo. El tipo se apoya sobre la rodilla buena e intenta conéctame un directo, pero ahora no tiene ni fuerza ni puntería; lo esquivo, le agarro la muñeca y con mi pierna se la rompo por tres sitios. Su mano cae al suelo muerta y grita, pero aun chiolla mas cuando mi tacón se clava en ella. Se acabó. Agarro la navaja y se la coloco al cuello:
- ¿Cómo era? ¡Ah, sí! El que no respira no combate.
Míster Ronal MacDonald intenta librarse, pero le sajo la mejilla izquierda con un solo giro:
- Amigo, tengo una noticia buena y otra mala. La primera es que ya no vas a ser un esclavo de la multinacional Gillette. La mala es que tenemos que hablar. Tranquilo, amigo. Creo que tenemos mucho de lo que hablar.
- ¡No me mates, tío!- dice todo acojonado.
Con mi navaja le agarro de la corbata, se la corto y le seco el sudor de la frente con el trozo.
- Hablemos.

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