sábado, 25 de diciembre de 2010

When Johnny Comes Marching Home

Petrarca era un tipo listo. Como su jefe. Petrarca había sido tirador de elite dentro de las filas del famoso grupo terrorista de las Brigadas Rojas italianas; irónicamente había estado a punto de representar a Italia en las Olimpiadas de Moscú 80 como tirador; tan buena era su tapadera. Fue descubierto cuando un puto soplón, un puto lameculos de mierda cuya única función dentro del comando era conseguir piso francos con sus putas buenas maneras y su puta cara bonita, un tipo que en su vida había pegado un tiro a nadie fue trincado y canto como un mierdas para reducir su pena dos años. Menudo mierdas, joder. Lo único que le había pedido el grupo a cambio de una buena pasta era que no hablase si lo pillaban. Ni eso pudo hacer. Pero Petrarca sonreía al pensarlo: la traición la había abierto vías nuevas, vías inesperadas por completo. En su vida dentro del grupo terrorista había habido un tabú: no disparar jamás contra la policía o agentes: bien, el día que lo pillaron ser acabo el tabú para él. Hay una regla no escrita que dice que puedes matar a quien quieras excepto si es policía: si lo haces, te pillaran fijo, antes o después, porque los otros iban a ir a por ti a saco, dejando cualquier otro problema hasta que te pillasen. Bien, el no quería, pero ahora (y sonrió al pensarlo) no dudaría más: entro por la puerta grande. Dos tipos. Dos disparos. Entre ceja y ceja. Tan rápidos que el segundo siguió conduciendo sin darse cuenta. Los habían trincado a todos. No tenía opción. Era eso o veinte años de cárcel. Él lo hizo. No fue a sangre fría. Ahora si podía hacerlo a sangre fría. Pero no era eso lo que pensaba ni lo que hacía sonreír. Hacia veinte minutos que había matado, pero ya le volvían las ganas de sentir el gusto salado de la sangre en sus labios, de respirar el miedo ajeno, de sostener el fusil; de esa sensación de poder embriagadora de poder decidir sobre la vida de otro. Blam, estabas muerto. Blam, te dejaba vivir. La única diferencia era si su dedo apretaba o no el gatillo. El jefe le había salvado, le había devuelto la fe en sus habilidades. El jefe…. Él le había convencido para que dejase de llamarse Dante(es un nombre muy usado en el argot) y empezase a llamarse Petrarca. El quería llamarse como su maestro Caronte. El les envía al infierno al igual que el barquero, pero sería una falta de respeto hacia su persona. Petrarca estaba bien, era sonoro, clásico, italiano. Y ahora tenía el reto de su vida justo enfrente. Mandar al infierno a un tipo como el mismo, a un experto francotirador, a un ángel de la muerte, a la guadaña del exterminio, a otro que pesaba almas en la balanza de la justicia eterna. Sería un duelo de titanes, la cima de su carrera. No podía saber quién era el otro, pero si de verdad era un mercenario tan bueno como el resto de su grupo debía de ser un tirador excepcional, sublime; un tipo curtido en mil batallas. Y ahora sería su hora, la hora de demostrar a si mismo quien era el mejor tirador del mundo. No sería matando a esos blandengues de la policía como lo demostraría, a esos tiradores de salón; ni ganado unas olimpiadas tirando sobre latas vacías: cuando uno apuntaba un arma era para matar. Única y exclusivamente para matar. PARA MATAR. No había otra cuestión, el resto era palabras bonitas y mentiras. Matar era lo que él había aprendido. Matar seria lo que hiciera. Y le gustaba compartir su destino en un duelo con alguien que pensaba lo mismo.
Petrarca ajusto el visor correctamente, respiro bien profundo para evitar tener que hacerlo en unos segundos y descompensar el arma, y rastreó tranquilamente la zona. No había prisa. Muy probablemente su rival estuviera escondido, agazapado de alguna u otra manera, pero eso era indiferente. Era una guerra de nervios por ver quien cometa el primer error y asomaba la cabeza primero, por ver quien disparaba primero. Quien lo hiciera, y si no daba al otro, estaba muerto; mientras recargaba el otro le alcanzaría fijo una vez descubierta su posición. Y si no lo hacía, si el otro ya sabía donde estaba, era solo cuestión de tiempo que asomara la cabeza y se la volasen. O eso o escapar.. si es que podía… y reconocer entonces la derrota frente al otro. Y eso sería tan malo como lo otro. Nunc más volverían a verse para desquitarse y el que huyera debería vivir con la sensación de derrota todo lo que restara de su vida. Ese no iba a ser desde luego, Petrarca. Él prefería morir que tener que vivir con la derrota. El día que no pudiera disparar mas la ultima bala seria para él. No había opción. No quería perder el filo y dormir cubierto por el polvo del olvido en un rincón. Como Aquiles,, batiría a Héctor y moriría joven.
- Del salón en el ángulo oscuro,
De su dueña tal vez olvidada,
Silenciosa y cubierta de polvo,
Veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
Como el pájaro duerme en las ramas,
Esperando la mano de nieve
Que sabe arrancarlas!”
¡Ay! -pensé-, ¡cuántas veces el genio
Así duerme en el fondo del alma,
Y una voz, como Lázaro, espera
Que le diga: “Levántate y anda”!
Petrarca acaricio con sus dedos de violinista el gatillo impaciente. Su destreza iba a hacer música para sus oídos. Y aunque no hiciese falta despertar su arma, si tenía alma de arpista; y era ahora cuando iba a desvelar su arte. Era ahora a o nunca…
Pero no logro ver a su contrincante. Bien, no pasaba nada, era lo esperado. No podía esperar a llegar y reventarlo, no tenía lógica y no sería divertido. Era cuestión de esperar, de nervios, de utilizar la cabeza. Eso era, utilizar la cabeza. La cabeza.
Un globo, dos globos, tres globos…
Algo se había movido.
Y él nunca se equivocaba.
Nunca.
No, amigo, no.
Demasiado fácil.
Con un gesto bien entrenado, se retiro de la cornisa.
Un disparo se estrello a unos tres metros de su posición.
Había sido un disparo a ciegas, de tanteo, para forzar a cometer un error, a que contestase disparando.
Pero no picaría.
Muchos años…
Muchos…
Quizá demasiados…
Quizás…
Quizás…
O quizá no.
Con un gesto rapidísimo, se volvió a poner en posición, y como un relámpago abrió fuego donde suponía que estaba su rival.
Acertó de pleno.
Solo un centímetro salvo a Occisor.
Ni un fallo más, Occisor. Ni uno más. Vieja serpiente. No te lo puedes permitir. No.
Amos sabían dónde estaba el otro. Ambos habían mostrado sus cartas. Y ambos sabían quien había ganado la primera mano.
Solo habría otra mano, y ambos lo sabían.
Petrarca sonrió. Occisor no pudo evitar un escalofrió…
Solo un disparo más. Y Occisor sabía que no podría ganarlo.
Jodia admitirlo, pero el otro era mucho mejor. Que le íbamos a hacer. Demasiados días en el desierto quizá le hubieran afectado la visión. Los primeros y más avanzados oculistas eran árabes. O quizá el otro fuese mejor… Occisor nunca se había planteado esa posibilidad, y ahora el temor se había adueñado de su espíritu. Contra un rival que tuviera las mimas armas y fuera mejor. ¿Qué debería hacer? Hasta el momento se había enfrentado a otros tiradores, pero al final les había vencido gracias a su habilidad e instinto. ¿Y si eso ahora no era suficiente? ¿No había nada mas detrás nada?¿ Moriría sin mas? Después de todo, después de todas las muertes, de todos los combates, de todas las guerras, de los mafiosos, de los terroristas, de los insurgentes, si venia un tipo mejor te mataba sin más y se acaba todo? ¿Así era la vida’? Así era la muerte?
Occisor empuño el arma de nuevo, pero ya no iba a ganar.
El que duda muere.
El que duda muere.
El que duda muere.
El que duda muere.
Mil veces lo había oído, pero nunca lo había pensado seriamente, detrás de su fusil era Dios.
Pues bien, acababa de conocer a un ateo.
El sudor frio se desparramo por su frente.
El que duda muere.
No podía hacerlo…
El que duda muere.
El que duda muere.
Y el Occisor, estaba muerto.
Petrarca sonrió.
El que duda muere.
El sabia que el que duda muere.
Y no dudo.
Blam.
Un solo disparo.
Uno solo.
Y una vida se esfumaba, una familia quedaba rota, un cielo o un infierno.
Y luego silencio.
El que duda muere…
El visor no engañaba a Petrarca.
El fusil de Occisor seguía en su posición, apuntándole, pero sin nadie manejándolo.
La mirilla fija, brillando al sol.
El que duda muere.
Petrarca sonrió.
Petrarca…
Petrarca….

Fue solo un segundo, pero entonces comprendió que nunca se lo hubiera imaginado.
Nunca se había imaginado esa estrategia tan absolutamente suicida.
Occisor no está muerto.
Simplemente había dejado el arma justo antes de recibir el disparo.
El impacto de detrás estaba limpio.
Occisor apareció en su visor, agarrando el arma, apretando (¿Apretando?) el gatillo.
Blam.
¿Blam?
Blam.
Dos balas rasgaron el aire.
Cara a cara, mirilla contra mirilla, Occisor no tenía nada que hacer.
Pero eran ya las siete y media de la tarde.
La siete y treinta y dos minutos para ser exactos.
El sol es escondía en el oeste.
Justo detrás, a la espalda, de Occisor.
“El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.”
Un rayo de luz cubrió con su mato a Occisor.
Un rayo de luz alcanzo en los ojos a Petrarca.
Un rayo de sol decidió el combate.
Un rayo de sol, un insignificante rayo de sol lo había decidido todo.
Petrarca salió disparado por el impacto y se recostó contra la pared.
La vida se le escapaba por las heridas.
Al final, tenía que reconocerlo: su vida había sido un fracaso.
Siempre había creído que el era juez, jurado, testigo y verdugo con los demás.
Pero había descubierto, desgraciadamente al final, que todo eso podía serlo también un mísero rayo de sol, de los que iluminan nuestra vida.
Un efímero rayo de sol.
Una efímera vida.
Y si, su vida había sido un fracaso.
Arriivederci Roma….
Blam.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Piedra Contra Tijera

Jon salto seis escalones de golpe, flexionó las rodillas y rodo con el impacto sobre su hombro. Miro el cartel informativo. Solo tres pisos más. Como un resorte se alzó de un salto y siguió corriendo por el pasillo a todo lo que daba. La velocidad era parte fundamental de su plan. La sorpresa era…
La sorpresa se la llevó él.
Como dos trenes, Jon y Christof chocaron y cayeron hacia atrás.
Los dos no sabían quién era el otro, pero los dos se apuntaron con las pistolas mientras caían.
No hacerlo podría ser cuestión de vida o muerte.
Hacerlo sería cuestión de vida o muerte.
Ahora solo era cuestión de saber quién era más rápido.
Empatados.
Como dos autómatas las pistolas cantaron mientras los dos caen de espaldas.
Pero no ha nacido todavía quien cayendo pueda dar a un rival que también cae a su vez.
Las balas silbaron por encima de ellos, dos por parte de Jon, tres por parte de Christof, pero con idéntico resultado.
Como un animal, salto con sus pies hacia adelante mientras sus pulmones gritaban llenos de furia. Sus botas se reventaron contra la cara de su rival, y su mano derecha intento apuntar hacia la cabeza de su contrario. Pero la zurda de su contrario se reventó contra su cara con una fuerza descomunal, haciendo saltar sangre hacia el suelo. Enroscados en un abrazo mortal, el pie de Jon consiguió machacar con su talón la mano derecha de Christof, cuando alzó su pistola victorioso hacia la frente de si rival, la zuda de este disparo un obús hacia la nariz ya dañada de Jon. Esta vez el golpe fue demoledor, y la nariz se astilló. Un espeso magma comenzó a taponar toda su respiración y lo dejo medio seco por unos instantes. Antes de que pudiera reaccionar, los brazo del otro se aprovecharon de su indefensión y con maestría temdieron un cerrojo alrededor de la muñeca derecha de Jon y reventaron la mano contra la barandilla.El dolor fue enorme, y a pesar de que Jon puso todo su empeño en resistirse, en luchar y no abir la mano, al tercer golpe la pistola se cayó hacia el hueco de la escalera.
Ahora si que estaba jodido.
Jon reventó a su rival en la boca del estomago un golpe cojoundo y este doblado por el golpe agachó la cabeza, lo justo y necesario para que un segundo obus le rentase los dientes.
Christof cayó de espaldas, pero Jon no pudo celebrar la victoria.
Y puede que no lo hiciera nunca, porque había cometido un error fatal.
Christof había caído al lado de la pistola, y con una sonrisa de oreja a oreja rugió triunfante:
- ¡He matado chechenos, he matado kosovares y ahora voy a matar a un vasco! ¡Me encantan las limpiezas étnicas!
Con un gesto de triunfo, apretó el gatillo.
Jon retrocedió, pero se dio cuenta de que perdía pie y cayó a plomo escaleras abajo.
Aquello le salvó la vida, si es que no se desnucaba con el golpe.
Los golpes por fin cesaron, pero le dolía todo y el mundo no paraba de dar vueltas, vueltas y revueltas. Apoyado sobre un codo, intento fijar la vista sobre su contrario y saber donde coño estaba.
Al menos eso no le fue negado.
Estaba en el rellano de un piso. Buen sitio para morir, pensó él.
En lo alto del otro piso, apareció de nuevo Christof con su arma.
Jon lo miro con resignación mientras intentaba rodar, arrastrase o hacer algo para que no le diese.
Christof se sonrió.
Tenía a su rival arrastrándose como una culebra sin cabeza a tres metros por debajo.
Era demasiado fácil.
Demasiado.
Tan fácil era el tiro que se dejo llevar por la sensación de triunfo, de prepotencia, de seguridad.
De arrogancia, que es el peor de los pecados capitales, aquel que los hace querer igualarse a Dios.
El tiro era demasiado fácil.
Demasiado.
Por eso lo falló.
No uno, dos veces.
Las balas reventaron a escasos centímetros de la cabeza de Jon (¿por qué no apuntaste al cuerpo, Christof, que era mucho más fácil?).
Bueno, que coño importaba.
Jon se levantó como un zombi.
Christof le miro a los ojos y grito para sus adentros. “Estas muerto, hijo de la gran puta”
Había fallado dos, pero no fallaría una tercera.
Jon se abalanzo hacia adelante a la desesperada, hacia las piernas de su contrincante.
Pero Christof fue más rápido. Su brazo apuntó y…
Acababa de olvidar algo fundamental.
La Walther PPK solo tenía seis balas.
No.
La pistola restallo vacía. Y un pensamiento cruzo su mete.
Definitivamente, Christof, eres gilipollas.
Un segundo después rodaba escaleras abajo. Su cabeza reboto contra una esquina y cayó como un trapo en el mismo rellano que hace un segundo estaba Jon esperando la muerte. Así era la vida.
Así era la muerte.
Antes de que pudiera recuperarse, Jon le cruzo los morros una vez más. Intento responder a ciegas, porque estaba completamente mareado, pero no le dio, o no le dio suficientemente fuerte, y Jon la volvió a enganchar en un ojo, y esta vez no hubo otra. Perdió pie y cayo de espaladas hacia el otro rellano.
Pero esta vez su trasero reboto en una escalera y pudo rodar sobre su espalda a la desesperada.
Cuando Jon se le vino encima como un jabalí en celo, estaba preparado.
Su bota izquierda le reventó lacara de una hostia, y con un elegante movimiento de tijereta le toco ahora el turno a la derecha, que como si patease un balón de futbol desequilibró a Jon hacia las escaleras. Christof se le echo encima muy rápido y ambos cayeron ahora hacia el tercer rellano.
Jon no pudo contener a su rial en la primera embestida y ahora cayo con su enemigo encima. Una explosión de dolor deshizo su cadera con el golpe, y por un instante no pudo pensar en otra cosa que no fuera dolor, dolor y más me cago la puta.
Con un último esfuerzo, se deshizo de su rival empujando su estomago con los pies y haciendo la catapulta hacia adelante.
Como un boxeador al borde del agotamiento, se irguió desafiante y lanzo otro derechazo. Pero Christof se echo hacia detrás y esquivo el golpe, antes de lanzar de seguido un puntapié a la defensiva hacia el plexo solar de Jon.
Normalmente ese golpe no debería haber hecho caer a Jon.
Pero lo hizo.
Un escalofrió de dolor, de dolor; ¡DE DOLOR! Le sacudió hasta el último centímetro de su cabeza orgullosa. Aquel golpe puede que le hubiese afectado la columna. Y con un quejido deslumbrante se desplomo sobre su espalda mientras aullaba de dolor puro.
Christof no pudo evitar una risita maliciosa. Ahora tenia ventaja, mucha ventaja. Lo sabía, lo olía. Jon estaba muerto. Podía, podía matarlo con las manos desnudas. Y regodeándose en su victoria, no pudo evitar hacer otro chiste racista a los que eran tan aficionado.
- Bueno Jon, bueno… En Bilbao solo hay Yonquis, putas y etarras… Tu tenias una pistola, pero también cara de Yonqui, pero ahora viéndote llorar como una nena no se definirte bien. ¿Quizá las tres cosas a la vez?
- Pues tú para ser hacker mafioso lo tienes todo. Eres friky, eres del este, te crees muy duro, eres gilipollas. No son lágrimas de dolor, no de pena. Son de alegría.
- ¿Qué coño dices...? Estás muerto, gilipollas.
- No. Lo estás tú.
Y entonces comprendió. El letrero de arriba… Esto no era un rellano.
Era el último piso.
No.
No.
¡NO!
Blam.
El suelo se acercaba gran velocidad. Y antes de morir, Christof no pudo evitar pensar que…
Definitivamente, Christof, eres gilipollas.

P.D Proximamente sacará un especial de navidad. !Felices fiestas a todos los que siguen el Blog o se hayan metido por error!

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Death Proof

- ¿Entonces se acabo todo, jefe? ¡Hemos ganado? ¿Ese hijo puta esta muerto?
- Estoy viéndolo su cadáver ahora mismo, Stalin. Se acabo. Pero aun queda su banda…
- ¡Qué coño importa eso! ¡Esos no son mas que una panda de tarados! ¡Hemos ganado!- al otro se podía escuchar el gorgoteo de Stalin bebiendo a morro- “Seguiremos adelante…como junto a ti seguimos… hasta siempre, Comandante!”- otro trago llego desde el otro lado del auricular.- Nos veremos en el infierno de los asesinos, mercenarios y bandidos! ¿Cuántas misiones llevamos ya, jefe! ¿Veintidós? ¿Veintitrés?
- Veinticuatro. La del tirador en Bagdad fue la…- pero no podía pensar. El éxito le embriagaba y nublaba la mente. Era increíble. El subidón de adrenalina iba a conseguir que se le saltase el corazón. Nunca había tenido la muerte tan cerca. Quien diga que la muerte no le asusta miente. Miente como un condenado. Rommel había mirado a la muerte a la cara ya tantas veces que no podía recordarlas, pero no se acostumbraría jamás a verla tan de cerca. Había sido cuestión de una puta decima. Ese tipo era un genio. Era, si, gracias a Dios… si es que creías en el, claro.
Allí en el escenario de la victoria, pistola en mano y sin dejar de vigilar las escaleras de enfrente, comenzó a pasear por el pasillo, distraídamente mientras silbaba. El resplandor del sol se colaba por el ventanal y por un instante ilumino el rostro cerúleo de Karl. Su sombrero reventado yacía en un lateral. Con un gesto mitad de ira mitad de alegría triunfante, le alcanzó una patada mientras… joder, que coño… Que dañó, ostias como duele… Pero de qué coño esta hecho esta puta mierda de…
Y entonces lo vio.
Los despojos del sombrero, iluminados al sol refulgieron con fuerza, hiriéndole los ojos.
Metal.
Metal retorcido.
Toda una estructura de metal configuraba una especia de esqueleto con forma de…
Hipnotizado por el descubrimiento se agachó a examinar el sombrero.
- “Dios le dijo a Noé….”- canturreo alguien a su espalda.
Por un instante no reaccionó. Por un instante perdió la partida. Por un instante se dejo ganar por el abandono, por la sensación de derrota, de desesperanza.
- “Tapate que va a llover…”
La Magnum 500 reventó el aire como un volcán hace pedazos la isla que lo sustenta. Las llamaradas parecían crecer, multiplicarse y enroscarse sobre el mortífero proyectil mientras esta, espoleada por sus circulares delirios hacia pedazos la mano derecha de Rommel. El impacto fue tan demoledor que por poco le arranca el brazo de cuajo hasta el codo. La pistola se le desprendió de la mano y quedo repiqueteando al suelo mientras el eco se perdía por el pasillo hacia adelante, detrás arriba y abajo. Tenía suerte, pensó mientras caía que fuera la versión más reducida-
- “Y como dijo Dios,
no veas la lluvia que cayó”

Karl estaba de pie, erguido sobre su triunfo supremo, esgrimiendo el arma con las dos armas mientras su boca trazaba una retorcida mueca que podría definirse como una sonrisa. La sangra manaba todavía abundante desde su frente hacia adelante en ricos arroyos, mientras su ojo izquierdo está cerrado a la fuerza, con los dos parpados unidos a soplete.
- Ya te lo dije Rommel- o quizá no te lo dije- We are fucking determined. No hay otra. No queda otra.
Rommel, recostado en posición fetal sobre el piso, alzó esperanzado la vista, esperando lo inevitable.
Karl se guardo el arma en su cinto. Rommel hizo cálculos. La pistola estaba a un metro y medio. No podía utilizar la mano derecha. Con la zurda sus posibilidades eran…
Karl interrumpió sus pensamientos cuando abrió su chaqueta con un amplio movimiento de su brazo derecho y del interior extrajo un reloj de cadena, de oro. Con el dedo pulgar, levanto la tapa un tanto, pero no del todo.
- Cuando acabe la música, recoge el revólver y dispara, si puedes. Inténtalo.
El dedo pulgar se estiro por entero y la música comenzó a resonar por la sala. Una música melancólica, como de cajita de música, un sonido que se arrastraba con suavidad y pereza, como la hoja de un árbol sobre las aguas de un riachuelo que corre hacia el desagüe.
Poco a poco, la música se va apagando, se va retorciendo sobre sí misma, va perdiendo fuerza y finalmente va arrastrándose hacía su lento final, poco a poco, sin prisa.
Rommel comprendió enseguida que no iba a tener ninguna posibilidad, pero se ordeno a si mismo a luchar hasta el final. Por un instante se le ocurrió que eso era precisamente lo que quería Karl y se le ocurrió quedarse inerme completamente, y privarlo así de su victoria.
Pero no podía hacer eso porque no iba con su estilo. Su lema siempre había sido antes morir que dejarse matar, y ahora era el momento de demostrarlo. Y además, podía pensar que lo retenía el miedo.
Las últimas notas agonizaban hacia el final del pasillo…
Con un movimiento rápido se tiro sobre el suelo una decima antes que…
Pero ese movimiento ya lo había adivinado Karl.
Una pistola le tocó la sien antes de que pudiera alcanzar el…
Se acabó todo. El Mágnum 500 rozaba con su masivo cañón la sien del contrario.
Una patada le reventó contra la pared. Su nariz quebró bajo la presión, pero no tuvo tiempo de dolerse. Mientras la pistola seguía apuntando, a la sien. El puño de Karl se descargó sobre su nuca una y otra vez, y el brazo tiro fuerte de el hacia arriba, arrastrándolo con su despiadada fuerza. Obligado a ponerse de pie, Karl lo sujetaba con el brazo rodeándole el cuello y el arma en la sien.

Rommel entreabrió su dolorido ojo izquierdo y comprobó con sorpresa porque no lo había matado.
Nobunaga levantaba su arma al otro lado de su pasillo.
El laser de su arma estaba posado en su corazón.
- ¡Mátalo!- le rogó su jefe. - ¡Cargarte a ese hijo puta! ¡Es un puto psicópata!
- Vamos gallito hazlo si tienes cojones- le retó Karl- ¡Deja a tu jefe querido como un puto colador!
- ¡No le hagas caso! ¡Cargarte a este hijo de puta! ¡No volverás a tener otra oportunidad!
- ¡Cállate!- le ordeno Karl tapándole la boca con la mano- Vamos chico, hazlo. Hazlo si te atreves. ¡Solo se vive dos veces, joder! ¡Joder a qué coño esperas! ¡Mátame, gilipollas, vamos, vamos, vamos!
- ¡Hazlo!- le grito a la desesperada Rommel- ¡Hazlo!- pero la mano le volvió a tapar la boca como una bisagra de acero. Rommel mordió la mano mientras trataba de luchar con su brazo izquierdo para desviar la atención de Karl. Quería obligarlo a que desviase el arma o que hiciera fuego. Si lo mataba, Nobunaga dispararía y se habría acabado todo. Era un buen final, después de todo. El daría la vida para que se acabase todo, pero si a él le preguntaban a él, él mundo seria infinitamente mejor sin un loco como Karl. Pero Karl no dejaba de luchar con sus brazo derecho, mientras sus agiles piernas trataba de no verse zancadilleado por su rival, en una especia de cómica danza que tenia tanto de divertido como de macabro.
El sabor salado de la sangre recorrió el paladar nada fino de Rommel. Pero ni por un instante Karl aparto sus ojos del arma de Nobunaga, que titubeando seguía indeciso entre abrir fuego o no.
Y entonces Karl decidió por él.
Fue solo un instante.
Karl desvió su arma de la sien de Rommel y abrió fuego con su misil de mano particular.
Por suerte para él, Nobunaga había decidido antes, y ya no estaba allí.
Como había visto que no podía disparar a través de su jefe, se había escabullido entre las sombras un segundo antes. Por lo menos no moriría él, y podría luchar en otra batalla. Rommel, estaba de acuerdo, después de todo: morir no es agradable.
- Vaya, vaya… Tú y yo vamos a tener nuestra propia charla privada.- y con un gesto arrojo a Rommel escaleras abajo.- Tienes mucho que explicar- le gritó desde arriba.
Este no pudo evitar rodar hasta su final. Pero cuando llego abajo supo que iba a ser un día muy largo todavía. Cinco bandidos le apuntaban a cara de perro con sus armas listas.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Wait and Bleed

Jon comenzó a pensar con rapidez. No lograba ver cuál iba a ser su siguiente paso. Nada de que le había ocurrido en esta última hora parecía ser real. Pero si tenía alguna duda, solo tenía que pasar la mano por su codo izquierdo para que el dolor de la quemadura le devolviese a la realidad. Estaba metido hasta el cuello en esto. Ahora maldecía su estupidez. ¿Por qué cojones no echó a acorrer cuando pudo? Ahora era hombre muerto. Hiciese lo que hiciese, era hombre muerto. No había salida. Estaba en un callejón sin salida. Bueno en realidad era un estúpido. Siempre podía descolgarse desde la cornisa hasta el jardín como había hecho la primera vez, ¿No? Pues no. O por lo menos no sería tan fácil. La policía estaba fuera. Y había cámaras. Y había oído disparos, eso seguro. Seguramente si intentaba salir las cámaras le verían y le abatirían a tiros desde las ventanas. A no ser que encontrase un punto ciego desde el que partir. Quizá si pensase podría.. .Tenía que desechar la idea. El riesgo era tan grande como salir por la escalera del pasillo. Puede que incluso-pensó con amargura. Le abatiera la policía entre la confusión si salía corriendo sin decir palabra. Se sentó en el suelo, con la espalda contra la pared.
Comenzó a llorar.
La pistola en su diestra parecía pesarle. No sabía porque no la arrojaba por la ventana y se rendía de una vez por todas. La impotencia lo carcomía como un cáncer. No podía salir, no podía quedarse quieto. No podía..
Quedarse llorando. No odia quedarse llorando. No ganaba nada llorando, joder. Solo empeoraba las cosas. Le impedía pensar con precisión. Le impedía ver todas las opciones.
Haber, no podía salir solo.
Pero no tenía porque salir solo.
Sus compañeros…Eso era.
Con sus compañeros podría salir. Seguramente estarían muy ocupados para vigilarlos convenientemente. Y era mejor que quedarse aquí llorando en un rincón de los baños. Si poda liberarlos podía luchar junto con ellos codo con codo, desde dentro para romper a estos bandidos y permitir a los policías entrar. No podrían sostener la lucha en dos frentes. Seguramente solo haya puesto un par de centinelas vigilando.. Seguramente.. Uno contra dos era mucho mejor que uno contra doce o los que fueran. Pero.. ¡Donde podrían tenerlos detenidos?
Pensó con rapidez. Lo más lógico era pensar en una sala grande, grande y apartada. Quizá ..Sí, eso debía de ser. En la sala de reuniones principal. Donde se firmaba los grandes contratos, esa sala del siglo XVIII. Allí, en esa enorme habitación de más de veinte por veinte, era el sitio ideal. Solo una entrada: una doble puerta de roble macizo. Claro que con lo que ellos no contaban era con los ventanales. Daban al patio exterior, pero como eran una autentica reliquia de no se siglo, no los habían sustituido por cristales blindados, como el resto del edificio. En las especiaciones técnicas del mismo y en las bases de datos no figuraba así, claro, pero esa era la realidad. Ningún ladrón se hubiera arriesgado en un edificio con más del 90% blindado a esa carta, pero el tenia que aprovechar esa información ahora que podía.
La cuestión era como llegar ahora hasta el ventanal. Su mente comenzó a trabajar con rapidez de nuevo. Ya comenzaba a pensar en un plan. Tenía que moverse con mucho tiento y lo conseguiría en dos minutos…

Rommel le dio una larga y calmada calada a su puro. Anillos de humo gris se perdieron pasillo adelante, hacia la negrura del pasillo.
- Buen trabajo, Occisor.
- Siempre cumplo con mi deber, jefe- chispeó una voz de serpiente.
- Buen trabajo…- la magnitud de su victoria le embargaba. Nunca había tenido un rival tan peligroso, tan astuto, tan letal. Prefiera vérselas con Occisor en medio del desierto más vacio que volver a enfrentarse con semejante sujeto. No lo había visto jamás, y eso que podría recordar fácilmente la cara de más doscientos criminales, mercenarios de empresas rivales, terroristas, gánsteres, ladrones y traficantes profesionales. Juraría que no debía de estar en ningún archivo. ¿De dónde había salido? Pero ahora esa pregunta carecía de importancia. No llevaría ningún documento encima, y aunque lo llevase lo más probable es que fuera falso. Quizá si encontrase a alguno de su banda…
¡Su banda!
Ese pensamiento le salvó la vida.
Elevó el brazo a la altura del hombro.
Mark Twain había perdido un segundo tratando de comprender la escena.
Su jefe estaba muerto.
Su jefe estaba muerto.
Su jefe estaba muerto.
Negra sangre manaba de su cabeza. Su sombrero tenía un impacto descomunal.
Su corazón se lleno de deseos de venganza salvaje, de ardiente ira.
Pero había perdido un segundo.
Su respiración furiosa, tratando de quemar el aire que respiraba, le había delatado.
Levanto su arma y crispo el dedo sobre el gatillo…
Pero Rommel había fumado sosteniendo su arma en la mano derecha.
No se había relajado. Le habían dado un segundo de ventaja. Y no necesitaba más.
Un cartucho de la conocida como “La reina de las Pistolas” le destrozo el hombro izquierdo. El chaleco le salvo los tendones, pero no del impacto, y lo obligo a retroceder hacia atrás trastabillando; pero para desgracia de Mark, era un arma automática, así que los cartuchos cayeron en diluvio, y ahora su chaleco ya no podía parar la brutal presión de los sucesivos impactos: uno le termino de romper el estomago y el siguiente le alcanzó a la altura del pulmón derecho.
Incapaz de sostenerse de pie, Twain cayo de espaldas por las escaleras mientras agonizaba. La sangre flui ahora en cascada, formando lagos que pronto se desbordaban en los sucesivos rellanos.
Su cabeza dejo de rebotar por fin contra las esquinas de los escalones y se desparramo en el suelo plácidamente.
Mark Twain tuvo treinta y cuatro segundos para arrepentirse de la vida que había llevado.
Los desperdició.

Rommel sonrió. Había vuelto a tener suerte, después de todo. No le gustaba nada. Sabía que tras una racha de buena suerte siempre viene una de mala. Pero.. ¿Qué más daba? Este asunto se había acabado ya. El resto de la banda se rendirá en cuanto se enterase. Quizá no, pero tampoco importaba. La policía antes o después- o el ejército- los sacaría a la fuerza antes o después. Sin su maldito jefe el resto no valía ni la mitad. Era él quien lo había diseñado todo, el cerebro y el corazón del asunto.
- Buen tiro.- Le felicitó Occisor.- un buen disparo, no hay duda.
Si, había sido un buen disparo… Bueno, en realidad habían sido tres buenos disparos. Y echo otra calada de humo hacia el infinito- Si, tres buenos disparos- repitió meditabundo.

Petrarca se sonrió. Por fin te tenia, hijo de puta. Había visto el disparo. Por fin había descubierto a su enemigo. Seguro que intentaría cambiar de posición, pero ahora lo tenía centrado. Tenía que estar en uno de esas tres ventanas del angulo extremo izquierdo del edificio que hacia esquina. Una buena posición de flanqueo, pero sin visión directa de la zona. Tenía que haberle ocurrido. Todos los dipraros del tipo habían sido contra un ángulo concreto del banco. Tenía su lógica: mala visibilidad ofensiva, pero era muy complicado de detectar. Lo primero podía compensarlo con su habilidad y la información que le pasaban los de dentro. Pero ahora ya te tenía hijo de puta…
Espero. Ahora ya no tenía prisa.
Christof le hablo por el intercomunicador:
- ¡Petrarca! ¡Petrarca! ¡Petrarca! ¡Escucha, es muy importante! ¡Se donde esta ese hijo de puta! ¡Se ha cargado a…!
El susodicho apago el intercomunicador. Hacerlo así no tendría la mas mínima gracia. No, no. El tenía que ganar a ese tipo de hombre a hombre, cara a cara. No habría ninguna ventaja. Ganaría el mejor, el más rápido, el más letal. Ganaría él. El no era un mercenario. El era un practicante del arte supremo de matar, un samurái moderno, un guerrero total, una máquina despiadada, solo apta para el combate. Nacida, criada y entrenada para matar. No tenia rival, su técnica había sido sublimada hasta el punto de tener el riesgo de romperse. Toda su vida había soñado con este momento: batirse con otro de su misma especie, uno que manejara tan bien el arma como él. Ese placer no le seria negado.
Con la mira de fusil, comenzó a barrer muy lentamente la zona. Le llevaría su tiempo. Pero eso seguro que merecería la pena.

Christof maldijo su suerte. Su puta mala suerte. ¡Mierda! Primero le hackean el ordenador. A él, al hacker. El que había sido elegido personalmente por Karl por ser el mejor en activo. ¡Toda la reputación a la mierda! Y luego al jefe le da por liarse a tiros como un tarado y encima: !Pierde! El tipo que le había sacado de la cárcel con una operación especial. El que le había conseguido la tecnología punta japonesa para trabajar de nuevo. Ciento ochenta mil dólares en gastos para él. Y todo eso se había ido a la mierda en tan solo veinte segundos. ¡Joder! Y encima avisa a ese gilipollas del francotirador, a ese tarado y se pone chulo con eso rollos suyos del honor y no que memeces. Bueno, tendría que moverse, y rápido. No podía quedarse aquí. El golpe se esfumaba. La poli estaba afuera cercando esto, y con el jaleo que habían montado casi fijo que habían avisado al ejército. No tendrían ni veinte minutos para escapar. Pero su jefe tenía siempre un as guardado en la manga, y esta vez no sería una excepción. Sabía que en su maletín ocultaba algo. Algo que serviría como moneda de cambio. Se lo había dicho el mismo: guardaba un comodín capaz de romper la baraja, una baza invencible. Sea como fuese vencería. No se iba a dejar coger. El no iba a volver a esa gélida prisión de Siberia para pudrirse en el mejor de los casos otros trece años. No señor, no ,no.
Recargó el arma. Comprobó que estaba en buen estado. Cerró el portátil y lo metió en su mochila con el resto del equipo. Respiro bien profundo. En tan solo dos minutos debería estar junto con el reto de la banda. Dos minutos.

Antúnez frenó en seco con su coche delante de su viejo portal. El portero del edificio salió con su gorra a medio colocar, disparado mientras balbuceaba preguntas inconexas:
- ¡Pero Antúnez, que pasa! ¡Qué prisa lleva…!
No tenía tiempo para cerrar la puerta de su Lexus la iba a tener para contestar gilipolleces. La puerta del portal restallo con fuerza contra la pared de mármol- o el topo que lo evitaba- Y Antúnez se lanzó escaleras arribas como una exhalación, sin dejar de mirar el reloj, maldecir en voz alta y acelerar mas por este orden. Ahora echaba de menos haber ido más al gimnasio en estos últimos años. No había tiempo para pensar en eso. No había tiempo para pensar en general.
Por fin alcanzó el último escalón. Las llaves vencieron el último obstáculo y se quedaron colgadas de la cerradura. Cruzo el vestíbulo, el salón, la biblioteca y llego a la habitación como un misil. La puerta casi rompe al chocar con fuerza contra la ventana..
Su mujer seguía ahí.
Bueno, quizá no.
No, no estaba. Su imaginación la había costado una mala pasada. No dia.. Habia un bulto bajo las abanas. No la habría... No, no el dijo que la volaría pero…
No, por Dios, no..
No sería capaz…
Pero según levanto las sabanas comenzó a llorar. El era de sobras capaz de eso y mucho más. Dentro de sí, intuía la descarnada verdad. Y pronto..
Su mano derecha barrió las sabanas y entonces su sorpresa no cometió límites. No entendía nada…

sábado, 4 de diciembre de 2010

Run Man Run

- Vaya, vaya así que Rommel. Con todos mis respetos ¿No debería estar muerto, maldito bastardo?
- Erwin Rommel, su peor pesadilla nació el 15 de Noviembre de 1881 en Heidenheim, Alférez en 1914, siendo ascendido a teniente en 1915, ascendido a capitán en 1917 y distinguido con la condecoración pour la merite en 1917, en el 33 a Mayor, en el 35 a Teniente Coronel, en el 39 a General, en 1942 a Mariscal de Campo…
- …Muerto el 14 de Octubre de 1944. Muy bien: ¿me va a cobrar la clase de historia o no?
- No, amigo, no. Lo que voy a hacer es volarle por los aires. A usted y a toda esa gente de mierda que llama “banda”.
- ¿Ah, sí, personajillo? Y como pretende hacer semejante cosa ¿Va a venir hasta aquí con el fusil en la mano y a dispararme a bocajarro? Esa es la manera más rápida de matarme, ¿Porque no lo intenta?
- La distancia entre las cimas es la más corta para pasar de una montaña a otra, pero para ello son necesarios largas piernas, que diría Nietzsche. Yo prefiero un camino más indirecto, más sutil.
- Ya. Pues siento jugar asi de sucio pero le voy a decir una cosa: o se rinde o empezare a cargarme rehenes. Tiene siete segundos para responder. Uno, dos, tres…
- Hágalo.
- Cuatro, cinco, seis.
- Hágalo- No se escucho nada más.
- No me tome en broma, gilipollas- bramó lleno de furia desde el otro lado. Sonaron varios disparos.- Ya esta, ha caído el primero. ¿Quiere tener más muertes sobre su conciencia?
- ¿Mas?- desde el otro lado llego una carcajada monumental. -¿Más?
- Le he dicho que no bromee- contesto el otro muy seco. Dos tiros- Ha caído otro.
- ¿Una preciosa mujer de cabellos rubios? Desnude el cadáver y madame la foto por el bluetooth del móvil.
- Se equivoca usted al no tomar en serio a Karl May.
- Oh, por favor trátame de “tu”. Por cierto, lo de Karl May es un nombre molón, no cabe duda, pero yo le voy a llamar Timmy. ¿Ok? Por cierto, ¿quien se cree que es para hablar en tercera persona ¿ ¿Julio Cesar? Escúcheme Timmy. Esta conversación es muy interesante, pero creo que es hora de acabar con esta farsa. Guarde algo de su ingenio para cuando me reúna con usted en el infierno, no quiero aburrirme allí abajo. Esta usted más muerto que vivo, le informo. En apenas diez segundos lo volare por los aires. En PE-DA-CI-TOS. ¿Me oye, Timmy? O se le acabo el ..
- Vaya, vaya… Es usted más inteligente de lo que me imagine en un principio. Ha sido realmente ingenioso, pero lo voy a contestar una cosa. No sé lo que pretende, pero en este momento, mientras le distraía hablando de tonterías, mi hacker ha estado triangulando su señal. Debe de estará punto de acabar ahora. Cuando me diga su posición exacta tardare tan solo un segundo en…
- Su hacker no va a encontrar una mierda, gilipollas. Su hacker ha caído. Su ordenador es ahora nuestro. Esa era lo que pretendía decirle, gilipollas.
- Si quiere decirme que lo han matado podrían es que son imbéciles. Acabo de hablar con el por una line codificada que tenemos el y yo nada más. Y…
- No lo hemos matado. Hemos crackeado su ordenador. Gracias a el tenemos los códigos de los explosivos. En cualquier momento activamos los explosivos que ha colocado por todo el edificio y lo volamos en pedazos. Podemos explotarlos por separado, así que cuando sepa su posición exacta lo mando al otro barrio. A usted y a los de su banda. Y a los rehenes por gilipollas y ricos cabrones. Se acabo la partida, lunático. Ya se lo dije.
- …- se oyó una tensa respiración al otro lado de la línea- ¿Eso es todo? Rommel Rommel, cuando me dijo que iba a matarme… por un segundo lo tome en serio ¿Sabe? No es nada especial, no le temo a la muerte. La he visto ya demasiado. Pero me joderia fastidiar mi obra maestra ahora que estoy tan cerca del final. Más que nada por las molestias de prepararlo todo, ¿Sabe? Pero si ese es su plan, puedo dormir tranquilo. Yo tengo una señal entre los explosivos y mi ordenador exclusivo. Desde aquí puedo ordenar su explosión, también. Eso quiere decir que puedo volarlo en pedazos ahora mismo, si quisiera, o empezar a volar zonas al azar, hasta encontrarlo, si me obliga a hacerlo por las bravas.
- Imbécil… No tenía que haberme dicho eso… Ahora solo me queda el triste destino de volarnos a os dos dándole al botón yo primero. Es una pena, pero no me deja opción. Si voy a ir al infierno, espero que me acompañe. Ha sido usted mi diversión más especial. Y como …
- ¿Pero qué dice?
- Si le doy al botón no puede cancelar la orden porque explotaría inmediatamente. Como no sé exactamente donde esta no puedo apretar un botón al azar y esperar si es el sector bueno o no. Solo me deja la opción de volar varios a la vez. Pero si usted se ve entre la espalda y la pared, puede hacer lo mismo que yo, claro. Y decidir qué ya que va morir, volar todos de un tirón. ¿Verdad?
- Un buen plan, pero tiene un problema. Si usted quisiera suicidarse y matarme ya lo hubiera hecho sin decirme nada. Por ello doy por sentado que no lo hará. Demasiado calor en Irak para perderlo ahora todo ¿Eh?.
- A no ser que me meta entre en la espada y la pared. Por cierto, usted ha predicho mi jugada, pero tampoco lo ha hecho. Tiene el mismo apego a la vida que yo, ¿Verdad, Timmy?
- Cierto. Pero tengo una idea. Resolvamos esto como personas civilizadas. Seamos serios, no quiero echar a perder mi obra maestra, ni decir que todo acabo con el nerviosismo de quien apretó el botón el primero. Eso vale para rusos y americanos en los años 50, pero no para mí. No quiero terminar de una forma tan poco… romántica. Termines esto al viejo modo.
- ¿Y qué me propone?
- Un duelo a pistola. Su Desert Ealgle 50 contra mi Magnum 500.
- ¿Cuándo sería ese duelo?
- Ahora mismo. Mire. El reloj de la fachada tiene más de ciento cincuenta años. No se ha tocado desde hace casi veinte y atrasa mucho. Dentro de diez minutos exactos dará las doce del mediodía. Nos veremos en el pasillo que lleva la sala de juntas B, pero por la parte de atrás, el pasillo que utilizan las limpiadoras y que comunica las tres salas de juntas. Un pasillo largo, sin nada de un punto a otro: nada donde esconderse, ni escapar. Quince metros de largo, no cabe mas que una persona de ancho. No puede haber ni trampa ni cartón. Cuando suenen la última campanada, abrimos fuego. ¿Qué dice?
- Como podría yo declinar tan maravillosa oferta. Es una idea tan buena como cualquier otra para matarlo.
- ¿Matar a un caballero de Texas en un duelo a pistola? ¿Debería haber visto más películas, antes de meterse donde no sabe Rommel. He matado ya a veinte tres tipos en duelos al viejo estilo americano.
- Si quiere asustarme así tendrá que mejorar mucho Timmy.
- Bueno, le dejo, creo que es hora que haga testamento. Me vera durante doce segundos y medio allí arriba, Rommel.
- Ok, jefe. Nos vemos.- La comunicación ceso de pronto.
Karl desenfundo su enorme revolver y se sentó en una silla próxima. Miro el reloj, que estaba lógicamente sincronizado con el del edificio. Quedaban ahora nueve minutos exactos. Extrajo los enormes cartuchos uno a uno y los puso encima de un taburete formando un circulo. Con gran parsimonia cogió uno, lo sospeso un momento, lo olio y la paso le lengua por la punta, como si estuviera probándolo; como si fuera un catador ante un buen vino. Paladeo un tiempo el sabor en su boca. Luego introdujo la bala en el tambor y lo hizo girar. Comenzó a repetir la operación con cada bala mientras pasaban pesadamente los segundos. Ninguno de los bandidos, aunque no sabían lo que estaban pasando, osaban hacer ninguna pregunta. El tiempo corría cuando con su intercomunicador comenzó a hablar de nuevo:
- Rommel se que está ahí. Seguro que cogió el intercomunicador a uno de los que mato ¿Eh? Bueno dígame una cosa:
- …- al otro lado no se oyó ninguna palabra, pero se notaba la respiración de alguien.
- Dígame… ¿Qué James Bond prefiere, Roger Moore o Pierce Brosman? Sean Connery es intocable, por supuesto. Es para pasar el rato hasta que lo mate.
- Yo siempre fui más de películas del Oeste, que le vamos a hacer. Ya que estamos, a ver si adivina este acertijo:
“El que lo hace, no lo quiere,
El que lo compra no lo usa,
El que lo usa no lo ve”
- Vale, prometo pensarlo. Me quedan cuatro minutos todavía.- apagó el intercomunicador.
- ¿Qué coño seria?- se recostó en su silla y se calo hasta la nariz el sombrero. Tenia que pensar, no podía – de ninguna manera asistir al duelo sin la respuesta. Seria como perder otro duelo particular, otra batalla, esta mental. Pero no se le ocurria nada. Estaba demasiado cerca del problema, y a la vez, demasiado lejos. Su mente nadaba en círculos.
Tres minutos.
El tiempo apremiaba.
Dos minutos.
No lo sabía.
Un minuto.
Tenía que comenzar a moverse. Se levanto tranquilamente de la silla, sin prisa. Se despidió de sus hombres.
- Volveré en un minuto veinte segundos, chicos. Potaos bien. Que me acompañe un solo hombre. ¡Tu! Mark Twain. Ven
No hizo preguntas. Nadie sabía porque, pero no parecían necesarias. Con una gran clama, ambos se encaminaron hacia las escaleras. El tiempo corría inexorablemente. Quedaba menos de cuarenta segundos. Recorrió con prisa los pasillos.. Treinta segundos… ¡Ya lo sabía! Era un ataúd, la respuesta. Se le acaba de ocurrir. Ya podía presentarse tranquilo al duelo. Si no lo hubiera sabido hubiera perdido seguro. Era cuestión de orgullo. El otro lo sabía. Él lo sabía.
Veinte segundos. Comenzó a subir las escaleras acompañado. Caundo llego al ultimo escalón, le hizo una señal al otro para que se quedase allí. Con su mano izquierda encendio el móvil y puso la banda sonora del “La Muerte tiene un precio”. Subio el ultimo escalón.
Diez segundos.
Al otro lado no había nadie.
¿Se había rajado? Imposible.. no podía ser…
Del otro lado llegaron pasos.
Cinco segundos.
Apareció la punta de su cabeza.
Cuatro.
El busto.
Tres.
Medio cuerpo.
Dos.
Ya estaba en posición.
Uno.
Nadie se movió.
Cero…
Ambos respiraron.
Los relojes de los dos sonaron simultáneamente.
Cero.
Cero.
La primera campanada hizo retumbar la pared.
Karl hizo amago de llevarse la mano al cinto.
Dos campanadas.
Tres campanadas.
Ojo contra ojo, pupila contra pupila.
Cinco campanadas.
Karl pestañeo.
Seis campanadas.
Rommel pestañeo.
Siete campanadas.
Las manos se crisparon sobre las culatas.
Nueve.
Karl respiro profundamente.
Once.
Nadie se movió un centímetro. Todos estáticos.
Doce.
Todo lo que vino después fue cuestión de una decima de segundo.
Rommel pensaba y no sin razón, que el enorme pistolón de Karl tardaría mucho mas en salir y ser apuntado que su arma.
Se equivoco.
Cuando todavía su arma chocaba en la punta con la funda, levanto un instante la mirada.
Karl ya lo estaba encañonando. Pero aquella arma no era el…
Entonces lo comprendió todo.
Karl había ganado. Lo sabía. Lo sabía él.
En su mano no llevaba el enorme revolver. Sino una versión de bolsillo del mismo, un arma más ligera y pequeña. Pero el mismo modelo.
Pero a esa distancia, igual de mortífera.
Rommel estaba muerto.
Se la había jugado, eso estaba claro.
Y ahora había perdido la partida.
Era su fin.
Karl sonrió con unos dientes impolutos. Su sombrero se balanceó hacia adelante.
El arma ya estaba en posición.
Rommel inspiro profundamente, preparándose para lo inevitable.
- Sayonara, baby.
Y entonces comprendió que había cometido un erro. Una larga experiencia en la vida le hizo saber que algo iba mal. Algo…
Una laser le deslumbro en un ojo.
No podía ser… El cristal blindado. No, no. De ninguna manera.
Casi pudo ver la bala cuando llego hacia la ventana,
No rompió ningún cristal.
Pero que…
El sombrero reventó y salió volando. Rodo aparatosamente por el suelo.
La sangre mancho el suelo.
Rommel respiro tranquilo.
Saco un habano.
- Cuando se dispara, no se habla.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

No hay Bestia tan Feroz

- ¡Que traigan océanos de vino! ¡Que traigan en bandejas de plata perfumadas viandas dignas del paladar más exquisito! ¡Que traigan para nuestro deleite las más exóticas bailarinas del oriente, envueltas en los siete velos del placer mas descarnad! ¡Címbalos, tambores, trompetas celestiales y trombones del demonio! ¡Qué tiemblen los cielos, porque hoy, yo, Karl May he obtenido mi victoria! ¡La más sublime, la más esplendorosa! – se tomo un respiro- He ganado. HE-ga-na-do.
Con una maravillosa agilidad, se colocan a horcajadas sobre el pasamanos y se deslizo de espaldas sobre él hasta salir despedido, chocar con estrepito por el suelo y rodar entre salvajes carcajadas de triunfo; por fin ceso de rodar y quedo tendido en el suelo on los brazos forman do una cruz. Riéndose hasta agotar la risa en sus pulmones, quedo allí tendido en silencio por unos instantes. De pronto y de previo aviso se levanto de un salto y victorioso encaro a su presa más joven, bella y rubia que tenía a su alcance, y con su brazo de acero la atrajo hacia sí.
- Me apetece celebrarlo a mi grande, muñeca. Conozco un cuarto de las escobas aquí al lado con mucho encanto. O prefieres montártelo encima de una mesa del siglo XVII, ahí en la sala de juntas C, con un cuadro del Grito mirándonos? ¡Puro roble macizo con granito especial, que no se calienta! ¡Tu delicado trasero puede quedar fresco mientras…
- ¡Jefe!- le gritaron al auricular.
- ¡Christof! ¿Qué pasa? ¿No ves que estoy en plena celebración de…?
- Nunca lo interrumpiría en este instante, pero…
- No me lo digas- dijo apartando a la mujer del- ¿ La policía, verdad?
- ¿Cómo lo sabe?
- No queda nadie más para tocarme los cojones en este momento. Parece ser que esos hijos de puta no han tenido bastante. ¡Bien, verán que yo no bromeo! ¡Ya me lo dijo el niño Jesús, Platón lo mismo y Kant les dio la razón! Pero… ¿Qué le vamos a hacer…? Esos patanes son fruto de manipulación cognoscitiva producto de la publicidad supra liminal de un sistema homogéneo que produce individuos molde adaptado a los designios de sus nuevos amos plutócratas! Hace cuarenta años que Skinner lo descubrió lo fácil de sugestionar que somos en realidad. Pero ¿Qué le vamos a hacer? Estamos predestinados a chocar, yo la bola y ellos los bolos, en esta pista que es el luchador mismo que se mira con ojos innumerables a si mismo… We are fucking determined, que dicen en mi pueblo. ¡Petrarca!
- ¿Sí?
- ¿Acabaste ya con ese cabrón?
- No, jefe. El tipo está escondido ahora. Quizá haya huido con la muerte de su banda.
- Quizá. Oye mira, tenemos problemas con la pasma que se acerca. Deja el rifle de dar ánimos, ¿vale? Saca el rifle de la crueldad.
- Tus deseos son ordenes, jefe.
- ¡Atención la parroquia! Es el momento en que debo decirles esas palabras que siempre recordaran.- Con una buena patada, la mesa se tumbo, colocó una silla encima y como un equilibrista comenzó a hablar con su móvil multifunción en modo micrófono- Dentro de unos segundos vamos a desatar junto a nuestros camaradas para lanzar el mayor atraco de la historia. La historia… Esa palabra cobra hoy un nuevo significado. Debemos dejar de lado nuestras insignificantes diferencias. Estaremos unidos por un interés común. Tal vez, el azar ha querido que nosotros seamos los elegidos. No vamos a luchar para evitar tiranía, opresión o persecución sino la aniquilación. Luchamos por nuestro derecho a vivir, a existir. Y si vencemos hoy, esta fecha será recordada como nuestra mayor victoria contra un sistema injusto. Sera el día en que el mundo declaro no desaparecemos en silencio, en la oscuridad. No nos desvaneceremos sin luchar. ¡Vamos a vivir! ¡Vamos a vencer! ¡HOY CELBRAREMOS NUESTRO DIA DE LA LIBERTAD
Los bandidos enfervorecidos empezaron a gritar vivas, a entonar juramentos de fidelidad, de sangre y victorias; y en medio del jolgorio general, Karl continuó:
- Cada uno a su puesto. Yo os he podido dar armas, pero no he podido haceros valientes. Os he podido entrenar pero no he podido hacernos audaces. Pues no hay poder que no esa poder interior, no hay fuerza que no sea fuerza interior. Os lo he dado todo ¡Traerme la victoria!
- ¡Sí!- bramaron al unisonó como una tormenta.
Con una enorme precisión todos ocuparon sus puestos. Karl hizo hizo un repaso rápido por radio y se dirigió a Petrarca.
- ¿Listo?
- Siempre.
- ¡Chicos, listos!
- ¡Hasta el infierno contigo!
- Entonces, abrir fuego a mi orden.
La policía avanzaba con mucha precaución paso a paso, de cobertura en cobertura: un metro tras otro. Así no habían recorrido ni la mitad del perímetro, eso explicaba la poca prisa de Karl, que ya contaba con ello, o no hubiera dado su memorable discurso. Una tanqueta blindada echo abajo la puerta en este momento y cruzó con velocidad por el camino asfaltado rodando velozmente.
- ¿Y las ametralladoras?- pregunto alguien.
- Era cuestión de tiempo que encontraran la forma de inutilizarlas. Ya contaba con ello, no pasa nada. Quizá les arrojaron un cable elctrificada que les fundió los circuitos o…
- ¿Hacemos fuego? ¡Los tengo a tiro ya!- rugio otro excitado.
- No, todavía no… ¡Christof! ¡Pon la pista nueve a todo volumen por losd altavoces exteriores!
- Ok
Los agentes del orden avanzaba parapetándose tras la tanqueta en fila de a dos, mientras otros se abrían los flancos en una muy bien ensayada maniobra. Entonces el estupor se apodero de ellos cuando los altavoces crepitaron, y con un inconfundible repitar de los guerreros acordes, les dio la bienvenida al infierno la obra maestra del genial compositor alemán Wagner. Las Valkirias.
- ¡Petrarca! ¡Quita de en medio a ese trozo de chatarra para que podamos freír a esos hijos de putas
- Ok.
Petrarca calculo la distancia, y enfoco el arma con tranquilidad. No era ninguna proeza acertar a un tanque a menos de cincuenta metros. Podía oler el miedo de los cabrones que veía detrás, intentando que la cercanía del acero les devolviera el valor. Petrarca sintió el enorme placer que provocaba portar sobre su hombro derecho- pues era tal su celestial poder que había que dejar sitio a una salida de escape de gases, como en los viejos bazoocas- el Fusil antimaterial RT-20; una autentica joya que había tenido que salir de contrabando a un precio exorbitante aunque visto lo visto, más que justo.
Petrarca se lamio el labio inferior… Se mordió el labio con impaciencia mal contendía.. Ese es tu peor defecto, recuerda que le dijo su maestro.. Un buen tirador tiene que tener paciencia.. No, respondió el, eso es lo que me hace grande: mis anias por disparar, por juzgar el destino de mis semejantes… Ese poder era una droga… Y ahora podía oler el miedo de sus rivales, el aroma que exudaba la justicia. Apretó el gatillo.
El relámpago golpeo primero. El trueno golpeó después. El blindaje se rompió como papel cuche… Un segundo después, dieciséis segundos después para ser exactos, todos los ocupantes estarían muertos, pensó con deleite Petrarca. El material de la bal era mas que duro para romper el exterior, pero luego no lo era para salir y la bla quedaba mortíferamente rebotando en el interior hasta freír a sus ocupantes por completo.
Nadie comprendió lo que pasaba cuando los de dentro del blindado no contestaban. Los agentes comenzaron a ponerse nervioso pero de dentro no se percibía ningún sonido. Y entonces comprendieron cuando observaron por error el enorme boquete abierto. Y perdieron la compostura, sellaron su destino. Porque en realidad, no había peligro que aquello se utilizase contra ellos, blancos demasiados pequeños y frágiles, y no por gusto de Petrarca, sino porque había recibido órdenes estrictas de ahorrar munición. Y si uno de estos proyectiles alcanzaba a uno de estos, lo mandaba al otro lado de la calle.
Y apenas salieron de su cobertura aullando de miedo, Karl dio la orden, y lo que vino después, cuando más de doscientas balas se abatieron sobre ellos desde todos los ángulos sobre sus cuerpos, no merece ser narrado. Los cadáveres se amontonaron en horribles pirámides sobre el asfalto calentado por la sangre; y las pocas blas que contestaron se estrellaron inultamente contra los cristales blindados o los muros de hormigón que protegían a los bandidos. Fue el ultimo chispazo inútil que alimento aquella pira de los disparates que alimentaba un pandemonio que se cobraba su tributo en sangre.
Y los pocos que huyeron pudieron ver con creciente espanto como lo único que quedaba ante el terrible e inexorable poder metálico esgrimido por Karl eran cadáveres silenciosos, pasto ahora de voraces moscas. Nada entre él y la victoria parecía ya que quedaba en pie, nada que pudiera evitar su triunfo, un triunfo conseguido con pasmosa velocidad, casi con indiferencia, nada quedaba ya.
Podía haberlos dejado escapar. No ganaba nada con la muerte de estos. Solo perdería munición y serian sin duda sustituidos por otros. Llamaría mas la atención, vendría más gente.
Pero una cosa quedaría clara.
El no bromeaba.
Jamás.
Y entrecruzo los dedos por detrás del a nuca en un gesto de superioridad manifiesta. Una sonrisa afloró en sus labios.
Pero de pronto se sobresaltó.
Su móvil sonó.
No…
- Hola, soy Rommel. He ganado la partida. El juego se acabo para ti, lunático. He ganado. C est fini. Jaque mate.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

American Beauty

Jon pensó que algo muy raro estaba pasando. Los tipos se habían largado en un instante, precisamente cuando más ventaja tenían. No podía ser real. Los milagros no existen, Jon, se repetía a menudo: el ultimo que los hizo, un tal Suso lo crucificaron. Quizá… Se acercó sigilosamente a la puerta. Estaba cerrada. La habían cerrado en su huida.
Fue un instante.
Al otro lado se oyó un chasquido metálico.
Jon se fue al suelo.
Un segundo después la puerta estaba hecho un colador.
Joder, joder….
Jon apunto con su pistola e hizo fuego a través de la puerta, a lo que salga. Pero comprendió que no podía hacer nada (y su cargador estaba vacío) y se retiro reptando a un lateral. Se cubrió detrás de una silla. Recargó el arma, se situó bien y apuntó con su arma apoyando la mano en encima de la mesa. Si salían alguien…
Debía de estar soñando… No podía ser verdad lo que escuchaba….
Por debajo de la puerta se filtraba una música pegadiza, absolutamente fuera de lugar.
Juraría que sonaba una letra que conocía…
“Nos llevamos muchas cosas,
las bebidas, las gaseosas.

La salsita, las costillas,
buena carne en la parrilla
el carbón y el chuletón…”
¿Pero qué coño está pasando? Que cojones…
Y entonces lo comprendió todo. Porque comprendió que canción era. Comenzó a correr justo cuando del otro lado llegaba ya la letra, ahora amenzante…
“La barbacoa, la barbacoa.
Como me gusta la "Barbekiú".
La barbacoa, la barbacoa.
Como me gusta la "Barbekiú".
La puerta estallo en pedazos fuera de sus goznes cuando una figura de blanco la rompió de una patada. Jon no podía disparar desde este ángulo, y tampoco es que pudiera pesnar mucho más: la figura se retrajoo de nuevo hacia el punto ciego de la puerta , y de pronto un chorro de llamas salió en tropel en dirección hacia el frente. La letra de Georgie Dann se retorcía irónica sobre aquel infierno:
“Voy echando leña al fuego
y siguiendo con el juego.
Cuando quieren darse cuenta
las parejas se calientan
y no pueden esperar.”
- ¡Jon, maldito hijo de puta, pienso quemarte tanto que vas a dar pena en el mismísimo infierno!- gritaba el otro en éxtasis pirómano.
- ¡Te veré en el infierno, hijo de puta!- le contestó el otro a la desesperada.
El fuego alcanzó las cortinas y las hizo caer entre pavorosas llamaradas carmesí. Las mesas, los papeles, los libros de cuenta: con una rapidez pasmosa, las llamas a velocidad de autopista brincaban de un lado a otro con complete impunidad. Un cuarto de la habitación ya estaba en llamas en tres segundos, y el fuego comenzó a orillarlo. ¿Por dónde cojones iba a salir? La única puerta la ocupaba ese lunático. Y las llamas ya creaban un muro infranqueable… No podía pensar, el humo le estaba atosigando demasiado… Qué coño se suponía que debía hacer… El fuego crecía, en tamaño y en fiereza… El humo lo inundaba todo… Miro a las ventanas, desesperado… Quiso forzarlas, pero o estaban atascadas, o nunca se pudieron mover, quizás para mejorar la seguridad… mierda, joder mierda, mierda… Disparo a bocajarro. Una vez. Otra. Otra más. Joder, no se rompía! Rómpete cojones! ¡Rómpete!
No iba salir de aquella así. No. Una llamarada le aclaraba literalmente las ideas. Si tuviera pelo, empezaría a chamuscarse. Pero ahora tenía una idea nueva. Tenía muy poco tiempo… Con un salto se planto delante del extintor que quedaba vivo todavía… Era cuestión de segundos que el fuego le abrasará por completo…. Pero de algo tendría que servirle tantas horas jugando a videojuegos cuando era chaval… Con su brazo izquierdo lo arrojo contra la ventana… Salió rebotado del cristal… Su derecha disparo sobre el extintor.. Una explosión deshizo la venta, y rompió al fin-¡Al fin!- el jodido cristal .Los jodidos cristales rodaron por el suelo, y se clavaron en su jodida carne, pero ahora no era el momento de pensar en eso. Con gran agilidad, salto a la puta cornisa mientras la cortina de la ventana que acaba de cruzar se desplomaba entre llamas. Pudo por fin respirar algo de aire puro. Pudo sentir la brisa de la tarde de nuevo., Estaba vivo, joder. ¡Vivo! Miro a la habitación, que estaba convertida en un plato del Coloso en Llamas. El humo empezó a salir por la ventana como una negra nueve de desesperanza. Pero eso que cojones importaba aho… Se quedo con el pensamiento en la cabeza. No, no, no puede ser. No puedo tener tanta mala suerte. No, no ¡No me jodas! Pero no podía ser otra cosa. Debía de pensar que era un terrorista, a esta distancia… De una ventana que salga con una explosión, entre llamas, con una pistola… ¡Dios que no abran fuego eso tiradores del tejado. Sus armas le apuntaban. Veía el laser brillando, y cegado perdió pie y se descolgó, aunque en el último instante se agarro; los láseres estaban buscándole ansioso, tratando de posarse sobre él. Esto es salir de la sartén para caer en los francotiradores, joder. Un tipo sacaba un megáfono… Tenía que marcharse, si le hablaban los tipos de dentro sabrían que está vivo y vendrían a por él. No tenía tiempo, y ahora tampoco tenía extintores para explotar. El tipo encendió el megáfono… Con un esfuerzo supremo, se alzó a plomo sobres su cuerpo y volvió a la cornisa. En dos segundos, en dos pasos se metió por la ventana del baño, otra vez. Ya era como su segunda casa. Abrió el grifo tranquilo: afuera y con una habitación en llamas ya había afuera suficiente ruido como para que se oyera. Bebio tranquilo a tragos largos, se enjaugo la frente, se limio los brazos. El grifo dejo de echar agua de repente. Un ruido nuevo. Miro por el pasillo, bajo la puerta. Estaba lloviendo. Lloviendo. Claro, los sistemas anti incendios. Se debieron de conectar con el calor, el humo…
Una voz, una voz que conocía bien, le heló el alma.
-
- I´m singing in the rain,
just singing in the rain,
what a glorious feeling
I´m happy again…
- Hijo de puta, grandísimo hijo de puta- mascullo entre dientes cuando vio sus botas chapoteando entre los charcos que formaba el agua. La voz se acercaba por el pasillo, en un momento pasaría por delante de el para ir a la escalera principal. Saco la pistola. Ahora tendría su venganza. Era su hora. La hora de acabar con este hijo puta.
No podía. Iban dos más con él, los que no había matado antes. Si lo mataba ahora (podría hacerlo, eso si, disparando a través de la puerta) le matarían justo después. No podría entonces salvar a sus compañeros, ni a los rehenes, y al fin y al cabo todo lo que había hecho sería en vano. No podría hacerlo.
No podría.
No.
El hijo de puta se acercaba. Jon se mordió el labio de impotencia. Estaba tan cerca. Estaba tan lejos… Pero no hizo nada
Las botas desaparecieron de detrás de la puerta.
La canción se perdió.
Ya llegaría su hora. Tendrían un cara a cara antes de que terminase eso, no te preocupes. Canta lo que puedas ahora.
- Fumemos, dijo Nerón…- sonó el chasquido metálico de un mechero zippo, se encendió un buen habano, echó una bocanada- Y fumó solo, el cabrón.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mystic and Severe

Karl May (si es que se llamaba si realmente) se atuso un bigote, se recolocó las gafas de sol y echó una mirada picara a una moza rubia de buen ver que tenía el placer de tener como rehén. Empezó a caminar con aire desgarbado, como siempre en el, moviéndose al son de una música inexistente, y taconeando el aire a zapatazos se abrió camino hasta su cercanía:
Con gran amabilidad le agarró la mano como si fuera una preciada fruta mientras se tocaba con la punta del índice el ala de su sombrero para dejar al descubierto su cara de reptil:
- Mi nombre es Bond…
La otra le miro entre aterrada y repugnada, pero le sostuvo la mirada.
- Sex… Bomb…
Y rápido como una liebre, su lengua voluptuosa se enrosco como una pitón alrededor de su muñeca y subió lenta pero cadenciosamente hacia su codo. Pero si iba a pasar a mayores no se llego a saber, porque el teléfono móvil que llevaba en el bolsillo de la chaqueta comenzó a sonar de forma estridente.
- ¡Es una pena, encanto, pero tendremos que esperar a otra ocasión para terminar lo que empezamos!
- ¡Hijo de puta!- le espeto la rubia a quemarropa.
- Soy un vaquero,¿ sabes?!Me encanta domar yeguas salvajes! Ya sabes lo que dicen;: primero las domas y luego las montas,¿ eh?
La joven, con un valor admirable ciertamente, intentó agarrarle la cara y arañarle los ojos, pero el otro ya había previsto su actuación por lo que la esquivo echando la cabeza hacia atrás, mientras con la mano derecha desenfundaba con enorme velocidad el enorme revolver. La mujer, retrocedió asustada, y el otro con notable desenvoltura apretó contra su seno izquierdo el arma.
- Veo que te impresionan las cosas grandes… Entonces nos llevaremos bien, no te preocupes.- y pasó el brazo libre por su cintura y la atrajo hacia sí:- Deséame suerte, cariño.- y la beso con fuerza, en un instante. Luego se separó y se volvió a uno de sus secuaces:
- Quédate vigilándoles. Si se ponen nerviosos, conecta el televisor que marca las acciones y habla con Christof para colocarles una peli porno.
- Ok, jefe- contestó entre risas.
- Petrarca- hablo por el intercomunicador- Estos hijos de puta tiene un tirador. Identifícalo y cárgatelo. Cuando antes mejor, ¿me has oído?
- Ok, boss.
- Tu, tu y tú- ordeno señalando con el revólver- ¿Habéis hecho lo que ordene?
- Si jefe, hemos reunido los guardias de seguridad y los hemos atado en esta habitación.
- Perfecto. Quedaos aquí fuera. Será un segundo.
Con una teatral patada en la puerta, entro de forma magistral en la sala de juntas. Los ojos de los diecinueve guardias apuntaran hacia él, ansiosos por conocer su destino. Con premeditada lentitud, busco en su móvil la canción adecuada para la ocasión. La estancia se lleno de la deprimente:
- “
Why can't we be friends?
Why can't we be friends?
Why can't we be friends?
Why can't we be friends? “
- Bueno señores, ya saben que algo se muere en el alma cuando un amigo se va.- se acercó a uno al ritmo de la música- Why… - canturreaba- La cosa es simple. Sois una puta mierda, las heces de este sistema capitalista desalmado que lleva a gente honrada como yo al robo, el estupro (que no sé muy bien que es pero queda cojonudo decirlo) y la desesperación mas absoluta. La cuestión, como supongo que estarán de acuerdo conmigo, es que, ahora que tengo a un gilipollas (amigo suyo por cierto, pero quizá no se bueno que me lo recuerden) pegando tiros; y unos cuantas subnormales tarados excedentes de la Guerra del Golfo, tocados con gas; no puedo perder el tiempo en prioridades no esenciales. Ahí fuera tengo cincuenta rehenes buenos de verdad, con apellidos compuestos y collares de diamante y perros con nombres de más de dos silabas; y como comprenderán, ustedes, pobres mierdas que no sirven para negociar, pero se pueden escapar y en teoría saben manejar un arma, son un oscuro objeto de deseos para los tipos que rulan por ahí. Lo siento, pero un hombre es lo que hacen de el las circunstancias. Y las circunstancias negativas son mucho más efectivas que las buenas. Bueno quizá no, pero quiero pensar que si. La cuestión es que ¿Miente o no el niño Jesús? Ah no perdonen, que eso no viene a cuento ahora. ¿Pero miente o no? No lo sé. Puede que nunca lo sepa. Es una vergüenza, lo sé. Pero ustedes, afortunados como son, van a poder hallar las respuestas. Casi les envidio. Quizá después de matarles me suicide. Es más, seguramente lo haga. Pero a lo que vamos. ¿Que prefieren para morir? Pistola, revolver, o fusil de asalto. ¡Vamos, digan, digan, no tenemos toda la tarde! ¿Tú qué prefieres pelirrojo? ¿Dios que indecisión!?¡Bueno, elijo yo! Cara, te mato lenta y dolorosamente! ¡Cruz, te mato de un tiro limpio entre ceja y ceja. Veamos... cruz. Bueno, esa no vale. Vaya, cruz de nuevo. ¡Qué mala suerte tengo! Cara, bien, bien, bien. PODEMOS. Vale, escojo la Uzi.- desenfundo el arma de su sobaquera- Un buen arma. Pueblo curioso el de los judíos. Mataron a casi todos en el Holocausto. Pero aprendieron entre otras cosas, a lo largo de la historia, a fabricar armas, que son instrumento de muerte, como los mejores. Bueno, nunca vacíe un cargador entero en una persona. Vas a ser el primero. Pero espera. Aunque la sala esta insonorizada, por si acaso voy a darle un toque más íntimo.- encendió un tocadiscos de los años treinta y coloco uno de boleros. Y con la inmejorable música del bolero de Rabel, apretó el gatillo a quemarropa contra aquel hombre.
Los casquillos caen uno a uno.
Las balas rompen una a una.
La sangre, a gotas, cae una a una.
Pero la muerte es solo una.
Pero aunque sea una sola, tarda mucho en llegar.
Otra bala.
Otra más.
Otra.
Karl May sonríe. Disfruta. Cada vibración le acerca a la felicidad. El color rojo del fuego le ilumina el rostro sonriente. Las explosiones restallan en el ambiente. Diecisiete balas ha tardado en morir.
Diecisiete. Pero sigue disparando.
El cargador cae.
- ¡El siguiente!
Pero a pesar de que disfrute, comprende que no puede tardar tanto con el resto. Bueno, lo bueno si breve… Con un fusil Akaban tardara menos. Los tipos patalean, lloran suplican, pero no les sirve de nada. Las esposas no ceden, pero los huesos sí. Pum ,pum, va cogiendo ritmo. Ahora es la velocidad precisa, la necesaria, la buena. Un cargador no es suficiente. Dos tampoco. Tres sí, pero gasta otro más. Salen baratos, después de todo.
Por fin termina. Comprueba que ni una gota de sangre haya manchado su esmoquin. El olor a pólvora y a cordita, a sangre, a lagrimas y orines le irrita, y con el pañuelo de seda bordado en la nariz sale de la sala triunfante.
- Honey, I am home! ¿Me añoraste? – dijo abrazando con fuerza a la joven- Siento haber tardado, pero soy un esclavo del trabajo. No te pongas pesada, ya lo hemos hablado miles de veces. No me pongas esa decisión entre mi trbajo y mi familia no puedo elegir, tu lo sabes. No, no te pongas así, no soy yo quien debe.. No, no hagas eso, no te pongas a chillar, no lo soporto. !Maldición! – Y CON SU MANO DERECHA DESCARGÓ EL PUÑO CON FUERZA.- ¡Oh, lo siento, cariño, no lo volveré a hacer! ¿Me perdonas? Ven bailemos, ven. Y la abrazó con fuerza. Ella no se resistió. -¡Música maestro. ¡-Y con la izquierda, por detrás de la espalda, conectó el móvil de nuevo.
- “ Paseando en tu jardín, mil mariposas,
Comenzaron a decir cosas hermosas,
La más bella de las mil,
Beso una rosa, y
Después se fue hacia ti,
Maravillosa…”
Y al son del Valls ambos danzaron por el amplio de la sala, mientras sacian círculos en el centro con sus pies. Y Karl apoyo su cabeza en el hombro de su compañera, y aspiro el aroma de sus cabellos y allí quedo unos instantes…
- ¿Christof, me oyes?
- Claro jefe.
- ¿Dónde está Jon, el guerrero americano?
- En la sala de personal. Ya se ha cargado a dos. A Unamuno y a Goytisolo.
- Joder, que hijo de puta. Bueno que se larguen, ya lo soluciono yo. ¿Qué hay de los otros saltimbanquis?
- Están a tiros con los grupos francés y americano. No les va bien, por lo que parece.
- Timen un tirador, así que cuidado. Bueno, me ocupo de Jon y voy para allá. Dame cinco segundos, ¿Vale?
- Claro, Boss.
- Yo conduzco. Ella me guía.-y saco su revólver. -Veamos de que están hechos esos cabrones. ¡Cabrones, vais a morir vivos!
Y con un chillido despareció escaleras arriba.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Malditos Bastardos

Los disparos cruzaban la habitación desde todas las direccione posibles o imaginables. De un lado, de la misma, separados pero cercanos y bien parapetados; los cuatro mercenarios, del otro estaban ocho bandidos.
Las mesas retallaban entre astillas y agujeros, los ordenadores y todo lo que había encima de ellas se desparramaba por el suelo entre gran estrepito.
Ocho contra cuatro son demasiada ventaja, pensó Rommel. Y los hijos de puta eran listos. Mientras unos disparaban, el resto se acercaba poco a poco por los flancos; acercándose y a la vez empujándolos contra la pared. Y con la potencia de fuego y la rapidez que tenían estos con esos cacharros, en poco tiempo el combate se decidirá a su favor. Tenía que hacer algo, pensar en un plan. Saco su subfusil FN-P90 (que a pesar de su tamaño y su sencillez era perfectamente capaz de atravesar chalecos antibalas) y comenzó a hacer ráfagas en abanico mientras gritaba por la radio:
- Contenedlo como podáis, tengo un puto plan para sacarnos de esta. Va por ti, Nabucodonosor. Tened cuidado, son muchos.
- ¡Ok jefe!- dijo mientras el sonidos de los disparos en ráfagas de su MG-3 tapaban su voz.- De por muertos a esos cabrones si se acercan demasiado.- y comenzó a recitar para sí- “Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos y veas caballos y carros, un pueblo más numeroso que tú, no tengas temor de ellos, porque contigo está Jehovah tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto.”
- Occisor, ¿me oyes?
- No puedo disparar jefe, ese puto cristal esta blindado.
- No importa, enfoca al hijo puta que se me acerca por el extremo. Cuando te diga dispara a ese hijo puta. Y según le alcances, tira una ráfaga en abanico hacia el interior. ¿Ok?
- OK jefe. Fijado y cargado. Usted solo deme la señal.
- Bien- Saco de su bolsillo una pequeña pastilla negra como un disco de hockey. Con su mano izquierda disparo al azar por encima de su mesa en horizontal, y con la derecha arrojo el disco contra la ventana más cercana. El disco giro y se pego como una ventosa por el interior; Rommel saco un controlador de su bolsillo y el disco comenzó a girar sobre sí mismo como una peonza; todo el cristal vibró a lo largo y ancho y una onda lo hizo oscilar y el aparato comenzó a chillar; en ese momento una explosión muy pequeña pero concentrada brotó e hizo pedazos el cristal… o quizá la bala lo reventase porque ese preciso instante el Barret canto desde el otro lado; y como un petardo puesto en un melón la espalda de aquel tipo reventó provocando un geiser de sangre carmesí, una costilla se astilló y la bala alcanzó el suelo; el bandido cayó aplomo y comenzó a gritar como un cerdo mientras arqueaba la espalda para que no tocase el suelo y pateaba inultamente el aire girando sin cesar; pero su grito se ahogo y se convirtió en un borboteo cuando la sangre subió por su esófago, en un gesto relámpago cerro la boca… para siempre mientras respiraba ansioso y la sangre, poco a poco se escapaba de sus labios cerrados.
- ¡Hijo de puta!- aulló otro desde detrás de otra mesa- y enfilo con su fusil a donde estaba sus rivales mientras preparaba el lanzagranadas de su arma.
- ¡A esta distancia no gilipollas! ¡Volaremos todos!
- ¡Me la sopla!
Pero no tuvo tiempo a hacerlo. Todos los restos de cristal que quedaba en la ventana volaron en pedazos en sucesión. Antes de que el bandido se diera cuenta de lo que pasaba(pero no así su compañero, que se salvó por una decima) su hombro derecho quedo literalmente colgando de un hilo cuando una bala reventó su clavícula; y aunque quiso apretar el gatillo vio con perplejidad que la mano no le respondía; fue entonces cuando comenzó a sentir dolor, dolor de verdad; y en ese instante miro al hacia el exterior de la ventana con amargura y mudo asombro; pero fue solo un instante, porque antes que pudiera comprender lo que había pasado; solo una decima(una decima)antes: su chaleco antibalas no pudo resistir su brutal impacto y comenzó a retroceder ; y apoyó sus manos( bueno su mano izquierda) en la mesa para no caerse, pero era inútil: ya el mareo se apodero de el, y un vértigo infinito; un vértigo que solo puede provocar la muerte le hizo caer entre nauseas. Y aunque juraría que estaba cayendo, solo pudo ya preguntarse porque, aunque el suelo se acercaba nunca llegaba a chocar con el….
- ¡Mierda, tienen un tirador! ¡Vámonos, vámonos, vámonos! ¡Fuego de cobertura!- aulló el que parecía estar al mando.
- ¡¿Qué hacemos jefe, los hostigamos?!- pregunto Nabucodonosor siempre beligerante.
- No, no déjalos escapar. Si los ponemos entre la espada y la pared podemos perder a uno en un disparo al azar. Y nosotros solo somos cinco. Ellos son veinte. A enemigo que huye, puente de plata. Esto está muy lejos de haber acabado así.
- Claro hay que ir poco a poco, utilizar la táctica del salami. Pero relajaos, hemos ganado este asalto- dijo Stalin meneando su gorra de plato de la RDA- Y bien merece un trago- y saco la botella de vodka de la gabardina y comenzó a pimplar de nuevo.
Todos salieron y descansaron un poco mientras inspeccionaban los cadáveres.
- ¿Qué era eso que tiro a la ventana, jefe?- preguntó Nobunaga.
- Un explosivo táctico diseñado para reventar cerraduras. Genera una explosión muy poderosa de tamaño concentrado en un punto. Al ser el cristal de la ventana tan amplio, se me ocurrió que si acertaba en el centro exacto podía volarlo en pedazos todo.
- -Que belleza- dijo Stalin empuñando un fusil Akaban- Casi estoy por jubilar mi viejo AK-47 por cogerlo a él. Pero las tradiciones son las tradiciones. – y contradiciéndose, lo agarro y se paso la cinta del arma por encima de su cabeza.- Mira hijo- le dijo a su viejo fusil- Este es tu hermano mayor, ¿Ves?
- No lleves eso. No comprendes que es porque Dios nos ama por lo que estanos vivos? Dios nos ha permitido vivir hasta ahora. No las armas. Pues está escrito: “Porque Jehovah vuestro Dios va con vosotros, para combatir por vosotros contra vuestros enemigos y para daros la victoria.” Deuteronomio (5:20:4 )
- Dime una cosa Nabucodonosor. ¿Porque si eres Israelí llevas un arma basada en el MG-42 que es un invento Nazi?
- Soy Israelí, no judío, gilipollas. Yo soy cristiano.
- Ah… Y te dejan matar al prójimo.
- Claro. Pues está escrito: “¿Quién es este que viene de Edom, desde Bosra, vestido de púrpura? ¿Quién es este de espléndido ropaje, que avanza con fuerza arrolladora? "Soy yo, el que habla con justicia, el que tiene poder para salvar."¿Por qué están rojos tus vestidos, como los del que pisa las uvas en el lagar?
"He pisado el lagar yo solo; ninguno de los pueblos estuvo conmigo. Los he pisoteado en mi enojo; los he aplastado en mi ira. Su sangre salpicó mis vestidos, y me manché toda la ropa.
¡Ya tengo planeado el día de la venganza! ¡El año de mi redención ha llegado!
En mi enojo pisoteé a los pueblos, y los embriagué con la copa de mi ira; ¡hice correr su sangre sobre la tierra!" Isaías 63:1-4,¿ no está escrito también acaso que el que no está con nuestro señor desparrama?
- ¿Ah, sí? ¿Y eres tú el encargado de enviarlos al infierno a que Dios los seleccione? Claro, eso debe de ser porque no conociste varón ¡No?
El enorme israelí descargo con un rugido de rabia su puño sobre el estomago de su contrincante, derribándolo sobre el suelo. Como un oso, se abalanzo sobre él, pero antes de que nadie pudiera hacer nada estaba completamente rígido:
- Adelante, monaguillo, hazlo si te atreves- sonreía Stalin encañándolo con su Tokarev contra las costillas.- Vamos, da un paso y te envió con tu Dios en billete de primera. Vamos hombre, ¡Que más te da!¿ Vas a dejar este jodido mundo por el paraíso, no?!Hazlo, cojones! !Hazlo!
- Déjalo, Stalin. Hazlo por las buenas.
- Ni lo sueñe jefe. Llevo toda mi vida esperar a cargarme a este tipo.- dijo empuñando mas firmemente la pistola.
- No lo vas a hacer por dos razones. La primera es que si lo fueras a hacer, ya lo habrías hecho. Y la segunda- le apuntó con su arma a la cabeza-. Porque si lo haces te vuelo la tapa de los sesos.
Todo quedo suspendido en un instante tenso. Nadie se movió. Nadie dio el primer paso. Nadie quería hacerlo. Finalmente fue Rommel el que se movió, dejando de apuntar a Stalin. Ahora la pelota estaba en el tejado de este. Con un movimiento lento y pausado, finalmente aparto el arma de su contrincante. Nabucodonosor hizo un gesto conciliatorio y se incorporo. Stalin muy lentamente se levantó y se recolocó su raída gabardina marrón. En ese momento un segundo golpe le hizo desparramarse por el suelo. Rommel levanto el arma y encañono a… Pero un disparo resonó en el ambiente. La Tokarev había hecho fuego. Nabucodonosor se desplomó con las manos en el estomago.
- Te dije que no lo hicieras, amigo.
Rommel se giro hacia él.
- Ya te dije que no hagas eso. A pesar del chaleco duele un huevo y parte del otro. Y le has costado el …
- Puede coger otro, el que lleva el de reserva. De todas formas, contra estos pepinos no sé si servirá de mucho.
- Siempre es mejor que no llevar nada. La posibilidad de…
- Estas muerto, hijo de puta- bramo con un hilo de voz desde el suelo el susodicho.- Muerto. En cuanto me levante…

- Buenos días- chilló un viejo conocido a sus espaldas. Una bandera blanca se asomo por la puerta.- Les invito cordialmente a rendirse y deponer las tranquilamente o los vuelo en pedacitos. PE-DA-CI-TOS, Tienen diez segundos.,
- ¿Quieres nuestras armas?! Ven a cogerlas!- le espetó Rommel a bocajarro. Todas las armas enfocaron la puerta.
- No me dejan elección.- contestó la voz. –Que conste que lo advertí.
Entonces la bandera blanca comenzó a penetrar mas y mas en el campo de visión (dado que la puerta estaba en un lateral recogido, no visible desde su posición) y vio que estaba dispuesta como si fuera una bayoneta en un fusil. Pero solo un palmo del cañón, nada más entró.
Los mercenarios rieron a carcajadas.
- ¡Entra, valiente!
- Que conste que se lo advertí.
Para pasmo de todos, el cañón del arma comenzó a doblarse a velocidad de película de suspense. Y vieron que no era un fusil, o que tenía otras utilidades. La risa se les acabo cuando una pequeña llamarada disparo directo hacia ellos una granada del tamaño de un puño.
- ¡Corner Shot, lo último en tecnología para matar israelí!- chillo triunfante.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Robocop

Jon siempre fue un tipo listo. Un tipo muy listo. Por eso sabia como aprovechar el tiempo. Por eso no lo había desaprovechado en estos años a cargo de la seguridad del banco. Por ello ahora sabia donde estaban ubicadas todas las cámaras. Porque esto era un golpe muy bien organizado, pensó Jon . Y si alguien atacaba este banco, lo primero que debía hacer era tomar el control de las cámaras, que cubrían todo los ángulos posibles. Ellas eran la información, y la información era poder. En este caso sería lo que decidirá el éxito y el fracaso. Y para estos tipos el fracaso era la muerte. Pues bien, ahora debía de luchar contra ellas. Y ahora debía pensar, idear un plan. Y enseguida se le ocurrió uno. Divide y vencerás, decían los romanos. Ellos eran muchos. El uno solo. Pero podría utilizar la cabeza para equilibrar la balanza. Sabía que en el baño de señoras no había obviamente cámaras, pero a la vuelta de la siguiente esquina, si. Pero sabía que a ese pasillo podría llegarse desde dos sitios, pero desde abajo solo desde uno: una escalera que describía un ángulo. El sitio perfecto: lo que tenía que hacer era simple. Como un simio se descolgó otra vez por la cornisa, y volvió al baño de caballeros. Cruzó el pasillo como una exhalación pistola en ristre: apenas vio la cámara lá destrozo de un tiro. Eso los alertaría fijo. Vale ahora en esta zona estaba ciegos: la otra cámara estaba en el ángulo de las escaleras que ascendían hacia la sala de los empleados. Miró el reloj. Era gente entrenada, dos minutos, bueno, mejor pensar en que tardarían uno o menos. Quizá menos. Tenía que aprovechar el tiempo. Carpe Diem, aprovecha el día, que decían los romanos. Como una exhalación volvió a correr hacia la escalera, Vio la cámara, calculo el ángulo, se situó en un buen sitio, afuera del alcance del visor; pero a la vez con un buen ángulo de tiro. Se acomodo, apoyo el codo en la rodilla y centro la mira. Hizo coincidir su respiración con un movimiento compensatorio del brazo.
La Beretta también respiraba, y el aire que resoplaba por su cañón parecía clamar su sed de venganza con su metálica y chirriante voz. Podía imaginarse al tipo vigilando por las cámaras por si escapaba escaleras abajo, deseoso de poder ver algo, de sacar las cámaras de sus goznes y empujarla por el pasillo, ardiendo en el infierno de la duda. Contó los escalones. Diez desde su punto de vista. La otra escalera era simétrica. Si era, simétrica, lo acababa de recordar. Diez escalones también. El primero que iba a morir tardaría veinte escalones. Veinte segundos para el infierno lo separaba de su primera víctima. Sus deseos de venganza se agolpaban en la boca, lo hacían respirar nervioso, como si le faltara el aire, su corazón se convirtió en loco tambor. Era la hora de la muerte. Hijo de puta. Y entonces escuchó los pasos. Uno dos tres pasos. Silenciosos, cadenciosos, disimulados, pero inconfundibles. Y oyó a sus enemigos. Así a ojo, parecían ser cuatro. Cuatro candidatos a la justicia implacable del plomo.
El hombre que iba a morir subió las escaleras con cuidados. Una, dos, tres escaleras. Jon no podía verlo todavía, pero podía sentir sus pasos, sus respiraciones y contaba mentalmente.
Cinco, seis, siete, ocho.
El hombre que iba a morir se tomo un respiro. Miró por encima del arma con desconfianza. Pero no vio nada. Jon tampoco podía verlo todavía.
Nueve. Diez… si, diez pasos. El hombre que iba a morir corrió a la esquina del rellano y apunto con su arma en el ángulo contrario. Mientras sus compañeros esperaban más atrás. Pero el hombre que iba a morir no vio nada. No vio nada, porque dese ese ángulo, justo debajo de la cámara era imposible discernir a su objetivo. Apuntó en abanico dos veces, una a cada lado, de forma muy lenta; pero no vio nada. Hizo un gesto con la mano izquierda a los otros; y comenzó a subir las escaleras.
Once.
Doce.
Trece.
Blam. El segundo de la fila se sobresalto al escuchar un ruido, pero si pudo hacerlo fue porque el primero de la fila había muerto. El hombre que iba a morir murió. Un tiro limpio, entre ceja y ceja. La bala ensangrentada estallo en la pared. El rimero se derrumbó escaleras abajo, en una postura imposible, todo retórica sobre sí mismo, hasta llegar al rellano y caer en postura fetal.
Al principio no sintió nada cuando apretó el gatillo, nada en absoluto. Pero el sabor de la victoria empezó a engalanarle la boca. Jon se sonrió. Que te jodan, hijo de puta. La sensación de triunfo le embargo por un instante.
Pero en ese momento comprendió que había cometido un error fatal. Había perdido un segundo. El otro no necesitaba más que eso para matarlo. Con un grito de furia- o quizá de miedo- su arma cantó en su dirección; Jon dejo de sonreír al instante al comprender que estaba muerto… Cerró los ojos… Espero…y si no hubiera sido por su mala posición, Jon hubiera muerto. Dos balas simultáneas se estrellaron a tres centímetros escasos de su frente, al derecha. Como un león salto hacia el suelo en plancha. Una decima después una ráfaga destrozaba la pared en horizontal. Se frenó y sonrió con su ventaja de nuevo: si querían subir por esa escalera podía atarlos de uno en uno según asomaran la cabeza. Con su Beretta aulló de triunfo mientras su diestra empuñaba su culata con verdadero placer. Pero al igual que antes, le sonrisa le duro un instante. Comprendió que el rival puede ser igual de listo quer uno mismo. Que podía morir si se pasaba de listo. Y que ya había cometido un error antes. Y lo había vuelto a cometer. Y recordó una frase del instructor: la vida no da segundas oportunidades. Y pensó que estaba muerto. Y todo ello lo pensó cuando escucho un sonido delator, y vio una granada explosiva rebotando en el techo y descendiendo en ángulo agudo sobre su cabeza. Fue cuestión de una decima, pero se levanto como un rayo y salto todo lo rápido que pudo… pero sus pies no tocaron suelo. Una gigantesca sensación de vértigo bloqueó su mente y le privo de sus sentidos, y debería haberle agradecido ese favor a su cerebro, porque inmediatamente fue sostenido en el aire y arrojado como una títere al que le hubieran cortado las cuerdas por todo el pasillo, rebotando con su cráneo contra una pared y otra y finalmente salió despedido hacia la habitación de personal. El no oía nada ni veía nada, pero recupero como pudo la compostura, y no sabía si era su propia locura o no, pero juraría que había ¡oído una explosión cercana y lejana al vez, porque tenía los odios embotados; pero parcia venir del propio suelo. Con la pistola tan fuertemente empuñada que parecía que iba sangrar y como un borracho; comenzó a cojear entre las mesas y las sillas, pero le costaba demasiado andar y cayó pesadamente al suelo tirando todo el contenido de un escritorio von gran estrepito. Apoyó todo su cuerpo en la mesa, y con un buen movimiento saltó hacia el otro lado de ella y se quedo tirando, mirando por debajo de su faldón delantero pistola en ristre. Aunque no podía de momento, ni soñar con disparar en su estado. El arma subía bajaba como si tuviera vida propia y Jon no podía domarla. Tomo aire. Esperó. No tenía salida y lo sabía.
Escucho o masa bien sintió por las vibraciones del suelo que ya llegaban el resto de esos cabrones. Estaba acabado, Había sido un gilipollas al final de todo. Que les follen a todos. Si estaba acabado iba a llevarse al otro barrio a unos cuántos de ellos consigo.
Ellos dudaron, porque de primeras no vieron a nadie. Se abrieron en abanico y gritaron en perfecto español:
- Entrégate Jon y te perdonamos la vida. Pero si tenemos que cogerte, te juro que te reventamos los sesos hasta que podamos beberlos en zumo. ¡Entrégate!
Jon sabía que no debía hacerles caso, Eran palabras llenas de odio. Odio por haberle matado a su compañero. Odio porque podría matarlo a él. Odio porque no debería haber pasado esto, porque ellos lo tenían todos preparado, porque ellos se creían invencibles. Pero odio porque no sabían dónde estaban, también. Odio porque sabían de sobra que no iba hacerles caso. Odio por miedo, miedo a que todo los planes se fueran a la mierda al primer disparo.
Si hubiera querido rendirse debía de haberlo hecho de primeras, cuando no corría ningún riego, no ahora que se había cargado a uno de ellos. En cuanto se rindiera lo matarían a balazos allí mismo. Ahora tenía que llegar hasta el final, quisiera o no.
Eran tres. Seis pares de botas. Uno de frente dos a los lados. De mesa en mesa, de cobertura en cobertura, andando de cuclillas con sus armas en ristre. En combate cerrado hubiera sido más útil un subfusil, pensó Jon. Pero ellos no habían tenido en cuenta la posibilidad de luchar por el interior. Y el arma, con respecto a los del interior era más para acojonar que un verdadero instrumento de combate.
Ahora que ya podía pensar mejor, saco el cañón de su arma por debajo de la mesa. Unos pies se le acercaban mucho… A esta distancia no podía fallar. Su vida… BLAM, BLAM, BLAM.
Con un grito de dolor, el bandido se derrumbo como un saco de patatas retorcido de dolor:
- ¡Hijo de puta!- aulló mientras disparaba en lateral su fusil.
Las balas reventaron el escritorio por todas partes, y saltaron astillas y trozos de ordenador por todas partes, pero al disparar sin apuntar aun a esta distancia, no alcanzó a Jon de milagro. Jon se fue el suelo, y de lateral como el otro hizo fuego.
BLAM.
No hizo falta más que una. El disparo le reventó los dientes, le secciono la lengua, le reventó la nuca. Con los ojos en blanco, el arma se soltó de su mano y cayó al suelo.
Jon debía ser rápido y disparo al aire dos veces. Eso asustaría a los otros, harían que no se acercasen. En efecto los otros, que se habían acercado con las armas listas, se tirano detrás de una mesa. Ahora era dos para uno, pero uno so de ellos tenia demasiada ventaja con su fusil. Intento alargar el brazo para coger el del que había caído… Pero una ráfaga encima del cadáver- que le empaño los ojos en sangre- lo evito. No eran tontos, los otros sabían que no podían dejarles coger el arma. Mierda, mierda.
Balas barrieron la mesa por encima y le arrojaron papeles, bolígrafos y carpetas encimas, con los restos de un ordenador. Estaba atrapado y él lo sabía.
Jo saco la pistola por un lateral e hizo fuego tres veces. Los disparos cesaron, pero comenzaron desde el otro ángulo. Se acabo. Agarró la silla que estaba en el suelo y la arrojo con fuerza por encima de su cabeza. No haría nada, pero al menos los distraería un segundo. Salió por un lateral rodando y se parapetó detrás de otra mesa. Sin pensar en el milagro que estaba pasando, saco la pistola por un lateral y abrió fuego de nuevo, dos veces más.
Pero nadie respondió, No paso nada. No había nadie en la sala, con él.
¿Qué coño…?

domingo, 7 de noviembre de 2010

Payback

- Chicos preparaos, vamos a entrar a saco ahí dentro.- les informó Rommel.
- ¿Es que existe otra forma de entrar?- preguntó Nabucodonosor. Con un gesto rápido puso u n cargador a su ametralladora de asalto.- “Y haré en ellos grandes venganzas con reprensiones de ira; y sabrán que yo soy Jehová, cuando haga mi venganza en ellos.”- le quitó el seguro al arma.- Ezequiel, capítulo 25 versículo 17.
- Existe otra: por la puerta principal. Pero para eso hay que estar borracho- y Stalin le metió un trago a una botella de Vodka que llevaba en la gabardina- y tu solo bebes vino de misa, ¿Verdad?- y soplo el alcohol mientras ponía una cerilla delante de los labios. Una llamarada rozo la cara de Nabucodonosor.
- Ten cuidado donde pisas, ateo de los cojones. Una bala perdida con una ráfaga de las mías no sería nada raro.
- ¡Chicos dejaros de gilipolleces!- les interrumpió Rommel- Hoy necesito tanto a los ateos borrachos como a los meapilas de la asociación del Rifle- y desenfundó su pistola y les apuntó a los dos alternativamente- Tu, Nobunaga rastrea la señal para ver si las puedes captar. Quiero saber cómo se comunican allí dentro esos cabrones.
- Ok.- contestó. Saco una pequeña antena y la coloco al lado del portátil y se concentró en la pantalla.- Cinco segundos.
- Perdone- se le acercó el llamado Luis, el que quedaba al mando ahora- ¿Cómo sabían lo que se cocía aquí? ¿Cómo llegaron tan rápido?
- Bueno, piense que nosotros vivimos de esto. Acabamos de venir de Irak, cansados de pelearnos en todos los putos desiertos del mundo contra terroristas de todo el mundo; y queríamos tomar un descanso. Pero apenas llegamos nuestras redes descubrieron que se tramaba algo gordo. Por muy bien que se hagan los preparativos siempre quedan pistas. Y alguien estaba acumulando material de guerra de primera; y peligrosos criminales se estaban juntando. Era previsible que algo fuera a pasar, y llevamos un tiempo pinchando las emisoras de la policía a la espera. Al final parece que acertamos.
- ¿Eso es un delito, lo saben, no?
- No se preocupe. Tenemos buenos contactos con los jefazos de la OTAN. Nos deben muchos favores, se lo aseguro. Nos hemos cubierto de mierda hasta el cuello por salvárselo a ellos. Estamos muy protegidos. Demasiado quizás. Temo que un día quieran quitarnos de en medio. Pero esa es otra historia.
- ¿Conocen a ese tipo?
- No los habíamos visto en nuestra vida, y eso es increíblemente extraño, créame. No está en nuestras bases de datos. Y este golpe no lo ha preparado un cualquiera, eso fijo. No sequien es, pero esto esta planeado y montado de vicio. Es probablemente uno de los tipos más peligroso que he conocido en mi vida.
- Bueno, tiene una hora para detenerlo, esa son las ordenes.. Luego ordenara que comience el ataque a gran escala, y si vuelve Gregorio, lo hará él. Una hora para entrar y salir. No se pueden equivocar. Es muy poco margen. Y luego están os rehenes.
- Ya se lo he dicho: a mí no me importan los rehenes. Yo actuó como si no estuvieran. No es mi culpa que estén en esa situación, y si me matan a mi no mejorara su posición, más bien al contrario. Un cuerpo humano, por muchas películas que vena, no para una bala. No sirve más que como obstáculo moral. Y para alguien (algunos) que la perdimos hace tiempo, que convivimos con la muerte contra tipos que son más listos y más sucios, ¿Sabe lo que significa los rehenes en la balanza? Nada. Usted imagine que todos actuaran como yo: piénselo por un instante. ¿Sabe lo que pasaría? Yo se lo diré: al principio moriría un montón de rehenes. Pero luego no morirían más porque nadie los tomaría, porque no sirven de nada. ¿Cómo salimos ganando? Yo lo tengo claro.
- Puede ser - pero no lo decía muy convencido- Pero ¿Cómo pretenden entrar?
- Lo estoy pensando. Necesito algún dato más. Pero ya tengo una ligera idea. Se lo diría, pero es mejor que no lo sepa. Podría tener algún tipo de escucha, y no lo tengo afinado al cien por cien.
- Tengo una duda, si me permite ser franco. Se lo voy a exponer así: hay un ataco muy bien organizado, que no tiene flecos sueltos, donde parece qué esta todo previsto, y de pronto llega usted y su banda de la nada; la pregunta es:
- ¿Quién les asegura que no seamos sus cómplices? Bueno si lo piensan bien no tiene mucha lógica. Si fuéramos cómplices lo mejor sería que nos quedáramos aquí; para informales de sus movimientos. Entrar allí y quedar sitiados con ellos… No lo veo muy claro cuál sería el objetivo. Pero si quiere quedar convencido mire esto- le mostró una foto de una noticia de periódico.
- “El famoso terrorista iraquí, El-Hakkoui resulta muerto en un enfrentamiento con las tropas de la coalición en las afuera de Bassora”- leyó en el pie de página. – ¿Si, pero que pasa?
- ¿Cómo tiene la mano derecha?
- Pues… parece que le falta un dedo- contestó acercándose la foto a los ojos.
- ¿Y que se cree que es esto?- le dijo Rommel tirándole un pedazo de algodón envuelto.
- ¡Dios!- dijo al abrirlo.
- ¿Bueno, Nobunaga, que tenemos?
- Tiene señal propia cifrada, como nosotros. No la podemos penetrar desde aquí. No al menos en un tiempo “razonable”. Y depende que como lo hayan montado, puede que ni podamos hacerlo. No estoy seguro. Esos tipos son buenos, jefe.
- Me lo imaginaba. Occisor, gritó- por el auricular. -¿Has visto al tirador?
- No, jefe. – silbó una voz de serpiente. –He buscado los mejores ángulos desde aquí, pero no parecía estar en ninguno de ellos. Yo creo que se ha escondido ahora.
- Vale, es también lo que creo yo. De todas formas, cúbrenos, vamos a entrar ya.
- Ok.
Rommel agarró una lanzagranadas y grito:
- ¡Vamos allá, chicos!- y abrió fuego contra la fachada principal. El proyectil proyecto una parábola perfecta y estallo justo en el ventanal de enfrente. Los cristales no resistieron y cedieron al empuje, restallando por todo el interior.
- ¿Pero esta usted loco?¿Los acaba de alertar, joder?
- ¿Eso cree? Esos tipos se creen muy listos. Para ellos una señal tan clara es que vamos a entrar por el lado contrario. Ahora todas las cámaras apuntan hacia el otro lado. Y las del otro lado están jodidas por la explosión. Se darán cuenta del engaño, pero tardara unos segundos. ¡Vamos allá!
Se acercaron a la verja todos en grupo, pero Nobunaga y Stalin llevaban una especia de pinzas como de batería del coche.
- ¡A la de tres, una dos y tres!
Ambos conectaron a la vez las pinzas a la verja.
- ¡Ahora!- con movimientos increíblemente ensayados treparan verja arriba, y saltaron al otro lado con increíble presteza.
- ¡La valla estaba electrificada!- grito Rommel desde el otro lado al sorprendido Luis- Lo más importante no nos lo dijo el muy cabrito. No es tonto. Nos vemos.- y le hizo el saludo militar a modo de despedida.
Como movida por un resorte, una gigantesca ametralladora automática giro sobre sus goznes rápidamente hacia ellos. La sombra de la muerte se dibujaba detrás de su gigantesca mole. Sus chirridos metálicos sonaban a campanas fúnebres. Pero algo se movió del otro lado de la valla, algo cerca de ella y grande que cayó pesadamente al suelo; y la ametralladora giró de nuevo sobre sus goznes al presenciar esta nueva amenaza; mucho más cercana y por lo tanto mucho más peligrosa. Pero no vio nada de remarcable y no abrió fuego, y cuando volvió a apuntar a los recién llegados ya no estaba allí, estaban cruzando el campo a grandes saltos, dispersos los unos de los otros, esquivando loas jardineras y setos donde podría haber explosivos a distancia escondidos. Rommel pensó que pagar quinientos euros a un tipo para que arrojara en ese instante el cadáver del policía muerto por encima de la valla había sido un buen negocio. Con una enorme velocidad, en apenas unos segundos estaban bajo los ventanales rotos del segundo piso. Ya saboreaban la victoria cuando su esperanza se vino abajo:, al oír el familiar sonido de los altavoces exteriores:
- ¡Ding, Dong, Ding!!Se ruega a los gilipollas que se intentan colar por los ventanales rotos del segundo piso que no lo intenten, o recibirán una severa reprimenda por el padre superior! ¡Gracias!!Ding Dong Ding!
- ¡Mierda, nos han pillado, nos vamos!- rugió Rommel.
Con gran velocidad, como si lo hecho hasta ahora no tuviera ningún valor, todos dieron la vuelta a todo correr.
- ¡Alto!- ordeno Rommel cuando apenas llevaba diez pasos- ¡Volvemos!
- ¿Por dónde?- pregunto alguien.
- Por el mismo sitio. Es lo único que ellos no esperarían. Vamos allá.
Y otra vez, con gran velocidad se plantaron ante los ventanales, Nobunaga disparo un arpón a al techo y en treinta y siete segundos estaban todos en la azotea.
Lo de ahora había sido muy fácil. Ahora venia lo difícil.